Donostia. "Tengo que tomarme tres pastillas diarias e ir al médico una vez al mes para que me hagan análisis. Si sale adelante la nueva ley, no sé qué voy a hacer", lamenta Elena Rodríguez, una mujer nicaragüense que se encuentra en situación irregular en Euskadi desde hace diez meses y a la que el pasado febrero detectaron una diabetes.
A partir del próximo 1 de septiembre, Elena, residente en Donostia, será una de las aproximadamente 22.800 inmigrantes irregulares -dato facilitado por SOS Racismo que se corresponde a la resta entre personas empadronadas y personas con permiso de residencia en Euskadi- que se verán afectados por el nuevo decreto dictado por el Ejecutivo de Rajoy y que pretende hacer pagar a los miembros de este colectivo 710 euros anuales -1.800 a los mayores de 65 años-, si quieren recibir asistencia sanitaria.
Si la situación de este colectivo es precaria ya de por sí, casos como el de Elena, que requiere de un tratamiento continuado para tratar su diabetes, son todavía más graves.
"Ahora mismo estoy en una especie de crisis en la que no sé muy bien qué hacer. Estoy preocupada y sorprendida", reconoce esta mujer a la que el anuncio de la nueva norma ha pillado en una delicada situación. Aunque lleva diez meses en Euskadi, los últimos tres han sido un sinvivir en busca de un trabajo que nunca llega. "Encontrar un trabajo está muy, muy difícil. He tenido muchas entrevistas pero lo primero que te piden son los papeles y tan solo llevo diez meses acá", explica.
Como la gran mayoría de las mujeres que proceden de Latinoamérica, Elena pretendía hacerse un hueco en el sector doméstico o como cuidadora de ancianos, pero en los últimos meses ni tan siquiera consigue de ese tipo de empleos. "Llevo ya tres meses sin trabajo. No encuentro nada y eso que no les digo que estoy enferma", lamenta.
Diabética por sorpresa Y es que la diabetes ha pillado de sorpresa a Elena. Asegura que "si hubiese sabido que tengo esta enfermedad, no habría venido para acá". Esta nicaragüense nunca había sospechado que sufría diabetes hasta que una tonta herida en un pie trastocó su vida.
"En diciembre tuve que ir a Alicante. Me puse unas botas porque en aquella época hacía mucho frío. El caso es que la bota me hizo una pequeña rozadura en el dedo pequeño del pie derecho", comienza a relatar. En un primer momento, Elena no dio mayor importancia a la herida, pero a su regreso a Euskadi, el dolor no había remitido y el dedo presentaba una pequeña infección. "En febrero me salió un trabajo en Elgoibar y para entonces ya iba notando cómo el dolor me subía por toda la pierna derecha, hasta la rodilla. Era un dolor muy fuerte, que me impedía caminar y, además, tenía el dedo muy malo, infectado", describe.
Elena recurrió varias veces a la farmacia para intentar atacar el dolor, pero finalmente tuvo que acudir al hospital de Mendaro, donde le diagnosticaron una diabetes. "Estuve diez días internada, me hicieron varios exámenes y me dijeron lo que tenía".
Tratamiento de 80 euros Desde entonces, Elena vive pendiente de los médicos. "Ahora resulta que tengo un tratamiento de tres pastillas al día que me cuestan 80 euros al mes y tengo que ir todos los meses al médico para que me hagan análisis. ¿Cómo voy a poder pagar todo eso si llevo tres meses sin trabajo?", se pregunta. Elena comparte su preocupación con otras mujeres en su misma situación. "He hablado con otras muchas chicas que conozco que están como yo y que están muy preocupadas porque no tienen para pagar el médico pero tampoco tienen para marcharse de aquí. Estamos muy intranquilas y no sabemos qué hacer", reconoce con voz entrecortada. La posibilidad de volver a su Nicaragua natal se asoma por el horizonte, aunque no parece una opción muy cercana. "En mi país la situación es muy complicada y siempre queda la esperanza de que acá salga algo", dice. Mientras, los dos hijos de Elena, de diez y seis años esperan en Nicaragua a que su madre logre en Euskadi un dinero que asegure su futuro.