Bilbao.Desde que empezó a recorrer las montañas de Euskal Herria Norte en busca de los descubrimientos de Joxe Miguel Barandiaran, de los que tuvo noticia en el libro El hombre protohistórico en el País Vasco, y esto fue hace ya más de 40 años, el arqueólogo por méritos propios Jacques Blot ha encontrado "centenas y centenas de monumentos funerarios, que datan de hasta 4.000 años antes de Jesucristo". En todos estos años no ha dejado de editar nuevos tomos de un gran inventario que está dirigiendo para el Museo Vasco de Baiona y como corresponsal de la dirección general de antigüedades, sita en Burdeos. Esto le ha permitido realizar "excavaciones de salvamento" en casos de dólmenes, menhires y cromlech que iban a ser destruidos, lo que le ha valido para complementar las prospecciones e investigaciones que ha venido haciendo en un dilatado recorrido de unos "10.000 Kms. en las montañas" según su currículum, todo lo cual "nos permite avanzar… Y ahora conocemos mejor los ritos funerarios, su filosofía. Construyeron por ejemplo cromlechs muy avanzados, es gente que piensa y razona igual que nosotros, no son basajaunak, sino hombres modernos bien que muy alejados en el tiempo".
Los cuidados de un cromlech Los cromlech, al igual que los tumulus y los tumulus cromlech, eran monumentos muy elaborados y sofisticados que exigían tomar muchos cuidados. Primero vacíaban de tierra un círculo de varios metros de diámetro y después colocaban en el interior no una tumba sino un cofre de piedra donde depositaban una muestra simbólica de los huesos de la persona fallecida y después vuelven a cubrirlo de tierra y a esconderlo. Según el doctor Blot, eso muestra que había una motivación simbólica. "No es como los dólmenes o los mehires que eran hechos para ser vistos. Los cromlech exigen más trabajo y cuidados, tienen una filosofía distinta, se esconden, son como la propia incineración, acciones y obras simbólicas. Primero se quema el cuerpo y después se toma un poco de él, gestos puramente simbólicos".
Según Blot, "esta cultura de la incineración es común en todos los valles del País Vasco actual y del de la época que iba mucho más allá hasta el mediterráneo, y del Ebro a la Garonne. Existen variantes en los distintos valles pero el principio es siempre el mismo, igual que con la lengua". Los cromlech se hacían para una sola persona. En realidad no son tumbas sino cenotafios, esto es, monumentos construidos en memoria de una persona.
Pruebas del euskera Los nombres de algunos de los sitios donde existen este tipo de monumentos escondidos, sean cromlech, tumulus o tumulus-cromlech, evocan el hecho de que esas tumbas se encuentran en ese lugar. Quiere decir que esos nombres fueron dados en el momento en que se construyeron los monumentos. Provienen de la edad de bronce o de la edad de piedra, esto es, de 1.500 a 2.000 años antes de Jesucristo. Por tanto, hace 4.000 años que esos nombres existen, lo que quiere decir que el euskera ya estaba estructurado y se hablaba en estas tierras. Tal vez si les ecucháramos hablar hoy no lograríamos entenderles, pero el euskera ya existía. Se cree que en el neolítico (4.000 años a.c.), el euskera era ya una lengua elaborada porque muchos de los nombres de los instrumentos cortantes, como el hacha, el cuchillo o la azada contienen la raíz -haitz, que significa piedra, lo que evoca la época en la que los mencionados intrumentos cortantes se hacían con piedra. Blot nos ha dado algunos ejemplos: hilarreko-lepoa, hilarreko-ordoki, hilasterria, etc.
Con el tiempo, Blot ha adquirido "un sexto sentido" para descubrir nuevos monumentos funerarios que permanecían ocultos. Además de los nombres sigue otras pistas, como la posición de los monumentos en la geografía de la montaña. No es la misma para los dólmenes que para los cromlech.
Cada tipo de monumento tiene su emplazamiento predilecto. Esto es algo que ha ido observando poco a poco. "Una vez que estaba en el monte y hacía muy mal tiempo, estaba bajando y de repente vi un lugar que pensé que era perfecto para un cromlech. Dije yo allí haría un cromlech, fui pese a la lluvia y encontré uno. Estaba en el lugar en el que tenía que estar. Podría no haber estado pero estaba. Quiero decir que al final desarrollas un sexto sentido para saber lo que puede ser y lo que no", cuenta Blot.
Vida en las colinas A la llegada del verano abandonaban la llanura donde vivían durante el invierno dirigiéndose a las montañas a medida que las nieves iban retrocediendo y liberando las pastos para sus ovejas. Iban a las montañas con sus rebaños y pasaban allí el estío hasta que en otoño volvían a aparecer las primeras nieves. Mientras vivían en las montañas habitaban en las cimas de pequeñas colinas donde levantaban sus campamentos temporales utilizando pieles de animal y "hoy en día estamos encontrando esas cimas habitadas", asegura.
"Es típico en los pastos de altura de donde el pastor no podía regresar todos los días y permanecía allí al modo en que lo hacen ahora en sus bordas". Lo que resulta asombroso es que las bordas de ahora están situadas cerca de aquellas cimas habitadas de colinas que Blot y su equipo están descubriendo. Los hacían allí porque eran lugares abrigados, donde había pasto y puntos de agua. Las tumbas las situaban en las alturas, en lugares aislados y sin agua.
Menhires, dólmenes y cromlechs Los vestigios más antiguos al aire libre son los dólmenes. Lo cromlech vinieron después. Y en todo este tiempo los pastores vivían en las colinas y levantaban menhires para balizar los pastos y resolver las posibles disputas por el acceso a la hierba y los puntos de agua por ejemplo. Resolvían sus disputas con acuerdos, acuerdos que han perdurado durante siglos.
Esos acuerdos eran lo que llamamos faceries, por ejemplo la de la piedra de Saint Martin. Era un menhir que delimitaba tierras comunales y es la perduración de acuerdos milenarios. Blot ha encontrado varios menhires en lugares donde se hicieron aquellos primeros acuerdos entre distintas comunidades a fin de salvaguardar la paz entre los propietarios de rebaños y distintos pastos.
Los pastores que conoció hace ahora 30 o 40 años, asegura Blot, "vivían exactamente de la misma forma en que habían vivido sus ancestros en la época de los cromlech y los dólmenes. La vida en la montaña no había cambiado, los rebaños tampoco, y hacían frente a las mismas obligaciones vitales. No tenían ni coche, ni luz. Ahora la vida ha cambiado". Según Blot, los pastores son gente "muy sabia y filósofa y su compañía le aporta mucho a uno".
La llegada del rayo Las excavaciones y los hallazgos que se han hecho demuestran que los ritos protohistóricos han perdurado hasta entrada la historia. Si por definición la historia empieza con la escritura, la religión cristiana no penetró en las montañas vascas hasta tan tarde como el siglo XII. De acuerdo a varios historiadores, este hecho fue debido a que los misioneros no hablaban la lengua vasca, lo cual impedía que el mensaje pudiera pasar. En las montañas se siguieron practicando los ritos de los ancestros, y esto explica que se hayan encontrado cromlech que datan del siglo VIII o XII.
El conflicto entre las dos concepciones queda recogido en las leyendas de los jentilak quienes se introducen en el dolmen con la llegada de Tximist.
En el interior de los dólmenes y los cromlech muy raramente se encuentran objetos. Los pastores eran pobres y no transportaban tesoros, sólo tenían instrumentos necesarios en el trabajo diario. Es una excepción encontrar cerámicas, "como por ejemplo la que encontré hecha pedazos bajo un dolmen en Lekunberri, que data de 1.500 a.c., es una de las más hermosas que se han encontrado, ha sido restaurada en Burdeos", revela.