El gris fue ayer el color de la fiesta en Agurain. Tanto el del cielo como el de los trajes de blusas y neskas, que un año más derrocharon alegría y buen humor en el día de la patrona, la Virgen del Rosario.

El día amaneció plomizo después de un primer envite festivo que se prolongó desde primeras horas del sábado hasta los primeros rayos del sol de ayer. Tras el estallido inicial de las fiestas, Agurain amanecía como un campo de batalla. Decenas de vasos de plástico en el suelo, jóvenes gaupaseros pertrechados con gafas de sol, mujeres con barras de pan bajo el brazo. Todo un sinfín de estampas en la segunda jornada festiva en la que un día más el jolgorio estuvo presente.

A primeras horas las calles con escasa actividad y el silencio sólo roto por las dulces voces de los más pequeños daban la bienvenida a los visitantes. Los txikis se dirigían hacia la plaza Euskal Herria de Harresi Parkea, donde les esperaba un parque lúdico. Sin embargo, la lluvia obligó a suspenderlo ante el inconformismo de los más pequeños. "¿Aita, por qué no ponen los hinchables?", preguntaba la pequeña Izaro tirando de la blusa a su padre. "Porque llueve, se mojan y se estropean", respondía.

Al igual que la pequeña, todos los que se acercaron hasta Harresi Parkea se quedaron con la misma sensación agridulce y hubo más de un padre que prometió compensar la diversión a los más pequeños con una tarde de barracas.

Cuando los más pequeños del pueblo comenzaban a poblar las calles y los blusas se retiraban a descansar, los servicios de limpieza municipal aprovechaban para recoger los desperdicios del primer asalto festivo.

Sin apenas tiempo para reponer fuerzas tras esa primera larga noche, los aguraindarras se echaron a la calle para participar en los distintos actos matutinos. La iglesia de Santa María se convirtió a mediodía en la primera gran cita de la jornada para los aguraindarras. Allí un año más los vecinos quisieron agradecer a la Virgen del Rosario, patrona de la localidad, su apoyo. El párroco de la villa aprovechó el sermón para animar a todos a participar en la fiesta con alegría, porque "la fiesta no es sólo el programa, tiene que haber alegría; si no serían una mera distracción". Además los presentes señalaron que "la fiesta siempre nace de una convivencia donde todos nos sentimos felices de convivir y donde todos somos queridos y estamos dispuestos a querer".

Una representación de las cuadrillas y asociaciones culturales del municipio se acercaron hasta el altar del templo para llevar un ramo de flores a la virgen con el que agradecieron su protección durante todo el año. "Recibe estos ramos de flores que le ofrecemos y que hoy que es día de fiesta nos ayudes a celebrarlo con alegría e ilusión", decía a modo de portavoz una neska.

Madrugadores y noctámbulos recorrían las calles del Casco Viejo para realizar el tradicional poteo antes de reponer fuerzas para una tarde en la que la música de las txarangas fue la protagonista. Los habituales pasacalles se encargaron de desperezar a los más dormilones, que veían en la cama su más fiel aliada para reponerse de todos sus males.

Todos al Casco A mediodía, los aguraindarras se animaban a subir desde los barrios, donde la fiesta casi pasa desapercibida, a la almendra medieval. El esperado encuentro con familiares y amigos y los primeros vermuts hacían de la fiesta algo especial. Los gigantes recorrieron las principales calles del Casco Histórico acompañados de la banda de música local, que animó a vecinos y visitantes a sumarse a la fiesta. Mientras, en la plaza, y cuando el cielo dejaba escapar unos tímidos rayos de sol, el grupo Azabache se arrancaba con una cumbia y ponía a bailar al gentío que se arremolinó para degustar los pintxos servidos por un servicio de catering de la localidad. Sidra va, sidra viene, a más de uno le entraron ganas de juerga y hubo quien incluso se animó a hacer los coros a las tres jovencitas cantantes.

Por la tarde, las propias cuadrillas fueron las protagonistas. Resultaron convincentes para con el resto de sus vecinos. Si ellos dicen que hay fiesta, nadie lo pone en duda y, aunque que con menos gente que en la primera noche, Agurain pasó en unos pocos minutos de la molesta resaca matutina a una nueva tarde-noche-madrugada de brindis, paseos, copas y música, mucho música.

La tranquilidad fue la nota dominante durante la mayor parte de la tarde, en la que los pequeños encontraron aliciente en las barracas. El toro de fuego infantil en la plaza de San Juan dio rienda suelta a las sensaciones fuertes en una jornada preludio del lunes donde los vecinos serán los auténticos amos de la fiesta. Todavía quedan muchos días para que las fiestas se conviertan en lo que deben ser, un lugar para el reencuentro con los propios vecinos y de calurosa acogida a los que vienen. Agurain dejó claro que sabe vivir las fiestas.