vitoria. Un año más, la nueva plaza de toros de Vitoria, ahora rebautizada como Iradier Arena, vuelve a arrojar dudas sobre su rentabilidad para una ciudad que, al igual que ocurre en todo el Estado, cada vez da más la espalda al mundo de la tauromaquia. Un total de 12.304 personas, menos que las que reunió el dj Juan Magan en la plaza de Los Fueros el 5 de agosto, es el pobre balance que arrojan los cinco festejos organizados por la empresa Iniciativas Taurinas desde el día de Santiago. Las corridas fueron la motivación principal para construir un palacio multiusos de 14 millones de euros, que no puede albergar conciertos por su mala acústica, que hace incómoda la celebración de partidos de baloncesto por sus características y que ha terminado por emplearse para celebrar las ferias de las rebajas de los comerciantes vitorianos.
Las tres corridas de toros, incluida la del 25 de julio, los rejones del día 7 y la novillada del 8 reunieron a loas citados 12.304 aficionados, con la actuación de Pablo Hermoso de Mendoza como la jornada más exitosa, con 3.827 espectadores. Las vaquillas, sin embargo, han cosechado mucho más éxito, y de hecho han reunido en total a 24.247 personas en el coso vitoriano, al que según la asesora municipal de Cultura, la popular Encina Serrano, se le buscarán nuevas utilidades. Con estas cifras, más las 3.500 localidades ocupadas en el espectáculo de recortadores, la plaza arroja un balance de 40.051 espectadores durante las recién finalizadas fiestas de La Blanca.
No se plantea el Ayuntamiento, por otro lado, eliminar los toros del programa festivo, pues la empresa Iniciativas Taurinas tiene contrato en vigor para varios años y, al fin y al cabo, "el empresario es el que se juega el dinero, al que le entran los sudores es a él", según la otrora concejal Serrano. La edil pidió además a las cuadrillas de blusas que se replanteen si quieren seguir yendo a los toros el 25 de julio, pues ellos apostaron por celebrar una corrida en el Día del Blusa.
Datos contundentes Sea como fuere, los paupérrimos datos de asistencia al coso gasteiztarra no hacen más que corroborar lo que se esperaba de un cartel cojo, con ganaderías dispersas y con maestros un tanto desafortunados en las suertes que intentaron. En ese sentido, según las críticas, la principal característica de la feria taurina recién acabada en la capital alavesa ha sido la mansedumbre e irregularidad de los astados elegidos para la ocasión por el nuevo empresario que, no sólo gestiona el albero gasteiztarra. En ese sentido, las ganaderías han aportado para los eventos contratados -cuatro corridas a pie, una de rejones y una novillada- animales con falta de fuerzas y de empuje.
Al respecto, la confección ganadera del cartel, por ejemplo, el del día seis, hacía pensar al aficionado en una limpieza de corrales propia del empresario que maneja varias plazas de toros. En ese sentido, la empresa ha utilizado Vitoria como el lugar en el que deshacerse de los saldos. El hecho de que cada toro perteneciera a una ganadería diferente hizo también que su presentación fuera muy desigual, algunos con la presencia justita incluso para esta plaza. Por otro lado, la corrida de Valdefresno, con la que se abrió la feria, resultó excesivamente babosa por sosa, descastada y dócil. En cuanto a los toros para rejones, los murubes de Bohórquez también pecaron de mansos y descastados y también acusaron la falta de fuerzas; la salida a hombros de mayoral de la ganadería junto a los rejoneadores fue un total despropósito creado al albur de una tarde triunfalista.
A partir de ahora se abre un interrogante sobre el futuro de los espectáculos taurinos en la capital alavesa. Se sobreentiende que la calidad de toros y toreros ha de actuar de enganche para una afición demasiado castigada con los despropósitos que se han cometido en las ferias durante los últimos años, en los que se han alternado empresarios, fórmulas de gestión e, incluso, plaza de toros. Por lo tanto, no es de extrañar que el balance festivo de La Blanca 2012 incluya registros que sonrojan, que hablan bien a las claras del fracaso de la apuesta que se ha hecho en Vitoria por un cartel desigual, escaso y muy poco mimado, en el que los nombres han faltado y en el que los toros apenas han aparecido en escena.