Se repite a diario. Asistimos a cómo se menoscaban sus capacidades (venta masiva de preferentes de por vida), cómo se deteriora su imagen (con campañas de publicidad en las que aparecen menospreciados) y cómo se les infantiliza. Y si son dependientes el asunto se complica porque son personas vulnerables, que no tienen ni siquiera la oportunidad de denunciar. Cuidar de los aitites no es fácil, y cuando hay que hacer un reparto de las urgencias, el bienestar de los mayores pasa a un tercer plano.

El maltrato a los mayores continúa su tendencia al alza pero aunque se asocie normalmente con maltrato físico, hay que contemplar otras situaciones mucho más sutiles que se pasan por alto. Hablarles como si fueran niños, no tener en cuenta lo que opinan, ningunearles... Según los expertos, además de las agresiones y los golpes, existen otras acciones, como el abuso de fármacos por ejemplo, que pueden considerarse maltrato físico. Las humillaciones entrarían dentro de la violencia psicológica y los movimientos inusuales en cuentas bancarias o testamentos se incluyen en el apartado de vejaciones económicas. Eso también forma parte del maltrato psicológico por parte de familiares, cuidadores o personal de atención y está mucho más extendido que otros maltratos más fáciles de identificar.

Más de 13.000 personas mayores de 65 años podrían estar sufriendo malos tratos en Euskadi. La mayoría de estos abusos, que pueden ser físicos, psicológicos, negligencias en el cuidado o económicos se registran en el entorno familiar, hecho que dificulta su detección. “Hay tres niveles. El más grave, el maltrato legal, el de hacer daño, se considera que afecta al 0,8% de los mayores. Luego existe un maltrato no intencionado, se refiere a la falta de atención que genera daño y angustia y ahí estaríamos hablando de un 3 y un 5% de población damnificada”, explica Marije Goikoetxea, profesora de la Universidad de Deusto y miembro del comité de ética de Intervención Social de la Diputación de Bizkaia. Goikoetxea explicita finalmente la ausencia de buen trato, donde se obvian los derechos de las personas mayores y su identidad. La estadística cifra este apartado en un 52%. “Es cuando a una persona le cogen, le suben, le bajan, le traen, le llevan y le trasladan como un mueble”, aclara.

Este fenómeno social que parecía haber permanecido oculto aflora con intensidad. Virginia Lizarraga, responsable de la Fundación Bizitzen recuerda que según datos del último informe del Gobierno Vasco sobre los malos tratos, 5.000 encuestados reconocieron sufrirlos y en otros 8.000 casos había sospechas por parte de los servicios sociales. Unos datos que serían la punta del iceberg.

Tras más de treinta años de experiencia en la lucha contra el maltrato a ancianos, la psicóloga Mercedes Tabueña, asegura que muchos familiares y cuidadores no son conscientes de las vejaciones al que someten a sus mayores. “Hay malas prácticas en el cuidado diario. Quizá se hagan sin mala intención, pero están ahí y son claras negligencias”, sostiene esta experta. En los

El problema no cambia de cara en los geriátricos. “En las residencias, el nivel de atención de las necesidades física es bueno pero el modelo de atención no respeta su libertad, sus valores, su modo de ser y es necesario fomentar el buen trato”, especifica Goikoetxea. Para poner en valor esos derechos, los geriatras vascos han elaborado el primer código ético del sector de todo el Estado.

El IX Simposio Igurco Orue de Atención al Paciente Mayor ha puesto de manifiesto que la propia sociedad, los ciudadanos, familiares, instituciones, los profesionales, las administraciones, “tenemos que hacer una apuesta clara, encendida y responsable hacia la libertad y la dignidad del paciente mayor”. En este sentido, por ejemplo, se puso de relieve que “las sujeciones mecánicas y farmacológicas deben ser el último recurso que utilicemos y, siempre, de una forma excepcional. Antes de llegar a su empleo han de haber fracasado todas las posibles medidas”, afirma Primitivo Ramos, coordinador del Comité Interdisciplinar de Sujeciones de la Sociedad española de Geriatría y Gerontología (SEGG).

La apuesta actual se dirige a restringir la libertad del paciente mayor lo menos posible, respetar al máximo principios y valores como la dignidad y la autoestima. En este campo, se enmarca el primer código ético del sector. La prueba piloto del código se ha implementado en cuatro centros vascos: Aspaldiko, Igurco Orue, Residencia Olimpia y la Casa de la Misericordia.

A juicio de Álvaro Mosquera, psicopedagogo y educador social, miembro de la junta directiva de la Asociación vasca de Geriatría y Gerontología, “el código ético ofrece un conjunto de valores, principios y normas para guiar la adopción de decisiones y conductas cuando surjan problemas éticos”. En su opinión, su aplicación puede suponer mejoras para las personas mayores ya que protege sus derechos; para familiares y allegados, para profesionales ya que les proporciona una herramienta de apoyo y también favorece a la administración.

Con más del 20% de la población vasca mayor de 65 años es urgente poner freno a este problema de abusos. El miedo, la vergüenza y la culpa son los pilares que sostienen el silencio de los ancianos maltratados que viven amenazados por su propia angustia. “Claudican por el temor a represalias, a la ruptura de los afectos. Y a ello se une una sensación de fracaso cuando se preguntan qué han hecho mal en la familia para llegar a esto”, señala Tabueña.