¿Cómo se adapta Garlan a los nuevos tiempos en el sector agroalimentario?
Principalmente nos centramos en cultivos extensivos, pero desde hace cinco años también hemos dedicado una parte a desarrollar productos locales o de circuito corto, concretamente las legumbres. Había una situación emocional latente, el gusto, la necesidad de la gente por el producto local, y muchas veces no había medio de interlocución correcto para llevar esas producciones a los centros de consumo. Ha habido una evolución, antes se compraba en la tienda, hoy en los hipermercados, antes al agricultor le era más fácil llegar al consumidor y hoy es más difícil. Garlan es la mejor opción para trasladar esa producción al consumidor.
En un entorno muy complicado para todo el mundo, ¿esa política de cercanía y la propia idiosincrasia de la cooperativa es una ventaja con respecto a otras formas de trabajar?
El futuro es la unión. Nuestros proveedores se unen, nuestros clientes se fusionan, y nosotros no podemos mirar para otro lado, tenemos que seguir las pautas del mercado nos guste o no nos guste. O te adaptas, o desapareces.
Hace escasas fechas, el portavoz del Foro Interalimentario criticaba que en algunas ocasiones el agricultor no se atreve a dar el salto de actuar como un empresario o de adaptarse a las necesidades del mercado. ¿Coincide en este análisis?
Ese análisis es totalmente cierto. Nosotros de hecho no definimos Garlan como una cooperativa, sino como una empresa cooperativa. Tenemos que aprovisionarnos de los productos, es nuestro fin, dinamizarlos, buscar valor añadido y actuar exactamente igual que una empresa, y luego repartirlo a la base, los auténticos protagonistas de Garlan, los agricultores.
¿Cómo ha evolucionado el tipo de producto comercializado?
Hoy por hoy, en la zona extensiva, el gran triunfador es el cereal, el trigo, la cebada y la avena. Dentro de los trigos seguimos produciendo para harineras y para la alimentación de ganado, y en cebada nos hemos especializado. El 90% o 95% de la producción se dedica a fabricar malta para cerveza. Siempre decimos que el 10% de la cerveza que se bebe en España está procesada con cebada de Álava, y eso es un valor añadido.
¿Cómo afecta a la agricultura alavesa el hecho de que las materias primas hayan pasado a ser objeto de especulación en los mercados?
Hoy las materia primas y los cereales a nivel mundial han entrado en ese mercado especulativo y llevan una línea paralela, cuando el cereal sube las materias primas suben, y normalmente hablamos de fertilizantes, cuando el cereal baja, el fertilizante baja. Además, Bruselas marca una normativa que es un cuello de botella y provoca un incremento constante de precios. Así, el agricultor cada vez factura más dinero, pero cada vez gasta más y los rendimientos netos se mantienen o incluso en algunos casos bajan.
Durante años ha habido una dialéctica entre el productor y los intermediarios de la cadena alimentaria, o con la grandes superficies, con respecto al margen de precios que hay entre el campo y el supermercado. ¿Hay hoy más colaboración o siguen existiendo esas diferencias?
En los productos extensivos, cereales, remolacha o patata, hay una dictadura del mercado, los precios son los que son, el mercado no tiene corazón, no le importan los costes, o si tú te arruinas.