vitoria. ¿Es posible la independencia del movimiento vecinal respecto a la política? La conexión entre ciertos portavoces ciudadanos y el poder municipal en Vitoria ha sido tan evidente, especialmente durante la última década, que resultaría atrevido dar una respuesta afirmativa. Existen líderes vecinales que han formado parte de listas electorales mientras aseguraban defender desinteresadamente a sus barrios. También los hay que se han dejado picar por el gusanillo de un partido para luego regresar a su trinchera de origen como si nada hubiera cambiado. Subalternos, ansiosos de protagonismo o convencidos de que es posible cambiar las cosas desde dentro. Da igual. El caso es que el flirteo entre dos polos a priori opuestos se ha consolidado en nuestra ciudad.
La relación más evidente entre defensa vecinal y política viene de la era de Alfonso Alonso, cuando germinó la actual composición del mapa asociativo de Vitoria. De pronto, tras años de activa oposición ciudadana con perfil de izquierdas y en medio de feroces protestas por asuntos tan memorables como la instalación de la planta de recogida de basuras de Coronación, surgieron asociaciones vecinales en varios de los barrios rebeldes con un discurso mucho más moderado. También la FAVA, hasta entonces con un papel testimonial, tomó fuerza, agrupando a esos nuevos colectivos. Se dice que el PP urdió la estrategia, echando mano de declarados simpatizantes, afiliados o integrantes de sus listas electorales: Fernando Cuesta, Eduardo Inclán, Adrián Ruiz de Austri...
Algunos de ellos siguen hoy al frente de sus asociaciones, aunque desde el Ayuntamiento reconocen que es difícil saber cuántas personas las forman en realidad. Quienes siempre han trabajado al margen de las siglas y cuentan con el apoyo palpable de sus barrios sostienen que son algo así como agrupaciones fantasma, mantenidas en el tiempo por un interés político, acostumbradas a gritar cuando gobierna un partido enemigo, tendentes al silencio si el que lidera la ciudad es el afín. Alonso fue el profesor, dicen, y Javier Maroto se convirtió en un alumno aventajado, con el fichaje de Ángel Lamelas como su asesor vecinal.
Durante la legislatura de Patxi Lazcoz, Lamelas había liderado la FAVA con nuevo brío, consiguiendo unir a asociaciones de muy distinto perfil en contra de proyectos como la estación de autobuses o el auditorio de Euskaltzaindia, con potentes campañas de denuncia en Internet y protestas en la calle. Era contestatario y con carné socialista -aunque dejó la afiliación precisamente por no estar de acuerdo con la política municipal realizada en Vitoria-, por lo que convenía callar su voz. Dicen en el PP que no le ficharon por ese motivo, que fue el propio Lamelas el que se ofreció, pero el exasesor confiesa que no ha podido encargarse de la labor por la que él quiso entrar en el Consistorio. Y ahora regresa a casa, seguramente con ganas de guerrear aunque por ahora mantenga un tono conciliador.
Otro que probó en la política fue Carlos Sevillano, aunque él no llegó a conocer los entresijos del Ayuntamiento. El portavoz de Lakuabizkarra, conocido por su espíritu combativo, se presentó como candidato a la Alcaldía de Vitoria por UPyD las pasadas elecciones. No obtuvo los suficientes votos y, tras un tiempo, regresó al barrio, dispuesto a seguir trabajando por los suyos.