vitoria
San Martín aguarda como si fuera maná la lluvia de actividad que promete el traslado de los funcionarios del centro a las nuevas oficinas técnicas que se están levantando en el barrio. Sólo la obra ya está revalorizando las lonjas y ha renovado el interés por implantar negocios en locales que llevan años hibernando. Por eso, el Ensanche teme la llegada del año 2015 como si fuera el cataclismo. Sus comerciantes y hosteleros están convencidos de que el edificio de ventanilla única arrastrará consigo un trajín brutal de trabajadores y ciudadanos, dejando sin sangre el corazón neoclásico de Vitoria. A no ser, claro está, que para entonces los responsables políticos hayan buscado y tomado medidas que eviten la desertización. Pocos creen en esta posibilidad. Quienes aguantan el tirón en el cogollo gasteiztarra advierten de que el centro comenzó a agonizar por las propias políticas municipales y coinciden en que esta última iniciativa podría ser la estocada final. Hay muchísimo miedo, enfado colectivo a manos llenas y poca esperanza.
La dueña de Joyerías Jolben y nueva presidenta de Gasteiz On, Marta Bengoechea, se aferra a su sonrisa pero sin ocultar la preocupación del gremio por la futura desaparición de los trámites municipales en el centro de la ciudad. "No es sólo porque se vayan los funcionarios, sino por el movimiento que conllevan las oficinas. El ciudadano hace el papeleo y se toma un café, pasea, compra algo...", explica. El Ayuntamiento ya ha comunicado a la asociación de comerciantes que ella lidera "que está trabajando en un plan" para que esos inmuebles que queden vacíos se llenen de nuevos contenidos que eviten la defunción de la médula espinal de Vitoria. Sin embargo, acciones concretas aún no hay. Y el tiempo empieza a correr en contra, mientras el Ensanche pierde a pasos agigantados atractivo comercial. "La desertización es ya evidente", lamenta esta profesional, "porque el precio de los locales es tan elevado que exige unas ventas tremendas para mantenerse, y al final hasta las franquicias han empezado a marcharse".
Si los pequeños negocios aguantan el tipo es porque "en ellos los comerciantes tenemos nuestra vida". Marta pertenece a la segunda generación de Joyerías Jolben y tiene claro que la persiana seguirá levantada mientras le queden fuerzas "porque no se puede tirar el esfuerzo de tantos años por tierra", pero lamenta que haya más trabas a la revitalización que soluciones. "La calle General Álava es un caso muy claro. El tranvía ha hecho daño pero es incuestionable que ahí seguirá, ya no se puede dar marcha atrás, así que ¿por qué no plantear, por ejemplo, una restricción de los tiempos de paso? ¿Quién podría imaginarse que en la Gran Vía de Bilbao hubiera un tren que acaparese toda la arteria?", se pregunta. La contudencia de la presidenta de Gasteiz On acaba con un desafío para Javier Maroto. Que su reto de aquí a final de legislatura sea "levantar de nuevo el centro de Vitoria, pues es obvio que hay un problema y no todo es la Green Capital".
Revistas Pinedo nació antes de que a la ciudad le crecieran las extremidades, hace más de ochenta años. Fundó este pequeño local el decimonónico Pedro Alonso y las siguientes generaciones fueron tomando el testigo hasta convertirlo en institución. El biznieto Jorge Fernández de Pinedo lleva ahora las riendas, pesaroso por el devenir de un eje otrora trepidante. "¿Que si se desertizará el centro con las nuevas oficinas? ¿Pero es qué puede estar más desértico?", inquiere. El comerciante lamenta las "muchas medidas que se han adoptado en contra" del Ensanche, aunque no fuera voluntad de sus impulsores perjudicarlo. "El traslado de Caja Vital a Salburua fue el inicio de nuestro declive, aunque la apertura de los grandes centros comerciales ya había hecho daño. Luego entró el tranvía por General Álava, que no deja gente y sí perjudica. Se prosiguió con la peatonalización masiva con la idea de buscar una ciudad más amable, pero no se encontró el equilibrio...", enumera. Ahora, la amenaza se erige al otro lado de la Avenida de Gasteiz, en San Martín. A su juicio, "es evidente que fue una mala idea sacar a los funcionarios del centro y pagaremos las consecuencias".
Será porque en estos tiempos que corren cuesta confiar en los políticos, pero Jorge duda de que para cuando la mudanza se haga efectiva el Ayuntamiento tenga preparado un plan que mantenga el pulso comercial del cogollo gasteiztarra. "No creo que vaya a haber ninguna solución. Y a mi negocio viene mucho funcionario, así que...". Imaginar el futuro cuando pinta tan sombrío resulta un ejercicio doloroso, aunque también lo es observar el presente de la calle Dato. Sus baldosas rotas y el desconchado mobiliario poco tienen que ver con el lustro de antaño. "En su tiempo el Ensanche pudo estar mimado, pero hoy en día no. Ahora los cariños se los lleva el Casco, donde además los comerciantes tienen ayudas que aquí no recibimos", advierte el dueño de Revistas Pinedo. Además, "está la crisis", que se ha pegado al sector servicios como una lapa. Un cóctel que sólo digieren los valientes.
Por suerte, haberlos los hay y en grandes cantidades en el centro de la ciudad. Al otro lado del escaparate seductor de Blondie, Yolanda Mendaza resiste las vacas flacas ante un declive que empezó a hacerse más evidente "hace unos tres años". El día en que expiraron los Cines Guridi presintió que sería difícil tocar más fondo, pero a falta de dos años para que desaparezcan las oficinas municipales del Ensanche se pregunta qué va a ser de su negocio, del gremio y de la propia Vitoria. "¿Qué es lo que vamos a hacer?", se pregunta, "¿irnos a San Martín con eso de que allí se podrá hacer negocio?". Es una posibilidad, pero no la baraja. "No podemos abandonar el centro, porque es el motor de la ciudad, aunque algunos se empeñen en apagarlo", sostiene, con decisión.
Yolanda ha tenido la suerte de que el casero le rebajara el alquiler, pero aun así el precio de la lonja es muy exigente. "Y si a eso le sumas la crisis y el tiempo que hemos tenido este año... Imagínate cómo aguantamos, como podemos", apostilla. Además, a la comerciante le molesta tener que cumplir tantas obligaciones con el Ayuntamiento mientras la institución llega a desentenderse de las suyas. El otro establecimiento que tiene abierto en la calle Correría está comido por la carcoma porque la casa superior, que es de propiedad municipal, tiene una plaga. "Y ha pasado un año y el Ayuntamiento no ha hecho nada", reprocha. Otro que tiene al Consistorio de vecino, aunque en su caso sin problemas, es David Oca. Tras la barra del Izartza, en la Plaza Nueva, el hostelero muestra su extrañeza por la decisión de llevar las oficinas municipales fuera del Ensanche. "Probablemente Vitoria sea la única ciudad del mundo donde se descentralicen estos servicios", apunta. A su juicio, es una medida "desacertada" que perjudica al eje Dato-San Prudencio-General Álava, un área que "ya no tiene vida". El joven se pregunta por qué otras localidades próximas como Bilbao o Logroño han sido capaces de llenar sus arterias principales "de pequeños negocios y grandes marcas", mientras que el corazón de Gasteiz se vacía. "Aquí parece que las medidas se toman a la contra. Y encima, para colmo, tenemos edificios vacíos, como el del Banco de España, que podrían intentar aprovecharse". Ahora, ya es demasiado tarde. Tan sólo queda esperar, exigir y confiar.