Pamplona. Lucieron mordiente y alguna mala pulga los toros de Victoriano del Río, que volvieron a volar raso en su tercera visita al adoquinado pamplonés. Fueron unas centellas los astados del hierro madrileño, que clavaron el mismo tiempo que El Pilar registró el martes, con reguero de traumatismos incluido y algún susto de proporciones mayúsculas. Ninguno de los tramos del recorrido de la carrera quedó inédito en estas lides, aunque tampoco hubo que anotar herida por asta alguna.

Pero fue de milagro, porque en la plaza del Ayuntamiento un mozo estuvo a punto de ser ensartado, con pronóstico incierto por la posible zona lesionada. El mozo, que había quedado trompicado al pisar la plaza Consistorial, acabó de rodillas en el preciso momento que le dabab alcance los astados. El tercero de la carrera, Bogavante, le lanzaba una malintencionada picadura y le rasgaba las vestiduras con el pitón derecho, sin llegar a hacer sangre. Capotazo del santo.

El encierro ya había arrancado con canguelo, el que propiciaron Distante y Vazqueño, castaño y colorado del lote, al salir de los corrales de Santo Domingo excitados y amenazantes. Al unísono, ambos bureles, situado al frente de la manada, resbalaron y derrotaron contra el lado izquierdo al sentir el contacto con la mocina (y con los policías municipales, que tuvieron que ejercitar brinco salvador a las tablas) y quedaron ligeramente rezagados, para tensar aún más los nervios de los mozos.

Distante no bajó el pistón y antes de llegar a la plaza del Ayuntamiento ya había recuperado la distancia perdida con sus hermanos y se había situado al frente de la torada, que aún se mantenía bastante compacta, con cuatro victorianos por delante de los mansos y Vazqueño trotando en solitario, aunque con escasa desventaja.

Los cuatro morlacos que abrían la carrera atravesaron Mercaderes como rayos y, como en antaño, chocaron y cayeron al tomar la curva de acceso a la calle Estafeta, lo que reventó por completo la manada y la partió en tres grupos bien diferenciados: dos toros en cabeza, los mansos y dos toros más a continuación, y los otros dos toros cerrando el festejo.

Exigente esfuerzo el que reclamaron a los mozos los morlacos de Guadalix de la Sierra, que en este tramo sí lucieron nobleza. El vertiginoso ritmo que le imprimieron a la carrera ocasionó algún que otro tropiezo, pero la mayoría de los corredores pudieron asfixiarse a placer delante de las astas.

Distante y Bolero, que había reemplazado en el encierro a Despreciado, tomaron la delantera a la manada, donde sus cuatro hermanos corrían protegidos por los cabestros. Hubo los lógicos atropellos y contusiones, pero la quina prematura de los victorianos ya se había diluido y siguieron corriendo en dirección al coso pamplonés, sin más exabruptos que reseñar.

De igual guisa transitaron por el tramo vallado de Telefónica los bureles madrileños, permitiendo el lucimiento de los corredores, que ayer pudieron disfrutar de mayores espacios. Por detrás, Vazqueño y Cóndor cerraban la carrera, con el mismo comportamiento intachable que el resto de sus hermanos, que sin dilación alguna bajaron por el callejón y se introdujeron en la plaza.

En perfecta trayectoria rectilínea, los morlacos buscaron rápido y oportuno reposo en los corrales, y ni opción de intervenir a los dobladores dejaron. La exhibición de músculo y velocidad que los victorinos desplegaron bien se merecía el descanso.