MADRID. La acción del hombre torna en desiertos doce millones de hectáreas de tierras productivas al año desde principios de 1980, lo que supone que desde ese fecha el planeta pierde anualmente un 1% de sus campos fértiles.
El secretario ejecutivo de la Convención de Lucha contra la Desertificación de la ONU (UNCCD), Luc Gnacadja, utiliza datos como esos para subrayar que la degradación de las tierras es "el mayor desafío medioambiental de nuestra era" y "la principal amenaza contra el bienestar global".
En una entrevista con ocasión de una visita a Madrid, Gnacadja, exministro de Medio Ambiente de Benín, incidIÓ en que la desertificación es la principal causa de que más de mil millones de personas en el mundo vivan en la pobreza, por la imposibilidad de cultivar o acceder al agua.
La ubicación geográfica de estos "millones de olvidados", que habitan en su mayoría en las zonas más deprimidas de África y Asia, ha dado lugar a que de los tres grandes convenios medioambientales de Naciones Unidas, este último haya sido por el que menos hayan apostado las más de 190 naciones firmantes.
"Los países desarrollados han pensado tradicionalmente que la desertificación es algo que pasa en zonas muy remotas y que combatirla no les iba a generar ningún beneficio, por lo que durante años se han negado a desarrollar mecanismos de financiación para ponerle freno", explicó el secretario ejecutivo del UNCCD.
"La degradación del suelo no solo incrementa la pobreza y la mortandad infantil a nivel local; afecta a los océanos y al bienestar global", puntualizó Gnacadja.
En ese sentido, Cnacadja recordó que la desertificación es una de las principales causas de las migraciones masivas en los países pobres, y que "la solución no es amurallar Europa para que no lleguen inmigrantes de África sino ayudarles a solucionar sus problemas para que no tengan que emigrar".
DOS FÓRMULAS Para convencer a los países de que hay que pasar a la acción, Gnacadja propone dos fórmulas, una de las cuales sería "hablar de medio ambiente en términos macroeconómicos".
Gnacadja puso de ejemplo el caso de Nigeria, donde buscar alternativas al pastoreo masivo que destruye el suelo supondría un coste de entre 50 y 200 dólares por hectárea, mientras que restaurar esas tierras del daño causado requeriría 1.100 dólares por hectárea.
"El coste de la inacción es infinitamente más caro que el coste de la acción", destacó Gnacadja, quien defiende que su planteamiento no es el de un activista sino el de un "futurista".