Una mano tendida en prisión
"Los mayores delincuentes están en la calle, muchas veces alabados"
El capellán de Zaballa ve la cárcel como "un desguace" y no como una solución
A. Rodríguez
VITORIA
QUE se te gaste la pila del reloj, estando privado de libertad, puede suponer que las manecillas no vuelvan a girar en un mes o dos. Para solventar estas pequeñas necesidades y otras mucho más importantes el capellán José Ángel Martínez de Bujanda visita a diario la cárcel de Zaballa, en Álava. "Estoy con alguno que quiere hablar conmigo, me piden favores, como una tarjeta de teléfono o que llames a su madre", pone como ejemplo este sacerdote, que también oficia misa y les acompaña de excursión.
Si habría que echar mano de una comparación, este cura, más conocido como Txarly, diría que la prisión es "un desguace, un basurero donde se lleva todo lo que no le sirve a la sociedad". No en vano, sostiene, "la cárcel está hecha para pobres y son los pobres los que van a visitarla, porque los delitos de los ricos no se castigan". Prueba de ello, denuncia, es que, "con todo lo que está pasando ahora con el tema de la crisis, los mayores delincuentes están en la calle y muchas veces alabados por la sociedad".
Zaballa es "una jaula de oro"
La mayoría saldrá con más resentimiento hacia la sociedad
Echado el cerrojo de la prisión de Nanclares, cuando se abrió el de la nueva cárcel de Zaballa, saltó la polémica por sus lujosas instalaciones. "Es una cárcel nueva, bonita, pero tú estás preso. Es una jaula de oro, pero es una jaula", puntualiza Txarly, antes de poner a más de uno en su sitio. "Las grandes cárceles que se hacen ahora no son un lujo para los presos, sino un pelotazo taleguero. Ha habido empresas que han ganado muchos millones de euros construyendo cárceles que no sirven para lo que verdaderamente deberían estar destinadas. ¿Por qué hacemos una piscina? Porque eso nos va a costar dos millones de euros más y a mí me reporta un beneficio de tantos miles de euros", argumenta y aporta, como muestra, otro botón. "Aquí han puesto unos jardines tremendos. ¿Para qué si no los puede utilizar nadie?".
Ladrillos aparte, la función reinsertadora tampoco está clara. "Cuando una persona no ha estado nunca inmersa en la sociedad, ¿cómo la vas a reinsertar? La cárcel puede servir para personas que no han sido delincuentes, que por h o por b han terminado en prisión y que tienen un trabajo, una familia y unas amistades que les siguen arropando. Estos, probablemente, saldrán reinsertados porque antes estaban insertados, pero a los que siempre han estado al margen, durmiendo en la calle o en albergues, cuando salgan, les quedará lo mismo. La mayoría va a salir igual o peor, con más resentimiento hacia la sociedad", augura.
Al igual que en Basauri, una cárcel preventiva donde hay entre 150 y 200 internos, también en Zaballa, que tiene capacidad para mil, la mayoría han cometido delitos relacionados con la droga. "Encontrarte un ladrón de estos que roban para hacerse ricos o poder vivir bien es una casualidad. Lo normal es que lo hagan para meterse su cuota de droga al día o porque se la habían metido ya", explica Txarly.
A estos reclusos hay que añadir, cada vez más, aquellos que "nunca habrían pensado que terminarían en la cárcel, como los que están por maltrato o porque les han pillado varias veces en el coche con una copa de más". Tras advertir que "cada vez estamos todos más cerca de la pobreza y, por lo tanto, más cerca de la cárcel", llama a reflexionar, porque "nos puede tocar a cualquiera". "¿Solo beben chupitos después de cenar los demás o tu hijo no se los toma? ¿Todos los porros se los fuman otros o tu nieto no va por ahí con costo? Ahí todo el mundo se echa a temblar".
Sea cual fuere el delito, la prisión, defiende, "no es una solución", sino un problema. "Cuanta más gente tengamos en la cárcel, más problemas tendremos, porque van a salir, no es que los mandes a Australia y no vayan a volver nunca".
Altercados sin importancia
"Hemos salido 450 veces y no se ha escapado ningún preso"
Pese a que es un veterano en el campo de batalla penitenciario, Txarly nunca ha presenciado un motín. "En una salida tuvimos un pequeño follón por un robo de dinero y otro día hice un comentario jocoso y uno me arrinconó en una esquina, pero no se suelen pasar malos ratos. A lo sumo, hay enfados si no me sacas o no me haces este favor".
Lejos de los sambenitos que se les cuelgan, Txarly asegura que muchos reclusos "son unas personas amabilísimas que pueden convivir perfectamente con la sociedad". Lo comprueba cuando sale con ellos de prisión. "En un restaurante me preguntaron de dónde veníamos. Les dije que de la cárcel y me dijeron que habían comentado entre los camareros lo agradables, simpáticas y educadas que eran estas personas. Ahora, si me pones en un brete, me vienes a detener y estoy drogado o en una situación límite, probablemente tendré muy mala leche", reconoce.
Las fugas quedan para el cine. "En la última etapa del Camino se nos perdieron ocho por el monte, pero no pasó nada. Hemos salido 450 veces y no se ha escapado ninguno. Nadie se imagina que salgan doce presos con el cura y dos voluntarios. ¿Pero no vas con guardias, ni va la Ertzaintza detrás? No, ni van con cadenas, ni con traje de rayas".
"Las grandes cárceles que se hacen ahora no son un lujo para los presos, sino un pelotazo taleguero"