vitoria. Iñigo Ansola es director general de URA, la Agencia Vasca del Agua. Ésta es la institución encargada de la política de gestión del líquido elemento en la CAV. Entre sus funciones están el cuidado de su calidad, hacer respetar los caudales en cada época del año, la recuperación de la forma natural de ríos, estuarios o humedales, o la vigilancia para tratar de garantizar la seguridad de las personas e infraestructuras ante fenómenos como las crecidas de los ríos.

La Agencia Vasca del Agua tiene como objetivo llevar a cabo la política del agua en Euskadi. ¿Cuáles son sus objetivos?

En síntesis, URA es una agencia medioambiental adscrita al Departamento de Medio Ambiente y Política territorial del Gobierno Vasco que tiene como cometido principal cuidar la salud del medio hídrico en Euskadi. Dicho de otra forma, nuestro cometido no es otro que el de dar respuesta eficaz a tres áreas de trabajo que están relacionadas entre sí: el buen estado de las masas de agua, gestionar el riesgo de inundación y fomentar un abastecimiento universal en Euskadi eficaz, eficiente y medioambientalmente sostenible.

Hablaba del buen estado de las masas de agua? ¿En qué se concreta?

Cuando decimos que velamos por la conservación y la recuperación del buen estado de los ecosistemas acuáticos del territorio, decimos que como país hemos de ahondar en el control y minimización del impacto de nuestra actividad sobre las masas de agua y sobre su entorno natural asociado.

Al respecto, ¿qué situación presentan los ríos vascos?

En el País Vasco la situación de la calidad del agua de los ríos y estuarios ha mejorado notablemente. Muchos tramos antaño contaminados tienen ahora un estado mucho mejor. Se nota, por tanto, el efecto de las grandes inversiones hechas en saneamiento y depuración.

Sin embargo, es de suponer que las masas de agua han sufrido alteraciones muy importantes cuyas consecuencias persisten?

Así es, por desgracia. Venimos de unos años en los que hemos generado una acusada pérdida de naturalidad en nuestros ríos, estuarios, humedales... Ahora nos toca conservar lo que está bien y recuperar lo que podamos.

Entiendo que queda mucho por hacer.

En relación al saneamiento, vertemos el agua usada en mejores condiciones que lo hacíamos hace no muchos años. Y ello se ha reflejado en el estado de muchas masas de agua en Euskadi, con la mejora de la calidad o la recuperación de la presencia de fauna y flora, que indican que vamos por el buen camino. Recordemos la Ría en Bilbao o el Oria hace escasos 30 ó 40 años? Por otro lado, detraemos agua del medio respetando más las necesidades de éste; somos más conscientes de la importancia de respetar los caudales para cada época del año y permitir así a los ríos conservar su vigor ecosistémico. Cada vez hacemos un uso más eficiente del agua, lo que deriva en un mayor respeto de los caudales ecológicos y una mayor garantía en los sistemas de abastecimiento.

Pero, las afecciones medioambientales persisten en los ríos?

Sin duda. Decía que vamos por el buen camino, pero nos queda mucho por recorrer para lograr el buen estado ecológico de nuestros ríos, estuarios... De cara a los próximos años, además de no bajar la guardia en la mejora de la calidad y la cantidad del agua de los ríos, el gran reto que hemos de afrontar es la recuperación de su morfología. Es decir, devolver el medio fluvial a su estado natural en la medida de lo posible. Por ejemplo, retirando coberturas o eliminando obstáculos del curso fluvial, respetando los espacios que corresponden a los ríos, poniendo en valor la vegetación de ribera, velando por la continuidad e integridad de las riberas, entre otras. Y es que, si bien hemos avanzado notablemente en la concienciación sobre la necesidad de velar por una calidad de las aguas o por la necesidad de no secar los ríos respetando sus caudales, no hemos terminado de comprender que la conservación de los espacios asociados a los ríos -riberas, vegas de inundación- es fundamental para el buen estado ecológico de los ríos.

Vamos, que no se ha actuado como requiere la propia naturaleza.

Me temo que como país no hemos sido lo suficientemente ágiles para detener la artificialización de los ríos. En mi opinión, es una prueba de que en el pasado no hemos interiorizado la importancia de respetar la naturaleza y no hemos comprendido la afección que supone para un río su artificialización con paredes en la ribera, la generación de lezones protectores, la ocupación de las vegas más inmediatas, el encorsetamiento físico de los ríos? Aunque también he de decir que es indudable que la situación está cambiando. Para dar la vuelta a esta situación, hemos de fomentar la recuperación de los costes ambientales que implican tanto los vertidos a dominio público, como la detracción del agua del medio o como la ocupación del dominio público hidráulico. Sin duda, una buena herramienta para que entre todos cambiemos nuestra relación con el medio hídrico para preservarlo, para respetar su capacidad de renovación?

En esa tesitura, ¿se incluye el riesgo recurrente de inundaciones?

Sin duda. Nos enfrentamos a una de los mayores retos como país, la prevención de inundaciones. Dada nuestra orografía, nuestra ocupación del territorio y el comportamiento de nuestros ríos, es esencial que actuemos para disminuir el riesgo de inundación. Y en eso estamos, trabajando con tesón. Para ello nos encargamos de promover una gestión del riesgo por inundaciones que vele por la seguridad de las personas. Tanto en la prevención del riesgo de inundaciones , como en la minimización del riesgo existente -impulsando la implantación de medidas de alerta temprana y ayuda a la decisión en episodios de avenidas; y, proyectando y ejecutando las infraestructuras de contención o reconducción que resulten necesarias para aminorar el riesgo al que actualmente estén sometidos los asentamientos de población y sus bienes. Siempre del modo más respetuoso posible con el principio de conservación y mejora del buen estado ecológico de las masas de agua-.

Y dentro de ese contexto, ¿qué se puede hacer?

Lo esencial es que interioricemos que las crecidas son un fenómeno natural y que hemos de respetar los espacios de los ríos, evitando que en el futuro los nuevos barrios, zonas industriales e infraestructuras se sitúen en áreas de riesgo; y disminuir el riesgo de inundación en las zonas actualmente expuestas a estos fenómenos. En este sentido, se está realizando un gran esfuerzo de forma coordinada con los ayuntamientos. A su vez, en colaboración con la Dirección de Atención de Emergencias y Meteorología del Gobierno Vasco, se ha avanzado mucho en el perfeccionamiento de los sistemas de alerta, la predicción de las inundaciones y la mejor atención de estas emergencias. Sin embargo, el riesgo cero no existe y siempre se podrá mejorar.

Este año ha llovido con intensidad y en Álava algunos pueblos se han visto afectados por las crecidas. Al respecto, persiste la creencia de que la gestión de los embalses ha podido incrementar la afección a los pueblos?

Este año 2013 ha sido especialmente intenso en la precipitación recogida en Euskadi en general y en el Zadorra en particular. Los embalses alaveses han sido claves para retener agua en el vaso del embalse y permitir un nivel de la lámina de agua del Zadorra aguas abajo significativamente menor en los momentos en que más estaba precipitando. Es decir, los embalses han retenido un gran volumen de agua y han impedido que se aneguen las vegas de inundación del Zadorra tan gravemente como hubiera ocurrido sin regulación y manejo de los embalses. Dicho de otra forma, las áreas que se han podido ver afectadas hubieran sido mucho mayores sin la labor de laminación de los embalses. Para abordar el efecto de los embalses en las inundaciones, en concreto los del Zadorra, existe una comisión interinstitucional que vela por conjugar el mantenimiento de un adecuado nivel de garantía del abastecimiento de agua potable con una adecuada protección de las personas y bienes frente a las inundaciones.

Al respecto, parece necesaria una labor de concienciación.

Nos consta que hemos de insistir en explicar una gestión notable, que este año ha dado unos resultados excelentes y con la que se trata de proteger al mayor número de personas e infraestructuras; hemos convocado a representantes de los pueblos y de la UAGA para explicar cuál ha sido la gestión y volveremos a explicarlo cuantas veces sea necesario. Porque, sinceramente, la gestión de los embalses ha sido muy buena y ha evitado inundaciones muy importantes en el Zadorra, aguas abajo del embalse.

En muchos pueblos señalan a la no limpieza de los ríos como un factor determinante que explica en buena medida las inundaciones.

Sí, me consta que es un argumento que en las reuniones celebradas con los pueblos sale a colación. Me gustaría poder introducir unas matizaciones. Por un lado, tendríamos que definir qué es una limpieza de río. Partamos de que la vegetación de ribera es río que cumple unas funciones ecosistémicas muy importantes, de que los ríos presentan una dinámica de erosión y sedimentación constante y de que los ríos crecen recurrentemente como parte de su comportamiento natural; y la mal llamada limpieza de ríos ha de respetar esta realidad, tanto por funcionalidad ecológica como económica.

¿Entonces?

URA habla más de mantenimiento y recuperación ambiental de los ríos. Dispone de un servicio que trabaja en la recuperación y restauración ambiental de márgenes y cauces; y que adicionalmente, trabaja en la eliminación de elementos acumulados como troncos, voluminosos o residuos sólidos de gran porte que puedan obturar un meandro, el ojo de un puente y que puedan por tanto provocar una inundación. Tengamos en cuenta que la casuística es muy amplia y no es lo mismo el tratamiento que requiere un río artificializado y encajonado como podría ser el Nervión a su paso por Llodio, que un río en un entorno natural. De hecho, el mantenimiento de estos últimos no es necesario, es el propio río el que se autorregula. En el caso de los ríos más artificializados, sí es necesario hacer un seguimiento mayor para velar por su capacidad hidráulica y evitar así posibles crecidas de la lámina de agua. En el caso de las zonas agrícolas de Álava, hemos de ir de la mano, URA y agricultores. La realidad de los ríos es que recurrentemente crecen, que la vegetación de ribera mejora la calidad del río y fija riberas; hemos de ir de la mano y respetar en la medida de lo posible el espacio de expansión que es del río, haciendo que los usos que en ellos fijemos no entrañen riesgos ni perdidas en caso de crecidas. Entiendo a la agricultora y al agricultor que se ven afectados por una crecida. Pero no es posible ni sostenible -tanto ecológica como económicamente- defender las áreas de cultivo aledañas a un río, sitas en las vegas de inundación de un río. En aguas altas, el agua recobrará su espacio, y hemos de gestionar esas tierras de forma que su uso agrícola integre la crecida en ellos.