en pleno siglo XXI, el Camino de Santa Teresa marca la diferencia. No hay otra calle en Vitoria, en la ciudad consolidada, que no esté urbanizada. No hay otra donde uno se sienta en pleno campo sin estar en él. No hay otra con semejantes socavones. No hay otra igual. Y lo que le queda. Tras el anuncio de una reforma que no termina de llegar, el gabinete de Javier Maroto ha colocado unos bolardos en mitad de la vía para cerrarla a los vehículos que no sean de los vecinos y que sea de una sola dirección, con entrada y salida por el mismo sitio. Pero esta medida provisional, destinada a dejar fuera a quienes usaban el tramo como atajo, frenar el deteriorado estado de la calzada e incrementar la seguridad de los viandantes, no ha reducido las quejas de los residentes de la zona. Al contrario. A las de antes, ahora se suman nuevas críticas.
Lo que parecía un parcheo positivo con la creación de dos fondos de saco, uno con acceso desde Miren Martínez Sáez del Burgo y otro desde la calle Méjico, resulta que no lo es tanto. Desde la residencia sacerdotal Joaquín Goikoetxeaundia, ubicada en el número 3 del Camino de Santa Teresa, se ha remitido un crítico comunicado al Ayuntamiento. Según dice, el consiguiente cierre en el acceso por Pedro Asúa "empeora" la situación, porque los residentes y trabajadores de la zona padecen los socavones "ya no sólo al salir con el vehículo sino también para entrar". Y los agujeros, profundos muchos de ellos, se cuentan por decenas.
La división diseñada desde el Ayuntamiento también "hace muy peligrosa" la salida de los coches, por la obligada incorporación a Pedro de Asúa y la estrechez de la calzada. De hecho, el camión de la basura ya ha alterado su recorrido para no tener que acceder al Camino de Santa Teresa. "Ya no entra a recoger los residuos", aseguran desde la residencia. Los operarios les han solicitado que lleven las bolsas hasta los contenedores de Pedro Asúa, "que están muy lejos y suponen atravesar los dos carriles de dicha calle". Así que, en definitiva, aunque ahora la seguridad de los viandantes sea mayor, la fórmula municipal ha agravado los viejos problemas que ocasionaba el deplorable estado de la calzada y creado otros nuevos.
La única solución acertada, a juicio de los afectados, es llevar a cabo la urbanización del Camino de Santa Teresa. El problema es que, por ahora, no se dispone de una partida económica para afrontar la reforma. Y eso que la obra lleva anunciándose desde la pasada legislatura, cuando se realizó un proyecto que no sólo incluía al Ayuntamiento gasteiztarra sino también al resto de propietarios del polígono Seminario Sur. El convenio se firmó en 2011, con el Seminario, el Obispado, un dueño particular y las cuatro congregaciones instaladas en la zona (Carmelitas Misioneras, Hijas de la Caridad, Carmelitas Descalzas y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días). A ellos les correspondía urbanizar Pedro Asúa y modificar el vallado del camino de Santa Teresa, con un incremento del espacio público y una reducción de las parcelas. Y cumplieron con su parte. El Consistorio, sin embargo, no.
Los vecinos no puedan entender la inacción municipal. "Es una cuestión de voluntad y no la hay", opina un residente en el buzón ciudadano. "Es vergonzoso el estado. Y la obra está parada desde verano del año pasado. ¿Cómo puede ser?", añade otro. Bildu también se sumó a las quejas a principios de año, pero el gobierno se limitó a señalar que "no hay certeza" de que se pueda contar con una partida para acometer la obra. Y, posteriormente, con la presentación del Presupuesto, a preguntas de este diario, el gabinete Maroto volvió a explicar que sigue sin haber una previsión al respecto. Paciencia.