Su organización, MásHumus, defiende la aplicación del concepto 'keyline'. ¿En qué consiste?

Fue desarrollado por un australiano, P. A. Yeomans, y consiste en una serie de principios que nos permiten gestionar un terreno en todos los sentidos. Se trata de entender cómo opera un paisaje en su forma natural, y cuando lo modificas saber qué va a ocurrir. El agricultor tiene que entender cómo es su clima, cuánto llueve y en qué épocas del año. Eso lo tiene que relacionar con la topografía de su propio terreno, y así potencializar al máximo los cursos de agua. Se trata de gestionar todo; dónde poner las franjas de árboles, dónde hacer canales, embalses, los patrones del pastoreo, y si quiere regenerar su tierra, cómo cultivarla, por ejemplo con el arado subterráneo de Yeomans. Todos estamos acostumbrados a voltear la tierra, pero él diseñó un arado subterráneo que usamos exitosamente en toda Latinoamérica, en Australia, y en Estados Unidos (y que se probará en Vitoria estos días).

¿Y sólo con eso se enriquece la tierra sin necesidad de fertilizantes?

La riqueza de un suelo está en su profundidad y en su fertilidad, y eso depende de la cantidad de humus que tiene, y ese humus se genera a partir de la presencia de raíces que con el arado tradicional se extraen. Al arado subterráneo se le ha sumado además la biofertilidad desarrollada en Latinoamérica o los caldos minerales. Se trata de saber qué insumos (bienes que se utilizan en la producción de otros bienes) vamos a utilizar, y para esto es importante que el agricultor deje de estar con una venda en los ojos y tenga una herramienta para leer el suelo.

¿Cuál es esa herramienta?

La cromatografía, el análisis de suelos que permite ver cómo interactúan los microorganismos, los minerales y la materia orgánica. Si estos tres componentes, en los que se basa la salud del suelo, están bien, el agricultor puede continuar con sus prácticas. Si aplica un herbicida puede ver inmediatamente cuál es su efecto por un euro, en su mismo rancho, sin laboratorios ni agrónomos.

¿Vale la aplicación de 'keyline' para cualquier circunstancia? No es lo mismo un desierto llano, que una zona de precipitaciones copiosas.

El keyline proporciona al agricultor una caja de herramientas que le permite entender su propio clima y en base a eso gestionarlo. Por ejemplo, yo les capacito para que aprendan a identificar microorganismos benéficos dentro de su propia granja, cómo extraerlos, capturarlos, multiplicarlos e inducirlos en sus cultivos para su beneficio. El agricultor debe saber que no necesita comprar una bolsa de sulfatos, porque cualquier microorganismo que fije el nitrógeno puede hacer esa función y además beneficia a su tierra.

¿Qué papel juega el tipo de cultivo, lo que se siembra, en esa regeneración?

La agricultura es una expresión del clima y de la geología. Yo puedo producir piñas en Alaska y plátanos en Vitoria pero, ¿a qué precio? El agricultor tiene que entender que vive dentro de un ecosistema que propicia las condiciones para cierta variedad de plantas, cuánto más se aleje de eso su cultivo más caro le va a resultar. No tenemos varitas mágicas en la agricultura regenerativa, pero damos las herramientas para funcionar dentro de la realidad, y el que entre en esto gastará un 50% menos que el que utiliza químicos. Lo fundamental es que haya vida en el suelo y la industria les negó eso. La vida se desarrolla gracias a la diversidad, y en el suelo debe haberla, pero no de los tres minerales que nos vende la industria, sino por lo menos de 80 ó 90. Si preguntas a cualquier agricultor de cualquier parte del mundo si su tierra está mejor o peor que hace cincuenta años, todos te dirán que peor.

¿Cómo niega la industria el derecho a una tierra viva?

La industria se vistió de verde. Te venden un fertilizante de marca certificado para que puedas demostrar al consumidor que eres orgánico, y que te obliga a comprar insumos certificados, que el agricultor ya tiene en su granja, aunque lo ignora. Además, cuando le obligas a la planta a tomar un nutriente que no necesita, engorda y ofrece energía libre para el ataque de insectos. La industria ya te está esperando con el insecticida, que es un veneno. Ellos saben que va a ocurrir, pero el agricultor no. Es una planta con sobrepeso e intoxicada, luego está más débil y por lo tanto más sujeta al ataque de un hongo. La industria entonces te ofrece el fungicida, que también es un veneno. La planta está aún más débil y llega el ataque del nemátodo, hace falta un nematicida. Está todo bien pensado, acabas entrando en lo que llamamos el tren de la miseria, estás amarrado a la industria.

Necesita el agricultor una formación especial para aplicar el 'keyline'?

En Latinoamérica miles de agricultores que no saben leer ni escribir hacen los análisis de sus tierras, y conocen los efectos de sus prácticas antes incluso de implantarlas. Puedes tomar un pedazo de tu tierra, una muestra, añadir un microorganismo y ver qué ocurre, y si funciona lo llevas a tu parcela.