Tacloban. Los residentes de la ciudad filipina de Tacloban, arrasada por el tifón Haiyan, sufren aun la precariedad de los servicios sanitarios debido a su practica destrucción, lo que dificulta el tratamiento médico y psicológico de las víctimas en la región central de Filipinas. En la puerta de uno de los principales centros médicos de la ciudad, el Bethany Hospital, un enorme cartel de "cerrado" indica que el lugar, que quedó completamente arrasado, no está operativo, por lo que la asistencia médica en la ciudad es muy limitada. En el aeropuerto, de acceso limitado, una larga cola de personas espera a ser atendida en un centro médico improvisado, mientras que los marines de Estados Unidos intentan ayudar atendiendo a algunas personas en la misma pista del Daniel Romualdez.
Una víctima de esta escasa atención médica es Mary Grace Golondrina, que junto a los familiares que han conseguido sobrevivir se refugia en una estructura de hormigón de la que ha quedado poco más que las paredes. La joven, con importantes cortes en la cara y heridas en las piernas, cuenta que en el hospital al que acudió se limitaron a limpiarle las heridas, pero que poco más pudieron hacer. "En el hospital no me dieron ningún tipo de medicinas. Me dijeron que no tenían nada, que no les quedaba nada, así que tuve que volver a casa con las manos vacías", explicó Mary Grace. Visiblemente afectada por la traumática experiencia, le resulta imposible contar qué sucedió cuando llegó Haiyan.
Temblorosa e incapaz de mantener la mirada, afirma que lo único que quieren ahora ella y su familia es salir de Tacloban. "Ya no queremos estar aquí, esta ya no es nuestra casa y este lugar es muy peligroso", asegura.
Un equipo médico de 40 personas llegó ayer al país con material sanitario y se unirá hoy a 6 expertos que ya se encuentran en la zona afectada, dijo Vicente Sellés, coordinador general de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Filipinas. "Ya hay (en Tacloban) un equipo y un primer cargamento con lo más urgente, como comida, techo y carpas. Tenemos también el lugar donde vamos a hacer el despliegue y a la misión médica", indicó Sellés por teléfono desde Cebú.
Peligro de epidemia Los servicios del Ministerio de Sanidad y equipos de bomberos venidos de todas partes del país tratan de evitar que se desaten epidemias con la recogida constante de cadáveres que todavía, una semana después del tifón, se acumulan en las escasas calles transitables de la ciudad.
Mientras que los bomberos van metiendo a los cadáveres en bolsas del Ministerio de Sanidad filipino, enormes camiones se pasean por las calles y van amontonando en su interior el gran número de víctimas mortales ante la mirada despreocupada de los residentes de la zona, que parecen estar acostumbrados ya a la presencia de los cuerpos.
Poco a poco los residentes de Tacloban intentan reconstruir su vida, que quedó completamente arrasada por el tifón Haiyan, mientras esperan aún que su Gobierno les asista con el reparto de agua y comida suficiente como para poder sobrevivir.
Con los restos que han quedado de las viviendas que se encontraban junto a la carretera que lleva al aeropuerto, algunos filipinos han comenzado a construir precarias estructuras con clavos viejos y oxidados y frágiles listones de madera aun mojados.
De esta forma, los residentes de esta zona de la ciudad, en la que sólo han quedado en pie algunas estructuras de hormigón, tratan de protegerse de las intensas trombas de agua que caracterizan el clima tropical de la zona.