vitoria. Se atrevería a lanzarse al vacío desde un precipicio con un traje alado? Antes de responder, mejor que se lo piense dos veces. Sobre todo después de los últimos accidentes mortales ocurridos tras la práctica del llamado wingfly o wingsuit, un deporte de alto riesgo que combina el paracaidismo y el salto base con la adrenalina a raudales. El sueño de Ícaro se hace realidad con este deporte extremo que consiste en planear como pájaros sobre el perfil de una montaña, y también muy cerca del suelo y de los árboles, a más de 170 kilómetros por hora, desplegando un traje con unas alas en brazos y piernas que, mediante unas entradas de aire, consiguen la presurización.

Una práctica que ha sembrado la alarma en Francia tras la muerte de cinco de esos hombres-pájaro este verano. Desde el mes de julio han perdido la vida, además del deportista catalán Álvaro Bultó, -que falleció la pasada semana en los Alpes suizos- un aventurero alemán, otro polaco, dos franceses y dos británicos, uno de ellos el doble que dio vida a James Bond en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres.

En Euskadi también hay muchos aspirantes a hombres-pájaro aunque no haya practicantes declarados de wingfly. "En la federación vasca de deportes aéreos contamos con cerca de 700 federados en los tres territorios. Pero el wingfly no es una modalidad deportiva y nosotros no tenemos ningún federado, al menos que nos conste, que practique este tipo de deporte extremo. Sin embargo, en paracaidismo, tendremos alrededor de setenta personas", declara José Antonio Lejarza, presidente de la Federación vasca de Deportes Aéreos que integra actividades como el parapente, paramotor, ala delta, aerostación, paracaidismo, vuelo con motor y aeromodelismo. "Que no son deportes extremos en ningún caso", precisa Lejarza.

Mikel Agirrebeitia, instructor de la escuela de parapente de Orduña y uno de los pioneros del vuelo libre en España, admite conocer a un par de practicantes de wingfly, pero siempre tirándose desde una avioneta. "Aunque además de dejarse caer desde un avión que vuela bajo, también pueden tirarse desde un acantilado o una cumbre vestidos con su atuendo de murciélago para volar muy cerca del contorno de una montaña a lo largo de varios kilómetros, antes de aterrizar con un paracaídas", describe este avezado deportista.

Ambos pilotos aseguran, sin embargo, que el wingfly no tiene nada que ver con el paracaidismo "ya que esta modalidad es una actividad extrema que requiere mucha práctica, mucho conocimiento y mucha experiencia". Los expertos coinciden en que se trata de una práctica muy técnica y la comparan a la Fórmula Uno, donde cualquier fallo puede ser fatal porque hay demasiadas opciones de que algo no salga bien a tanta velocidad y planeando tan cerca del relieve de la montaña.

Uno de las handicaps, el precio

El coste de andar entre nubes

Euskadi es una comunidad con muchos aficionados a surcar el cielo y experimentar la sensación de volar. Y aunque la meteorología no juegue a nuestro favor, es un lugar idóneo para practicar, por ejemplo, parapente. "Una gran ventaja es la orografía. Al ser una zona montañosa y disponer de costas y laderas, es muy propicia para la práctica de parapente, por eso tenemos bastantes federados. Sí que es cierto que hay otras especialidades como la de los ultraligeros, donde se requieren zonas más llanas para hacer aeródromos,... y entonces se practica menos", señala Lejarza, quien asegura que el deporte aéreo agrupa especialidades de tierra como el aeromodelismo o de aire como parapente o ala delta. Mezclarse con las nubes sale caro. El elevado riesgo no es el único handicap para aventurarse en el deporte que ha costado la vida a Álvaro Bultó. Su alto coste es otra gran desventaja. Mientras atreverse a iniciarse con un vuelo en parapente, -siempre, desde luego como tripulante de la mano de algún experimentado piloto, puede rondar los ochenta euros, y los primeros pinitos con un ala delta algo más de cien, conseguir un traje de hombre-pájaro sube de 1.500 euros.

Es el precio que hay que pagar para hacerse con una pieza de tres alas: dos en los brazos y una en las piernas, simulando una cola, con los que se puede planear. "Básicamente, el wingsuit convierte la fuerza vertical de la caída libre, en velocidad horizontal. Existen trajes muy diferentes en el mercado con los que te pueden mantener varios minutos en el aire y algunos datos aproximados muestran unos dos metros de avance por cada metro descendido", según explica Valdés Arribas, instructor de wingsuit del centro de paracaidismo Skydive BCN.