Ararteko: el altavoz del pueblo
Los tres Ararteko hablan alto y claro porque les duelen los circuitos cerrados de la marginalidad y porque observan con preocupación el sesgo neoliberal de grupos que en su pretexto del ahorro económico abogan por suspender las Defensorías
La fuerza de la Institución del Ararteko -el alto comisionado del Parlamento Vasco para la defensa de los derechos de las personas frente a las actuaciones políticas y públicas de las Administraciones de la Comunidad Autónoma Vasca- está en su capacidad de persuasión, ya que no tiene poder coercitivo. Para ello -tal y como reconoce el todavía Ararteko, Iñigo Lamarca- es imprescindible y fundamental tener credibilidad, porque no tenemos poder, pero sí autoritas. La ley por la que se creó esta figura el 27 de febrero de 1985 refleja algo nuclear: que es una institución independiente e imparcial.
Xabier Markiegi, Mertxe Agúndez e Iñigo Lamarca, los tres Ombudsman vivos (Juan San Martín falleció en 2005) constatan el alto nivel de aceptación de las recomendaciones de la Institución por parte de las administraciones vascas, pero también el buen grado de aceptación de la ciudadanía. “Una aceptación y autoridad que se ganan día a día”, coinciden en señalar.
El Ararteko se elige por 3/5 de la Cámara y debe anticiparse e intuir las nuevas necesidades de la ciudadanía en la sociedad del siglo XXI en Euskadi. El hilo conductor de estos 25 años de la institución ha sido contar desde el principio con excelentes profesionales. ¿La forma de elección del Ararteko es la mejor o podría ser de elección directa? “Estas preguntas las hacía cuando fui profesor de Derecho Constitucional”, sonríe Lamarca. “Yo creo que es una buena elección; en todas las partes del mundo se hace así, aunque tampoco me parecería mal otra forma distinta. Pero ya sea una elección de forma directa o indirecta, la persona elegida tiene que concitar el máximo consenso posible. Ahí radica la autoridad y la credibilidad”, insiste en señalar.
Los tres defensorescoinciden en que el ombudsman es una figura al alza en los países más democráticos. “Una democracia, y la española aún deja mucho que desear, exige la existencia de determinadas instituciones, porque si no la calidad democrática disminuye. Tendrían que mirar y aprender de los países democráticos de su entorno, remachan. Lamarca concluye su mandato con una “alegría inmensa”: la desaparición del terrorismo. “O somos masoquistas o no sé lo que pasa. Es un hecho histórico al que no le hemos dado el valor que tiene”, sentencia.
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