vitoria. Miguel Martín, que clausuró con su ponencia las Jornadas de Investigación del Hospital Universitario de Álava (HUA) y Comarca Araba, considera "indudable" que la batalla contra el cáncer de mama está comenzando a ganarse. El continuo progreso terapéutico ha permitido que, a día de doy, no se investigue tanto sobre cómo curarlo sino cómo impedir que aparezca.
16 años de trabajo como colectivo después, ¿cuál es el principal reto que ahora se le presenta al GEICAM?
Debemos conseguir una financiación que nos permita más independencia. Por desgracia, la financiación de los grupos cooperativos en España depende casi exclusivamente de la industria farmacéutica, lo que nos obliga a hacer estudios que siempre tengan su ok. También tienen el nuestro, pero si queremos hacer un estudio que a la industria no le convenga, no podemos, aunque sea necesario. Hay que convencer a las autoridades de que esto es vital para el país y los pacientes, porque se optimizan los resultados y se ahorra dinero. Pero es difícil, porque la legislación actual lo impide. Debería hacerse alguna modificación legal como se ha hecho en Bélgica para permitir estudios independientes.
¿Hacia dónde avanzan actualmente sus trabajos de investigación?
Estamos obsesionados con la individualización de los tratamientos. Hasta hace muy poco tiempo, tratábamos igual a todas las mujeres con cáncer de mama, pero ahora sabemos que hay hasta siete tipos diferentes. Nuestro grupo está trabajando en los que tienen más contenido, de forma independiente, para encontrar tratamientos específicos. Éste es nuestro mayor reto actualmente.
Otro de los avances más importantes que han logrado consiste en tratar a mujeres sanas con factores de riesgo aplicando quimioprofilaxis.
Éste es el último eslabón de un continuo progreso terapéutico. Primero se empezó a tratar mujeres con cánceres con metástasis, incurables, y éstas llegaban a aumentar la supervivencia de uno a cinco años mejorando los síntomas. Luego pasamos a poner quimioterapia y terapias biológicas tras la operación para evitar recaídas y conseguimos reducirlas del 50 al 25%, que es como estamos ahora. El siguiente paso ya no es tratar el cáncer, sino impedir que aparezca. Como sabemos que en su gran mayoría están mediados por hormonas, ya hay fármacos antihormonales que pueden impedir que surja. Un buen ejemplo es el exemestano, el medicamento que se ha utilizado en nuestro estudio. Dando una pastilla al día a mujeres sanas de más de 60 años se reduce el cáncer a una quinta parte. Este fármaco debería tener una gran difusión, porque no tiene efectos secundarios como otros ensayados anteriormente.
Viendo como avanzan las investigaciones, ¿se puede decir que poco a poco le estamos ganando la batalla al cáncer de mama?
Sí, indudablemente. Se la estamos ganando al cáncer en general, pero en el de mama es donde más avances hay. Se debe a dos factores que pueden parecer raros. El primero es que las mujeres son más colaboradoras que los hombres para participar en la investigación, y todos estos avances parten de ella. El segundo, que el cáncer de mama es muy frecuente, y siendo esto un problema es también una gran ventaja. Es mucho más fácil investigar con los 28.000 casos al año que hay en España que con los 500 ó 1.000 de un tumor raro. Que sea una verdadera plaga nos permite avanzar mucho más rápido.
Todo esto choca con un dato que ha ofrecido en su charla, que el 40 ó 50% de las mujeres con cáncer no son vistas por equipos multidisciplinares. ¿Esto a qué se debe?
La razón es organizativa. Hay que cambiar esa forma de intervenir propia del pasado: Ya no vale curar a cualquier precio, sino que hay que hacerlo con las menores secuelas. Hoy en día, se pueden evitar las cirugías aberrantes que se hacían antes en un 99% de los casos. Siguen quitándose mamas que no tendrían por qué quitarse, y eso es inaceptable. Está demostradísimo que la mejor manera es que se unan siete u ocho especialistas, el cirujano, el oncólogo, el radiólogo, el cirujano plástico, entre otros, para que vean el caso, porque cada uno es diferente, y decidan qué es lo más beneficioso.
¿Ve eficaz extender las mamografías a las mujeres de 40 años con factores de riesgo, como en Euskadi?
Tiene una cosa buena y otra mala. La buena es que si detectas pronto el cáncer, tiene un pronóstico mucho mejor. Pero también puedes diagnosticar falsos cánceres que llevan a biopsias y eso tiene sus consecuencias. Entre 40 y 50 años la mama es densa, los cánceres se ven mucho peor y, por tanto, el rendimiento de la mamografía baja respecto al de las mayores de 50 años. Se gasta mucho más dinero y se hacen más biopsias.
¿Qué consejos daría a las mujeres en el ámbito de la prevención?
Lo primero y clave, que no engorden. También, que hagan ejercicio aeróbico, que significa salir tres días a la semana a correr o ir a una clase de aeróbic. También es muy protectora la dieta mediterránea, el aceite de oliva, las frutas, las verduras y reducir la carne al mínimo. Luego hay cosas muy difíciles de recomendar, pero hay que saber que tener un hijo muy pronto, antes de los 20 años, tiene menos riesgo. También tener más de un hijo... Pero esto choca con las actuales dificultades sociales.