Lampedusa. Hoy se cumple un mes del naufragio ocurrido frente a Lampedusa en el que murieron 370 personas de nacionalidad eritrea que buscaban asilo político en Europa. Las hileras de bolsas de plástico verde con cadáveres no lograban esconder, ni siquiera disimular, las vergüenzas políticas de una tragedia que derivó en la forzada respuesta por parte de las autoridades, al tiempo que avivó las denuncias de carácter social relativas al tráfico ilegal de personas. Cuatro semanas después de aquel desastre, los recuerdos más acalorados de aquella fría noche siguen latentes en la pequeña isla.

"El contexto es creado por una política migratoria dirigida únicamente a combatir la inmigración clandestina en vez de a regularizar la estancia o el viaje de los inmigrantes", aseguraba Giacomo Sferlazzo, lampedusano integrante de una organización local, Askavusa, que denuncia que todo cuanto rodea estos movimientos migratorios "es una farsa. Se criminaliza a los inmigrantes para aprovisionar al sistema de mano de obra barata de coste cero o casi cero, que además puede ser expulsada en cualquier momento".

Sin embargo solo entre el 4 y el 10% de los clandestinos llegan por mar; la mayoría lo hace por tierra y el 60% se vuelven ilegales al caducárseles los visados, según Sferlazzo. Aunque sean demandantes de asilo se les criminaliza. De facto, en Italia son procesados por clandestinidad. La consecuencia directa que se plantea con esa criminalización es que hay que defenderse frente a una invasión, y es entonces cuando las autoridades financian la compra de barcos, helicópteros, radares, bancos de datos cruzados de Europol, Frontex,...

Un gran aparato de militarización al que según Sferlazzo, el Gobierno de Italia ha destinado más de 600 millones de euros. Durante 2009 y 2010, Frontex se encargaba de repeler a los migrantes sin respetar el asilo. En 2011, con la llegada de 60.000 refugiados convirtieron la isla en un campo de experimentación. Lampedusa era un campo de prófugos sin ningún servicio, durmiendo en las calles, sin tener qué comer. Los propios isleños se encontraron en el deber de darles ayuda.

"Había una voluntad clara de crear una imagen de invasión", dice Sferlazzo. Aquel mismo año, Europa acordó aumentar la financiación de Frontex en 100 millones de euros. "Las emergencias de inmigración se han utilizado para financiar el desarrollo de la militarización" resume Sferlazzo. Recibe impulsos como el de Eurosur, otra agencia militar europea financiada una semana después del naufragio.

Una revelación Los supervivientes de la catástrofe aseguran que tras 25 horas surcando el mar llegaron a 800 metros de Lampedusa hacia las dos de la madrugada. Pararon el motor y esperaron la llegada de los guardacostas. El capitán llamó a Libia para informar que estaban a salvo y arrojó el teléfono por la borda para que no lo incriminaran. La revelación hasta ahora silenciada es que antes de que el barco zozobrara a las cuatro de la madrugada, los refugiados vieron un par de barcos de la Marina, uno de los cuales dio dos vueltas alrededor de ellos. No eran pescadores porque no actuaban como pescadores y llevaban un sistema de luces como los de la Policía, rememora Mohamed Ahmed.

Cuando esto ocurrió serían las 03.30 horas de la madrugada. "Luego, los barcos se fueron por donde vinieron", describe. Entró agua en el barco y no pudieron arrancar el motor cuando la corriente les arrastraba hacia mar adentro. El capitán, sin consultar a nadie, decidió quemar ropa para hacer señales que pudieran ser vistas desde tierra. La mayoría de los pasajeros dormían, pero el fuego sembró el pánico en cubierta. Todos se fueron a un lado, lo que provocó el hundimiento.

Carmine Menna, óptico de Lampedusa, se encontraba junto a siete amigos pasando la noche en un barco cerca de la llamada isla de los conejos. Menna recuerda que se despertaron oyendo voces extrañas. No estaban seguros de si eran gaviotas o no, así que afinaron su vista y sus oídos cuando el día despuntaba. Primero vieron una cabeza y después apareció una isla de personas ante Menna y sus amigos. Lo primero que hicieron fue llamar a la guardia costera. Los supervivientes nadaban solos o en pequeños grupos de 3 o 4 en un radio de unos 600 metros.

Subieron a bordo del barco de 10 metros de eslora a 47 personas para cuando llegaron las motovedettas. Solicitaron hacer un transbordo pero los agentes se negaron; "esperaban instrucciones de Roma y mientras, tomaban imágenes de lo que estaba sucediendo", expone Menna. La distancia que hay desde el puerto hasta al lugar del naufragio es inferior a 10 minutos pero tardaron en llegar entre 47 minutos y una hora. Debieron necesitar un minuto como media para rescatar a cada superviviente. Ahora, los supervivientes de aquella tragedia se están organizando para querellarse contra el Gobierno. Mirone Stefanos, activista de una organización de solidaridad entre refugiados eritreos en Europa, dice que "no es la primera vez que el Gobierno italiano deja morir refugiados en el mar". De hecho, no llega a creerse que los sistemas de vigilancia no hubieran detectado el barco: "Ellos controlan el mar, pero ¿quién les controla a ellos?".

El homenaje a los fallecidos fue un insulto para los supervivientes, asegura Mirone. El Gobierno otorgó la nacionalidad italiana a título póstumo a las personas que están calladas para siempre. Tal vez solo se trató de no tener que transportar los ataúdes a Asmara... En vez de adoptar los actos políticos necesarios para que no vuelva a repetirse lo ocurrido, los gobernantes se limitan a mostrar dolor y compasión. Sferlazzo sostiene que se trata de un cuerpo, una mente, la Europa del Fondo Monetario Internacional, que tiene dos brazos: "el militar, represivo y de control, que hace guerras humanitarias como en Siria, Libia... y que combate el flujo migratorio con la militarización; y luego está el brazo humanitario que hace caricias", describe.

"El ACNUR y otras agencias paneuropeas despolitizan el cuerpo del migrante, sepultan las razones y las soluciones, y conciben puras necesidades fisiológicas del cuerpo del migrante, el cobijo, la comida, un lugar donde dormir y ¡basta! No se discute sobre por qué se ha llegado a esta situación ni sobre las reivindicaciones históricas que cada uno porta consigo. Reducen el cuerpo del migrante a una animalidad biológica, y excluyen de la opinión pública el punto de vista del migrante, que plantea una cuestión política esencial contra el liberalismo que avanza en Europa", zanja Sferlazzo.

La responsabilidad política por las personas que mueren o desaparecen en el mar deriva en opinión de Sferlazzo de la absoluta falta de voluntad de solucionar el problema. Para la alcaldesa Giusi Nicolini el naufragio fue también resultado de la política de cierre de fronteras. El flujo de inmigrantes "es deplorable. Es como introducir un regato de pobreza y para poder rescatarles prima que el barco se haya ido antes a pique".

Uno de los supervivientes del naufragio hablando desde una cabina.

Un mes después de la tragedia

Una pareja siria llegó hace más de una semana y pregunta por el precio

de una habitación; no aguantan ya sin ducharse

Antes de que el barco zozobrara los refugiados vieron un par de barcos de la Marina, uno de los cuales dio dos vueltas

Italia invitó al funeral al embajador de Eritrea, espía de un gobierno con el que maneja diversos negocios...

Una pareja Siria mostrando fotografías tomadas durante el viaje clandestino.

Giacomo Sferlazzo, lampedusano miembro de la asociación Askavusa y crítico con las políticas europeas.