uN sol de justicia acompañó ayer a una de las citas ineludibles en el calendario festivo alavés de los últimos años; el Artzain Eguna de Araia. El buen tiempo reinó en una feria con más de una década de existencia y en la que los asistentes respondieron en masa y abarrotaron desde primera hora de la mañana el recinto festivo de la localidad alavesa. El aroma dulzón de las rosquillas impregnaba el ambiente, aunque el gran protagonista fue el olor a queso de Idiazabal.

Las hileras de coches estacionados en los márgenes de la carretera a la entrada al municipio constituían el primer síntoma de que la convocatoria gozaría de gran repercusión. Superado el trance del aparcamiento, labor ardua ya que todos los huecos aprovechables cotizaban al alza, las corrientes de peatones encaminaron sus pasos hacia el barrio de Andra Mari, epicentro de la fiesta. Todos querían estar con ellos. Con los pastores y sus quesos.

Araia era el lugar de la cita ineludible con la tierra, el ganado y sus gentes, pero sobre todo con ese producto lácteo que tan bien se hace en nuestras tierras. Un particular aroma que consiguió atraer a la pequeña localidad de la Llanada a más de 6.000 personas deseosas de no perder detalle alguno de los más de 60 puestos de la feria. El ansia por degustar un pedazo de queso aumentaba a medida que los visitantes se acercaban a la ermita, donde se llegaron a repartir de manera gratuita hasta 60 kilos de quesos de los diferentes productores de la zona. José Mari y María Jesús tan sólo tuvieron que esperar "un par de minutos" para hacerse con su preciado botín, un trozo lunar que no dudaron en acompañar con vino él y con sidra, ella.

Algunos no desaprovecharon la ocasión para llenar la cesta con distintos artículos, como Rosendo Ortiz, que se llevó para casa pastel vasco, pan casero "y unos pendientes de regalo para la mujer", para minimizar la bronca que ya presagiaba, puesto que "me he escapado de casa sin decirle nada". Otra que no salió de allí con las manos vacías fue Angelines, que se hizo con un jabón natural "bueno para todo tipo de dolencias" y unos pequeños "adornos para un rinconcito de la casa que todavía tengo sin decorar". Y es que, como no sólo de queso vive el hombre, los asistentes a la feria disfrutaron de lo lindo curioseando entre los puestos que inundaban la calle principal con todo tipo de alimentos, como chorizo, miel, rosquillas o vino, además de un sinfín de fruslerías.

Ya con el estómago lleno, los amantes de la feria se acercaron hasta la plaza, donde reposaban las dos hileras de troncos dispuestas para el certamen que comenzaría a mediodía. Cilíndrica, cuadrada y redonda. Así eran las tres piedras de cien kilos a las que se enfrentaron el joven Aitor Oiarbide, de Etxarri Aranaz, y Xabier Igoa, el maestro, de Larraun. Con la primera de ellas, la cilíndrica, ambos harrijasotzailes consiguieron doce alzadas en un minuto." Un total de 1.200 kilos en un minuto. Ahí queda eso", comentaba por el micrófono el animador del evento. Los deportistas cargaron una y otra vez con las ocho arrobas, ante un entregado público que aplaudía el esfuerzo y que trataba de guarecerse en la sombra ante el sol de justicia de la plaza. "Tienes que estar muy en forma para levantar esto, aunque estos son jóvenes y todavía tienen mucha fuerza", comentaban entre ellos dos jubilados.

El plato fuerte del herri kirolak llegó de la mano de Eneko Saralegi, de 20 años y vecino de Leitza, y de Eloy Corchero, de la misma edad y de Araia. Ambos se enfrentaron para ver quien cortaban diez kanaerdis en el menor tiempo posible. Saralegi fue el encargado de elegir hilera de troncos. Los primeros leños apenas ofrecieron resistencia a los contendientes, que despacharon sus hachazos con soltura. En el tronco número cinco, a mitad de prueba, la cosa se puso muy cuesta arriba y cada vez que aparecía un nudo en el corazón de los leños, los acompañantes de los aizkolaris recrudecían sus gritos de ánimo. Al final, Corchero se alzó victorioso en el reto al cortar los diez troncos en un tiempo de 33 minutos y 22 segundos, frente a los 34 minutos y 53 segundos de Saralegi. Eso sí, los dos recibieron el caluroso aplauso y las felicitaciones del cuantioso público que disfrutaba del espectáculo.

Conforme avanzaba el día, el gentío se fue agolpando entre los puestos y los bares de la localidad, uno de los lugares más socorridos para buscar la sombra y hacerse con algo fresco para mitigar el sofocante calor reinante de la mañana. También contribuyeron a mantener el ánimo festivo los txistularis locales y los bertsolaris congregados en el recinto: Ohiane Perea y Sebastián Lizaso.

En ese ambiente de alegría y buen humor, llegaron los dos platos fuertes de la jornada. Primero, el Concurso de Quesos de Pastor, que esta vez ganaron los hermanos Audikana. Y después, ya por la tarde cuando la temperatura era menos asfixiante, el concurso de perros pastor. Un año más, los canes demostraron su destreza en el manejo del rebaño y dieron buena cuenta de su obediencia para con sus amos. Leze eta Sorgin, Riki, Argi, Laika, Suit, Seiko, Mendi y Lodi, llegados de localidades tan dispares como Ilarduia, Sojo, Aramaio, Okondo, Areta, Laudio u Olabezar, hicieron las delicias del público, pero sobre todo de los más pequeños.

El Artzain Eguna de Araia se convirtió un año más en una cita imprescindible con la que se pretende "contribuir a la labor de potenciar el queso de nuestros pastores, que está demostrando que es, no sólo el mejor de Euskal Herria, sino de todo el Estado". Kepa Gordejuela, miembro de Auzolan Andra Mariko Batzarra y organizador del evento mostró su satisfacción por la jornada, que además permite "dar valor al trabajo de los pastores y que se sientan reconocidos".