E n julio del año que viene y si no hay novedades extraordinarias al respecto, Nuclenor entregará al Ministerio de Industria las llaves de la central nuclear de Garoña y comenzará entonces el proceso para el desmantelamiento de la planta y la descontaminación completa de los terrenos que ocupa a la orilla del río Ebro. Enresa, la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos, será la encargada de dejar el solar como si nunca se hubiera producido allí actividad industrial alguna.

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha contactado con el jefe del Departamento de Ingeniería Nuclear y Mecánica de Fluidos de la UPV, Fernando Legarda, para conocer cuál es el procedimiento que se sigue en estos casos. Lo primero que apunta el experto es que no hay una forma de hacerlo, sino varias, y que la elección entre una u otra depende de la prisa que se tenga.

"No hay una tecnología o metodología preestablecida ni universalmente aceptada, hay diferentes formas de aproximación, dependiendo fundamentalmente de en cuánto tiempo se quiere hacer el desmantelamiento y cuándo se quiere dejar libre el terreno", explica Legarda, que, en todo caso, afirma que la limpieza de una instalación nuclear no difiere demasiado de la de cualquier industria que ha trabajado con sustancias tóxicas. "Cuando se desmantela una industria química también hay productos tóxicos dentro y lo primero que hay que hacer retirarlos y descontaminar todo el interior. En este caso la situación es exactamente la misma", explica.

el uranio

Seguirá en Garoña

En una central nuclear el producto tóxico, en este caso radiactivo, es el combustible que alimenta el reactor y el que se ha empleado con anterioridad y que, pese a estar agotado, sigue emitiendo una alta radiación. Metafóricamente hablando, son las pilas en uso y las gastadas que han encendido la linterna durante cuarenta años. "Son residuos de alta actividad, no se puede permanecer en su entorno en ningún momento, y tienen la propiedad de seguir generando calor por la desintegración del material radiactivo", señala Legarda.

Cuando esas pilas, las barras de uranio, ya han cumplido con su función en el reactor, aún liberan tal cantidad de energía que pueden llegar a fundirse, y por ello se sumergen en enormes piscinas de agua que las refrigeran de forma constante hasta que, al cabo de unos pocos años -unos cuarenta meses, explica Legarda-, se convierten en residuos menos radiactivos y, por tanto, peligrosos. (Esas piscinas eran precisamente lo que más preocupaba en Fukushima tras el tsunami de 2011, en concreto la del reactor 4, pues un año después de la tragedia se aseguraba que se había quedado sin agua y que las barras de uranio estaban en contacto con el aire, según expertos de la Comisión Reguladora Nuclear de EEUU).

A partir de esa cuarentena bajo el agua, las barras pueden terminar de refrigerarse por "convección natural, al aire", señala Legarda, sin fundirse, pero siguen siendo peligrosas. "No lo puedes dejar colgado de una percha porque obviamente es muy radiactivo, hay que ponerlo a buen recaudo, y ese buen recaudo es hasta ahora la piscina de combustible gastado, ahí el blindaje está ofrecido por el hormigón en los laterales y por el agua, una gran masa interpuesta entre la fuente de radiactividad y las personas expuestas que absorbe los fotones y los neutrones".

El caso es que a partir de julio de 2013 esa piscina se va a desmantelar y hay que sacar de allí las pilas usadas para llevarlas a otro sitio seguro. Legarda afirma que, a la espera de que se construya el Almacén Temporal Centralizado de Villar de Cañas, las barras de uranio permanecerán en una instalación acondicionada al efecto, un almacén individual, en los propios terrenos de Nuclenor. Apenas se moverán unos metros.

"La central de Trillo tiene un almacén individual, Ascó tiene otro, la de Zorita tiene otro, y Garoña va a tener otro. Todo el combustible gastado -continúa- se colocará fuera de los edificios de la central, en recipientes fuertemente blindados para que sea seguro circular por allí, aunque obviamente el público no va a entrar, estará el personal de operación y el de mantenimiento de la central".

el desmantelamiento

Menos prisa, menos problemas

Una vez las barras de uranio hayan salido de la central, se podrá empezar el desmantelamiento en sí de la planta de Garoña. Lo primero, indica Legarda, es "retirar el agua de todos los circuitos, limpiarla y en su caso verterla. Habrá que retirar todos los materiales de proceso -prosigue-, como las resinas de intercambio iónico usadas, que también son radiactivas, y luego habrá que empezar a descontaminar todo lo que pueda ser una contaminación superficial, que se pueda retirar con abrasivos, ácidos, o mediante un pulido".

El resto del proceso es ya casi un derribo cualquiera. "A partir de ahí, soplete para cortar los elementos metálicos grandes y martillo neumático para los hormigones, siempre con las precauciones necesarias para evitar la exposición del personal de operación y la dispersión del material radiactivo, y poco más", señala el experto de la UPV, quien indica que todos estos materiales irán a parar al almacén para residuos de baja intensidad de El Cabril, en Córdoba.

En este punto, Legarda puntualiza que caben diferentes opciones, aunque la decisión final será con toda seguridad la de llevar los restos al almacén cordobés, como así ha ocurrido, por ejemplo, con los desechos de la clausurada central de Zorita. "El material radiactivo de periodos cortos se puede quedar cinco, seis u ocho años allí, se desintegra, desaparece, y el problema es sustancialmente menor. A partir de ahí entramos con la rotaflex y la piqueta y cortamos lo que haga falta", explica el experto, pero "si tenemos prisa habrá que hacerlo antes de que decaigan los residuos de baja intensidad, y hacerlo con más precauciones".

Una vez concluya el proceso de limpieza y derribo, el suelo sobre el que se construyó la central debería ser apto hasta para poner una huerta. "En principio se pretende liberalizar el terreno para un uso sin restricciones, quedaría hasta mejor que como estaba antes de poner la central", afirma el catedrático que, eso sí, matiza: "Eso será dentro de unos cuantos años".