desde que en el año 2006 fuese declarada Parque Natural por el Gobierno Vasco, el área de Aizkorri-Aratz ha atraído a un número creciente de apasionados del senderismo y la montaña, procedentes de todos los puntos de la geografía vasca y del Estado. Sin duda, el entorno que se presenta a los ojos del visitante, salpicado por hayedos y robledales espectaculares, amplios valles y escarpadas formaciones rocosas, merece este reconocimiento. No obstante, por desgracia, esta zona que hace frontera natural entre Álava y Gipuzkoa se ha hecho más famosa en los últimos meses por el gran número de accidentes de los que ha sido escenario. El último tuvo lugar este pasado sábado, cuando una vecina de Gasteiz de 47 años fallecía cerca del macizo de Aizkorri tras despeñarse por un cortado de 30 metros de altura. En ese momento, la montañera regresaba al aparcamiento de Zumarraundi, la conocida como plataforma de los Petroleros, y que es el punto de partida para muchos alaveses que cada fin de semana suben a esta cima, al Aratz o al túnel de San Adrián. Lamentablemente, nunca llegó a su destino. Al margen de ésta, el parque natural se ha cobrado dos vidas más en los últimos doce meses. Además, el helicóptero de la Brigada Móvil de la Ertzaintza ha tenido que intervenir en la zona al menos en seis ocasiones más para rescatar a otras tantas personas heridas.

Los datos chirrían porque no se trata de una zona de tránsito dificultoso o de especial peligro para quienes acuden a pasar un día agradable a la montaña. Un parque natural, cabe remarcar. ¿Cuál es el problema entonces? DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha acompañado a cuatro voluntarios de la Asociación de Ayuda en Carretera (DYA) para conocer in situ el terreno y los problemas que pueda presentar. Para Kepa Gordo, que también es un experimentado montañero y ejerce de guía del grupo, son muchos, el más importante de ellos la deficiente señalización de la zona alavesa del parque. Le acompañan Bitxor Recalde, con más de diez años de experiencia como voluntario, y las jóvenes Mónica Bonilla y Laura López.

El recorrido arranca en Araia y la expedición está formada por dos todoterrenos, prácticamente imprescindibles para acceder por carretera a la entrada principal del parque, la ya citada plataforma de los Petroleros. Ni una sola señal indica donde se encuentra este lugar. Pero en este caso, lo peor son los impresionantes baches que agujerean la senda, un camino por el que, no hay que olvidar, también tienen que transitar ambulancias y equipos de rescate cuando una persona resulta herida en el monte. Los socavones obligan a frenar el paso. "Y esto es de lo mejorcito que hay", avisa el guía, cuando apenas acaba de arrancar la ruta. Poco antes de llegar al aparcamiento, un coche con dos trabajadores que se dedican a realizar labores de albañilería en el área de Urbia se cruzan con la comitiva. El más veterano se alegra de la presencia del fotógrafo y el periodista. "Ya era hora, porque esto es una vergüenza", advierte. Su acompañante, el copiloto, asegura que tiene la espalda "machacada".

A raíz del boom del parque, incluso autobuses repletos de turistas son habituales en la zona. Y éste es uno de los principales problemas, una "masificación" que, a juicio de Gordo, puede tener consecuencias. "Siempre ha habido mucha gente aquí, pero ahora hay más porque tiene más tiempo libre", analiza el voluntario. Las dificultades surgen porque muchos son inexpertos y la información sobre el parque natural prácticamente brilla por su ausencia dentro de sus límites. Tanto al hablar de mapas como de señalización. El propio Kepa se acerca habitualmente a la oficina de turismo más próxima, la de Agurain, para pedir planos de la zona y entregárselos a los viajeros que se acerquen. "Hay muy pocos", lamenta. "Me duele mucho la falta de información. Hay catalanes que vienen aquí porque han visto que existe el parque en Internet y una vez aquí no saben a qué atenerse", denuncia. A esto se suman los "despistes, muchas veces originados por el desconocimiento", y que son responsables de la gran mayoría de los accidentes. Muchos peregrinos transitan también por esta zona, al ser parte del Camino de Santiago, y más de uno se ha perdido en el intento.

Una vez en Zumarraundi, el aparcamiento que, cómo no, también está repleto de socavones, comienza la ruta a pie. Hay varias sendas posibles, pero ninguna señal ni panel explicativo que aclare hacia dónde se puede acudir. "Si quieren fomentar el turismo, deberían adecentarlo un poco", denuncia Bonilla. A propósito de los baches, Recalde recuerda que muchas de las lesiones que los montañeros se producen tras un accidente pueden agravarse al recorrer en ambulancia un trayecto completamente agujereado.

Una vez en pleno monte, en la senda que conduce tanto al túnel de San Adrián como al Aizkorri, las señales siguen brillando por su ausencia. El camino, rodeado de impresionantes simas, puede ser peligroso si no se toman precauciones, especialmente ahora que el rocoso terreno está embarrado y resbaladizo. "No digo que haya que poner vallas en todas partes, pero aquí estaría bien", apunta Gordo señalando hacia una de las cavidades más profundas que presenta el terreno. La señalización con pintura de colores que debe haber en los árboles para marcar la ruta también desaparece en ocasiones y es "prácticamente nula" para realizar el camino de vuelta. Alcanzada la antigua calzada romana, a mitad de camino, un poste clavado en la tierra es el único recuerdo de lo que antes debía ser una señal. "Una vez alguien, con su buena fe, se la encontró en el suelo y la puso marcando hacia el otro lado", recuerda Kepa. Esta vez ni siquiera queda cartel. "Cuanto más arriba se va subiendo, más problemas hay", certifica el voluntario. Una realidad que contrasta con la zona guipuzcoana del parque, "donde sí han hecho bien los deberes". Un poco más arriba habrá oportunidad de comprobarlo.

Una nueva bifurcación se presenta en el camino, la que separa los caminos hacia Aizkorri y hacia el túnel de San Adrián. Apenas una piedra amarilla incrustada en el suelo marca esta última ruta, parte del Camino de Santiago. "¿Qué pasa si hay nieve?", pregunta Recalde. Una vez cruzada la muga con Gipuzkoa, un moderno poste con hasta siete señales -en la foto de esta página- consigue por fin orientar perfectamente al inexperto. "Esto es un ejemplo de buena señalización", certifica Gordo. La pregunta que surge es evidente. ¿Quién es el responsable de colocar estas guías? "Al final, se pasan la pelota de una a otra institución", denuncia. Y en consecuencia, como suele decirse, la casa sin barrer. "Lo único que han señalizado bien en la zona alavesa es el coto de setas, que me parece una auténtica vergüenza".

Perderse en el monte es, según explica Gordo, uno de los motivos principales de que posteriormente se produzcan desgraciados accidentes. "Te pones nervioso, te mueves, vas a donde no debes ir y acabas teniendo un problema grave", explica el voluntario. De ahí, la importancia de que haya una señalización en condiciones. "Hasta que arreglen esto, si vienes aquí, mejor sube por Aranzazu", el acceso guipuzcoano, recomienda Bonilla.

Una vez concluido el camino, Gordo también realiza un llamamiento a las instituciones para que fomente la "coordinación" de los distintos grupos de voluntarios que operan en el territorio, como la DYA o la Cruz Roja, con la Brigada Móvil de la Ertzaintza. El helicóptero, está claro, "es lo mejor" para rescatar a un montañero herido, pero tiene su base en Iurreta (Bizkaia) y en ocasiones tarda más de lo deseable en llegar a la zona. Un tiempo precioso en el que los voluntarios pueden adelantar trabajo. "Debe dejarse la política a un lado y centrarnos en las personas. Eliminarse tantos protocolos y coordinar todos los medios disponibles. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. A la Brigada no le vas a quitar el trabajo, pero se le puede ayudar", advierte Kepa.