Vitoria. Grin acaparó ayer todas las miradas en la Green Capital con motivo de la rifa de San Antón. La protagonista de esta arraigada tradición, que por primera vez se celebró en Gasteiz en el año 1781, llegó desde Arangiz con sus más de 250 kilos de peso como reclamo, fue bendecida en el pórtico de la iglesia de San Pedro ante cientos de vecinos, muchos de ellos acompañados por sus mascotas, y recibió su cariño durante una animada kalejira que la condujo hacia la Plaza Nueva al son de la Banda Municipal de Txistularis, Gaiteros y Trikitilaris y los chavales de la Academia Municipal.

Allí no encontraría a su nuevo dueño, mucho menos la muerte, porque desde hace ya unos cuantos años la rifa no tiene al cerdo como premio estelar por problemas legales, pese a que siga siendo su símbolo. Antiguamente, llegaron a sortearse hasta cuatro unidades por San Antón. Pero ahora se reparten ocho jugosos regalos con un coste total de 4.869 euros que tienen como máximo galardón un lote de ibéricos valorado en 500. El número 28.476 resultó agraciado, aunque la alegría a buen seguro fue mayor para el segundo, un 22.576 que se llevó un viaje a Lanzarote de 1.968 euros. Un destino inmejorable para olvidar el frío invierno local y que sabe mejor teniendo en cuenta que se han puesto a la venta 30.000 boletos y que cada uno costó sólo 0,60 euros.

Las manos inocentes de Rosa Ortiz de Urbina e Hildebrando Madinaveitia, los habitantes más veteranos y en buenas condiciones de la Residencia San Prudencio a sus 91 y 92 años, extrajeron las bolas premiadas en el salón de plenos del Ayuntamiento, presidido en esta ocasión por el concejal de Urbanismo, Miguel Garnica. Acompañados por un buen puñado de compañeros del geriátrico y familiares, fueron los otros grandes protagonistas del día.

"Ha sido muy bonito", reconocía Rosa. "Yo había estado muchas veces aquí. Incluso el año pasado podía haber venido a sacar las bolas, pero estaba enfermo. Esta vez sí ha podido ser", replicaba Hildebrando, que en su juventud fue alcalde de Monasterioguren y y presidente de la sociedad ganadera de la localidad. Incluso tuvo la ocasión de conocer en un acto oficial al dictador Francisco Franco, quien le animó a dejarse bigote para hacerse respetar.

El sorteo, al que asistieron numerosos concejales de la Corporación -algunos con sus hijos- y en el que dio fe la notaria Blanca Palacios, concluyó y la fiesta siguió en el exterior del Ayuntamiento, en una plaza donde se agolpaban cientos de gasteiztarras, muchos de ellos niños. Porque San Antón también es para ellos. Primero disfrutaron del gargantúa, una degustación de chocolate y los hinchables y después se les encogió el corazón cuando llegó la hora de la rifa de San Antón Txiki, en el que triunfaron los colegios Sagrado Corazón y Marianistas. Sus alumnos, muchos de ellos disfrazados con petos verdes en honor a su ciudad, fueron agraciados con dos dulces recompensas, sendos cerdos de chocolate de 60 kilos de peso elaborados con maestría por la pastelería Nalda. Dos niños de la ikastola Barrutia, Ibon Sopelana y Mireia García Ibáñez, fueron los encargados de sacar las papeletas en este caso. Muchos de ellos corrieron después ante los toros de fuego antes de concluir la celebración, que volvió a empequeñecer la Plaza Nueva.

Poco queda de aquella primera celebración de San Antón, un sorteo que nació con el objetivo de obtener fondos para ayudar a mantener el viejo Hospicio de Gasteiz, fundado en 1778 por la Real Cédula de Carlos III y dirigido por la Junta de Diputación a Pobres, que acogió a niños, vagabundos e indigentes durante años. Pero su espíritu perdura, al igual que el ambiente festivo y solidario que la rodea. La asociación Apdema, que trabaja en favor de las personas con discapacidad intelectual, estuvo presente en la cita con un stand en la Plaza Nueva.