Benedicto XVI se presentó ante el mundo en 2005 como "el humilde trabajador de la viña del Señor"; casi ocho años después, deja su pontificado agotado y "por el bien de la Iglesia". El Papa alemán ha encabezado la Iglesia Católica en uno de sus momentos más difíciles ante el avance de la secularización de la sociedad, los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y la corrupción en el banco del Vaticano. La filtración de cientos de documentos dejó al descubierto, además, luchas despiadadas por el poder entre distintas facciones en el seno de la Curia romana. Benedicto XVI se siente viejo para enfrentar los grandes desafíos que enfrenta la institución.
Ese es el motivo de su histórica renuncia, que se hará efectiva hoy a las 20.00 horas. A partir de ese momento, Benedicto XVI pasará a ser Papa emérito y se apartará del mundo para rezar y meditar en el monasterio mater ecclesiae. "No abandono la Iglesia. Es más, si Dios me pide esto es porque podré continuar sirviendo con las mismas condiciones y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas", ha expresado.
Joseph Ratzinger (Marktl am Inn, Baviera, 16 de abril de 1927), la mano derecha de Juan Pablo II durante casi todo su pontificado, era el favorito para suceder al Papa polaco. Fue elegido en tan solo un día y medio, al conseguir 77 votos de los 115 cardenales electores reunidos en la capilla Sixtina del Vaticano. Fue el octavo alemán en convertirse en papa. Benedicto XVI -nombre elegido en honor de San Benedicto, el fundador del ascetismo europeo-, en cambio, nunca aspiró al puesto y resaltaba que su misión solo era difundir la fe.
A la cabeza de la corriente conservadora, llegó al pontificado con fama de duro, como guardián de la ortodoxia de la Iglesia, y bajo la sombra del carismático Juan Pablo II. A diferencia de su antecesor, a Benedicto XVI se le veía como un papa distante, con un perfil intelectual y académico. Amante de la música clásica, Joseph Ratzinger destaca por su inteligencia y por su vasta cultura. Estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Múnich y fue ordenado sacerdote en 1951. Dos años más tarde se doctoró en Teología con una tesis sobre San Agustín. Tenía 30 años cuando formó parte, como asesor, en el Concilio Vaticano II; con 50 fue consagrado arzobispo de Múnich y Freising. En 1977 fue proclamado cardenal por el papa Pablo VI y, cuatro años más tarde, Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio, un puesto que le convirtió en el protector de la fe.
Indignación en el mundo
Durante sus ocho años de pontificado impuso una rigidez doctrinal y enterró debates como el del celibato de los curas o el papel de la mujer en la Iglesia. Sus polémica no han sido pocas. El mundo islámico se sintió gravemente agraviado cuando, en septiembre de 2006, Benedicto XVI citó en una conferencia al emperador bizantino Manuel II Paleólogo: "Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas", manifestó. Días después pidió disculpas y, en noviembre de ese mismo año, durante un viaje a Turquía, tendió la mano a los musulmanes "para encontrar juntos el camino de la paz".
Los indígenas tampoco acogieron con especial agrado las palabras que pronunció durante su viaje a Brasil en 2007, cuando aseguró que la evangelización de América "no supuso en ningún momento una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña". Diez días después, Benedicto XVI se vio obligado a evocar los "sufrimientos e injusticias" de los pueblos indígenas durante la conquista. Durante aquel viaje también justificó las amenazas de excomunión de ciertos obispos contra los políticos que legalizan el aborto.
Ratzinger indignó a buena parte del mundo cuando, en 2009, a bordo del avión que le llevaba a África, señaló que el preservativo no resuelve el problema del sida. "Al contrario, solo aumentan los problemas", agregó. Para el papa, la única forma eficaz de combatir la enfermedad es la abstinencia. También hirió la sensibilidad de los judíos al levantar la excomunión del obispo británico Richard Williamson, negacionista del Holocausto. Este gesto despertó mucho malestar en Europa y la canciller alemana, Angela Merkel, pidió al pontífice aclarar su posición.
Además, Benedicto XVI instauró, por decreto papal, la celebración de la misa en latín según el rito tridentino, acorde a la liturgia romana anterior a la reforma del Concilio Vaticano II, lo que inquietó al sector progresista dentro de la Iglesia. Asimismo, en 2007, la Congregación para la doctrina de la Fe lanzó un documento en el que reafirma su convicción de que la católica es la única verdadera Iglesia de Jesucristo, una idea que en el pasado irritó ya a los protestantes.
Pederastia
El mayor de los escándalos
Pero sin duda el mayor escándalo que ha tenido que gestionar Benedicto XVI es el que desde hace una década empaña la imagen de la Iglesia Católica: el de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Al poco tiempo de asumir su papado, Benedicto XVI obligó al fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, a renunciar a "cualquier ministerio público" y "a retirarse a una vida de oración y penitencia" por las acusaciones de pedofilia que pesaban sobre él; y en 2010 escribió una carta pastoral a Irlanda pidiendo perdón y admitiendo su "vergüenza" ante los abusos sexuales y torturas cometidos por parte de sacerdotes católicos sobre miles de menores durante 70 años.
Cuando Benedicto XVI asumió su papado conocía bien este tema. Durante 23 años, Ratzinger había dirigido la Congregación para la Doctrina de la Fe y a su oficina comenzaron a llegar, en 2002, informes sobre delitos contra la fe y los delitos graves, entre ellos los de índole sexual. Antes de esa fecha, este tipo de casos se resolvían en las diócesis, la mayoría de las veces con el traslado del religioso. Pero, en 2001, la Congregación promulgó un motu propio redactado por Ratzinger, que atribuía a esta institución la competencia para tratar y juzgar, en el ámbito del ordenamiento canónico, los casos de abusos sexuales contra menores.
Benedicto XVI modificó en mayo de 2010 este motu propio y las normas para los delitos graves, endureciendo las penas canónicas -reforzó las sanciones contra la pederastia con procedimientos acelerados para los casos más urgentes, aumentó de diez a veinte años el periodo de prescripción y condenó la pornografía infantil- al tiempo que pidió a las víctimas y a los obispos, en la carta enviada a los católicos de Irlanda, que denunciaran los casos de abusos a menores ante las autoridades civiles.
A pesar de sus iniciativas, Benedicto XVI también ha fracasado en este cometido y, al final de su pontificado, las asociaciones de víctimas piden de nuevo justicia y reclaman que los cardenales sospechosos del encubrimiento de casos de pederastia no participen en el cónclave. Es el caso del cardenal estadounidense Roger Mahoney, destituido de sus funciones por haber protegido a 129 sacerdotes acusados de abusos sexuales durante sus 26 años al frente de la diócesis de Los Ángeles, del cardenal belga Godfried Danneels, del irlandés Sean Brady, del mexicano Norberto Rivera o del también estadounidense Justin Francis Rigali. Además, uno de los que suenan como papables, el cardenal de Nueva York Timoty Dolan, declaro el fin de semana pasado en la investigación de abusos sexuales atribuidos a sacerdotes de Milwaukee, donde él fue arzobispo entre 2002 y 2009.
Su renuncia
Poder, sexo y dinero
De distante, la imagen de Benedicto XVI ha pasado a ser la de un papa solitario, rodeado de lobos, incapaz de acometer las reformas y la limpieza que se le exigía en la Curia. Tras la filtración de cientos de documentos reservados que dejaron al descubierto las luchas de poder y la corrupción en el banco del Vaticano, el pontífice encargó un informe a tres cardinales. Su resultado habría sido demoledor y habría motivado su decisión de dimitir. Según los medios italianos, el documento revelaría luchas intestinas entre distintas facciones, malversaciones económicas y relaciones sexuales homosexuales en el interior del Vaticano. Benedicto XVI no se siente con fuerzas y quiere dar paso a un papa más joven y enérgico que se encargue de hacer la limpieza que él no pudo. La renuncia ha sido interpretada casi de forma unánime como un gesto de valentía de Benedicto XVI, que deja a su sucesor una Curia necesitada de reformas.