se estima que Italia apila en sus calles y museos un tercio de los tesoros artísticos, arquitectónicos y culturales del mundo. De Italia son Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Boticelli, Dante Alighieri, Maquiavelo, Donatello, Verdi, Vivaldi, Caruso, Pavarotti, Sofia Loren, Marcelo Mastroianni y Federico Fellini. De la bota proviene el renacimiento, la luz que iluminó a Europa tras las tinieblas que acogotaron al Viejo Continente durante la Edad Media. El mecenazgo, unido irremediablemente a las expresiones artísticas, también es una aportación italiana. De tan bella que es Italia uno puede hasta enfermar. Florencia, cuna de Los Medici, centro del mundo moderno, provocó el Síndrome de Stendhal. El país donde se perdona cualquier desliz ético, -el inagotable Berlusconi y su bunga-bunga representan su máximo exponente reciente-, y se penalizan con severidad los tropiezos estéticos, ha puesto el cartel de se vende. O al menos se alquila. La subasta ha comenzado.
Mientras el compromiso de mecenazgo del propietario de una famosa firma de calzado italiano sostiene los trabajos de conservación del Coliseo Romano porque el ayuntamiento de la ciudad no puede sufragar al gasto que supone el cuidado del circo, el nuevo gobierno encabezado por Matteo Renzi, quien fuera alcalde de Florencia, la ciudad del arte, ha dado impulso a los planes privatizadores gestados con anterioridad por Enrico Letta. El Estado italiano, que en realidad desconoce cuál es el valor real de su excelso patrimonio, de tan extenso que es su catálogo, necesita recaudar fondos imperiosamente por culpa de su pantagruélica deuda pública, que supone el 130% de su PIB y que desde las altas estancias europeas instan a su encauzamiento. El mandato de la troika (CE, FMI y BCE) ha acelerado un proceso que, sin embargo, necesitará tiempo. El ejecutivo de Matteo Renzi necesita dinero de manera urgente. E Italia, patrimonialmente, es muy rica.
El recuento que ha llevado hasta el momento la administración italiana establece que el valor de la dote, descontando obras arquitectónicas, supera los 280.000 millones de euros, aunque esa cifra no parece definitiva. Otros expertos sostienen que las propiedades estatales son incluso mayores y calculan que el valor de las mismas es de 400.000 millones. Sucede que el gobierno de Renzi no ha actualizado el inventario. Por el momento ha sido incapaz de identificar todas las pertenencias que se le suponen y desconoce cuánto vale la Italia tasable y que saldrá a subasta para que sea adquirida por el mejor postor. El Ministerio de Economía ha instado al resto de administraciones a catalogar las propiedades que disponen. Sin embargo, más de la mitad todavía no han hecho los deberes y por tanto no se sabe cuál es el valor de las propiedades.
el camino de Grecia El Estado italiano acumula en su censo 634.000 inmuebles. Unas posesiones, de todo tipo, desde edificios de oficinas, pasando por cuarteles abandonados hasta islas, que ocupan 300 millones de metros cuadrados de la cartografía transalpina. A esos inmuebles gubernamentales, al patrimonio, tiene que agarrarse Renzi por obtener liquidez y aliviar en lo posible el plomo de la deuda pública, la soga que aprieta con fuerza el gaznate a los italianos. Los severos mandatos de la troika, algo así como El Cobrador del Frac, exigen a Italia una reducción drástica de su morosidad pública para darle tregua. Así que, como sucedió con Grecia, -obligada a deshacerse de posesiones estatales, de parte de sus tesoros, para lograr dinero con el que satisfacer el crédito los mandamases de Europa- los italianos tienen que recorrer un camino que se asemeja, al menos en lo esencial, al de los griegos.
Ocurre que Italia es única ante el peor escenario o al menos frente a uno que se presenta feo y jorobado. Aristocrática, estirada, decadente, vital, altanera y festiva al mismo tiempo, Italia es un país frívolo. "No se toma tan a la tremenda las cosas, siempre sobrevivirá porque sabe vivir... ", reflejó el periodista y escritor Enric González, gran conocedor del latido italiano, en una entrevista. Solo desde esa perspectiva, desde ese barniz de la intrascendencia o la superficialidad, o tal vez desde el relativismo que impregna la piel de los italianos, descreídos y desencantados, pero suficientemente inteligentes como para no tomarse demasiado en serio, se puede entender los millones de euros que el Estado paga anualmente en rentas cuando dispone de miles de inmuebles vacíos y susceptibles de ser empleados para los mismos usos.
La paradoja del alquiler Sergio Scarpellini, un constructor multimillonario, explicó el fenómeno en diciembre pasado después de que el Parlamento diera luz verde al gasto de 20 millones para alquileres. "Con todo el dinero que me ha pagado el Parlamento por los alquileres, más de 369 millones de euros, podían haberse comprado un par de palacios, pero prefieren seguir pagando la renta" dijo sin que le temblara el timbre de voz. El asunto se trata con normalidad en la vieja Italia. Como si se tratase de un engranaje más de la burocratizada e inoperante administración. "Durante las campañas electorales vienen a la oficina blancos, rojos y verdes y yo una ayuda siempre les doy, a todos. En Roma se hacen las cosas así". Además de la subasta de bienes inmuebles, islas incluidas, la venta de empresas de titularidad estatal también pertenecen al plan para la obtención de liquidez. Es el método Renzi para aliviar el agujero negro de la deuda pública. Nada nuevo bajo el sol.
La privatización de empresas públicas es un clásico de los gobiernos en apuros. España también fue objeto de esa política desde el mandato de Felipe González, el impulso de Aznar y gobernantes posteriores. Antes o después el Estado español vendió Repsol, Endesa, Iberia, Seat, Telefónica o Tabacalera, entre otras. Las joyas de la abuela, al mercadillo. En Italia el joyero peligra igualmente con empresas muy significativas y que durante años han sido parte del ADN italiano. El gobierno de Matteo Renzi tiene la intención de obtener entre 8.000 y 10.000 millones de euros poniendo a la venta una parte de empresas públicas. Entre las empresas a privatizar se encuentran Finmeccanica -se desharían de los activos ferroviarios para centrarse en el sector aeroespacial y de defensa-, los astilleros estatales, el servicio de Correos o la venta parcial del accionariado de la energética Eni. Italia está en venta. Las joyas de la nonna, al mercadillo.
Grandes empresas. Fue el INI, el Instituto Nacional de Industria, el que realizó la mayor parte de las ventas. Tanto los gobiernos del PSOE como los del PP han privatizado empresas durante sus respectivos mandatos. La siguiente es parte de una lista de empresas que el gobierno español vendió al mejor postor: Seat, Enasa, Transatlántica, Gas Natural, Telefónica, Aldeasa, Tabacalera, Endesa, Repsol, Argentaria o Red Eléctrica, Aceralia, Ence, Iberia, Indra y Casa entre otras.
Arte de saldo. Apretado por las exigencias de la troika, Portugal, otro de los países rescatados, decidió poner a la venta parte de su patrimonio cultural. El ejecutivo luso colocó a la venta 35 obras de Miró. Si bien en 2008 la casa de subastas Christie's las valoró en 80 millones de euros, ahora, el ejecutivo conservador de Pedro Passos Coelho, dice que únicamente recaudará 35 millones por las 85 obras de Joan Miró. Al menos es lo que se estima. La subasta se realizará en junio.
Islas de alquiler. Otro país en serios aprietos económicos, cerca de la bancarrota, ha tenido que poner a la venta, con concesiones de 50 años, 70 de sus islas con precios que van desde el 1,2 a los 150 millones de euros. Los inversores chinos y rusos están interesados. Además, se han privatizado las loterías y apuestas del estado heleno.