Ginebra- La epidemia de ébola en África Occidental entra en su segundo año, tras haber puesto en evidencia las deficiencias de los mecanismos creados para responder a emergencias sanitarias internacionales. El primer caso, fechado el 26 de diciembre pasado en una zona remota de Guinea, fue el de un niño de dos años que murió dos días después por una misteriosa enfermedad que posteriormente, cuando el brote se había convertido en epidemia, se determinó que había sido ébola.
En menos de doce meses, la veloz propagación de la enfermedad en Guinea y su salto a Liberia y Sierra Leona causó 17.111 infectados y 6.055 muertos, según datos publicados el pasado día 2 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta organización dio la primera noticia positiva desde que se declaró esta emergencia al señalar que desde principios de octubre se ha pasado de una situación prácticamente incontrolable a una relativa estabilización de los casos en los tres países afectados.
Ahora más del 70% de los infectados son aislados y tratados, y similar porcentaje de entierros se realizan de forma segura, explicó la OMS. El próximo paso para la OMS es llegar al cien por cien de cobertura en ambas situaciones, pero esto no significará poner fin a la epidemia, lo que ocurrirá cuando no haya un sólo caso más de ébola. La organización sanitaria cree que esto se puede lograr para mediados de 2015, una previsión que choca con el escepticismo y una evaluación más crítica de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Esta ONG, considerada por muchos la fuente de información más fiable sobre la epidemia de ébola, fue la primera en advertir de la gravedad del brote y en desplegar medios extraordinarios para atender a los infectados cuando prácticamente no había estructuras para recibirlos. La descripción que hace MSF de la situación en los países más afectados difiere en gran medida de la apreciación relativamente positiva de la OMS, pues la primera sostiene que si al principio la respuesta al ébola fue “lenta” y “dispersa”, ahora es “inadaptada”.
Una de sus críticas principales es que lo esencial no es levantar infraestructuras (los centros de tratamiento de ébola) si no se les dota de personal suficiente y debidamente entrenado, y se deja esa tarea a autoridades y ONG que no están preparadas para ello. Según MSF, faltan instalaciones adecuadas para aislar y diagnosticar a los pacientes allí donde se necesita, lo que la OMS ha reconocido que ocurre en Guinea, donde los centros de tratamientos están concentrados en dos zonas entre 17 prefecturas que han reportado casos.
De Liberia la organización civil afirma que hay áreas con cadenas de transmisión activas y, simplemente, no hay vehículos para transportar las muestras a un laboratorio, mientras que en Sierra Leona la línea telefónica para comunicar casos sospechosos no da abasto. En cuestión de días y al ritmo al que aumenta la enfermedad en Sierra Leona, este país pronto alcanzará en número de casos a Liberia, donde hasta hace pocas semanas la epidemia se propagaba de forma exponencial y caótica.
Y mientras los expertos de la OMS encomian el cambio de actitud en las poblaciones y que ha contribuido a detener el ritmo ascendente de transmisión del virus, MSF habla de una “débil sensibilización” en Guinea. En momentos en que es incierto el rumbo de la epidemia y el tiempo que requerirá detenerla, la flexibilidad para actuar en los lugares donde surjan nuevos casos será primordial para evitar que se salga nuevamente de control. Un segundo factor será el resultado de los ensayos clínicos de vacunas experimentales y de posibles tratamientos que MSF realiza en sus centros de tratamiento de Liberia.