Basauri - La vida llevó a José Ignacio Bilbao Aizpurua de su Basauri natal, al barrio galdakoztarra de Aperribai y, posteriormente, a Castro Urdiales y a Asturias. Entre medio también se pudo ver con asiduidad a Iñaki, como todo el mundo le llamaba, en Balmaseda, donde regentó un videoclub que después traspasaría a una familia de la localidad. Aunque hace una década que dejó Euskadi, solía volver con asiduidad a Galdakao, donde tenía una hija de un primer matrimonio, y a Basauri, donde vive parte de su familia y mantenía algunas amistades.
El triste protagonista del terrible crimen de San Juan de la Arena se crió en la calle Balendin Berriotxoa de Basauri. En este municipio se celebró ayer una concentración de repulsa por lo ocurrido y todos los grupos “mostraron su condena más absoluta y su solidaridad para la madre de las niñas asesinadas”. Durante su juventud regentó un bar en esta localidad y aún acudía a visitar a su padre con frecuencia -en el bar Irrintzi indican que le pudieron ver en mayo-. No obstante, con 25 años se trasladó al barrio de Aperribai, en Galdakao, de donde provenía su primera mujer.
De hecho, desde mediados de los 80 hasta 2003 vivió en esta localidad y fue allí donde tuvo a su primera hija, que hoy tiene 28 años y aún vive en el municipio. Cuando esta primera hija era aún una niña, Bilbao Aizpurua se divorció de su primera mujer, una enfermera que sigue viviendo en Galdakao. “Se separaron por dejadez, porque Iñaki era una persona muy dejada”, indica una amiga de la familia.
En la época previa al divorcio, Bilbao Aizpurua fue el primer propietario de un videoclub que primero se ubicó junto al frontón de Balmaseda y después se trasladó a la calle Félix de la Torre. Quienes le conocen de aquella época también le describen como una persona “dejada, amable y un tanto vaga”, aunque nunca le vieron como alguien violento.
En torno al año 2003 Bilbao Aizpurua abandonó Euskadi tras conocer a su mujer, asturiana, y había rehecho su vida. Sin embargo, según señala una comerciante de Galdakao, que mantenía contacto telefónico con el presunto parricida, tras su segundo divorcio y mucho tiempo en el paro, había tocado fondo. ”Me decía que estaba fatal y se le ha ido la cabeza. Es una barbaridad”, indica. - A.G.