Vitoria. El primer vistazo al nuevo instituto de Educación Secundaria de Lakua, en el que estudian 94 chavales de 1º de la ESO, asusta, y no es de extrañar por ello que varios padres hayan protestado y que la asociación de vecinos Gorbeia Auzokideak levante la voz para reclamar soluciones. Una valla de obra rodea todo el perímetro del enorme centro, donde el ruido de las excavadoras se combina con el de las piquetas. La mayoría de las ventanas tiene aún las pegatinas en sus cristales, otras carecen de ellos, y se sujetan con listones de madera. Las canalizaciones de la luz están al aire, las hormigoneras entran y salen, el suelo del acceso principal está cubierto de cemento y chapas. A través de las ventanas se observa la ausencia de techos falsos, y sólo de unas pocas aulas salen luz y voces preadolescentes. Son las once y cuarto de la mañana y un hombre accede al edificio con una fotocopiadora lista para ser estrenada.

Eso es lo que se ve desde fuera, y por ello los padres están bastante preocupados, tal y como señala el presidente de Gorbeia Auzokideak, Patxi Sosoaga. "Cómo pueden salir los críos ahí en el recreo, a la calle no creo que les dejen, porque tienen 12 años", reflexiona Patxi. "Si pasa algo, ¿qué?, ¿las culpas a los obreros, a los padres?". Según el representante, "las familias están que trinan, pero si les han dicho que hay que entrar tendrán que entrar, qué van a hacer".

Gorbeia Auzokideak achaca la situación en el IES Lakua a "la falta de previsión en el tiempo de ejecución del instituto por parte del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, el responsable directo", pero también a "todos los grupos políticos, pues ninguno ha denunciado esta situación", señala Sosoaga. Muchas de estas familias, además, ya pasaron por una situación similar cuando sus hijos entraron en el colegio de Ibaiondo, y "están cabreados por la falta de previsión de los dirigentes políticos".

La asociación cree que se podría haber buscado alguna otra alternativa, como ubicar a los alumnos en otros centros mientras se adelantaba un poco la obra, pues ahora mismo "no tiene nada, está fatal", señala Sosoaga. "¿Van a estudiar los críos con ruido?", concluye.

Raquel Fernández, jefa de estudios del centro, abre a este diario las puertas de las instalaciones en las que trabaja para comprobar que los trabajos no afectan a las clases recién iniciadas. Se ha preparado un ala del edificio completamente finalizada y en la que no hay rastro de obras para albergar las cuatro clases de 1º de la ESO que han estrenado el nuevo instituto, que en el futuro contará con seis aulas por cada curso.

Un tabique cierra el paso de las escaleras hacia el último piso, aún sin terminar, y una valla separa la parte del patio que ahora utilizan los chavales en el recreo del resto, donde las hormigoneras y las excavadoras siguen su labor para entregar la obra, ya de forma definitiva, a finales de febrero. Según Fernández, aunque el espacio exterior reservado al alumnado está separado del resto, uno o dos docentes permanecen en el patio durante los recreos, y durante las clases "se puede trabajar con normalidad".

Una de las preocupaciones que han trasladado las familias es la de los ruidos que pueda provocar la maquinaria de obra en las aulas, pero según la jefa de estudios las clases están muy bien insonorizadas y tan sólo molestan los coches que pasan por la calle Xabier cuando se abren las ventanas, "como en cualquier centro".

reunión con las familias Sin embargo, Fernández entiende que quienes vivan al otro lado, en la calle Pamplona, y se asomen a la ventana para mirar la zona en obras puedan asustarse. Por ello, se va a convocar a los progenitores a una reunión, a finales de este mismo mes, en la que se les explicara cuáles son las condiciones en las que sus hijas e hijos están recibiendo su formación.

"Por aquí ha pasado ya la delegada de Educación, la inspectora, y todos han dado el visto bueno", señala la jefa de estudios, quien asegura que vio personalmente cómo, antes de empezar el curso, el responsable de la obra prohibía expresamente a los operarios acceder a la zona ya terminada, y donde se desarrollan las clases, al igual que los alumnos no pueden pasar al área donde aún se trabaja. "Desde entonces los trabajadores desaparecieron", afirma la portavoz del instituto.

Eso sí, como todo centro escolar de nueva construcción, sus usuarios se están todavía instalando. Desde finales de agosto se está recibiendo el material que necesitan profesores y alumnos, y por parte de los progenitores ya se han iniciado los movimientos para crear una asociación de madres y padres. "Hay un grupo de padres trabajando en ello", explica Raquel Fernández.