Vitoria. Álava sufre al año más de 300 tentativas de suicidio, a las que habría que sumar los aproximadamente 75 episodios que sí se consuman. Datos al alza, en consonancia con la tónica general del Estado, y que obligan a redactar con urgencia un Plan Nacional de Prevención de Suicidios según el especialista.
Hablemos de datos: ¿Los suicidios crecen, descienden o se mantienen?
Hasta mediados de los 90 hubo una tendencia al alza, de ahí a 2007 fue descendiendo, y ahora se observa de nuevo un repunte. España ha pasado la barrera de los 7,5 suicidios por 100.000 habitantes, una zona de riesgo moderado, de semáforo en ámbar. Asturias es la comunidad con más suicidios, con un 50% más que la media nacional. A día de hoy, el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte evitable entre los 15 y los 35 años por el descenso de los accidentes de tráfico y de las muertes por VIH. Este panorama nos tiene que hacer reflexionar sobre la inexistencia de un Plan Nacional de Prevención de Suicidios que permita disminuir los casos.
¿Y en qué posición está Álava?
Al año hay, al menos, 300 intentos de suicidio que llegan a nuestras urgencias. Intentamos conseguir los datos de suicidios consumados, pero hay mucha disparidad de datos. Se suele decir que por cada intento consumado hay cuatro tentativas.
¿Los trastornos psiquiátricos están siempre detrás de esta conducta?
El 90% de los pacientes suicidas tiene trastornos mentales. La depresión es uno de los factores de riesgo claros para que se produzcan. Los síntomas depresivos están presentes casi siempre. También el trastorno bipolar, cuando no hay una adherencia al tratamiento. También influyen la pérdida de esperanza y el aislamiento social, aunque se juntan factores sociales, culturales, neurotransmisores e incluso genéticos.
Supongo que la crisis actual no ayudará en exceso a contener las cifras de suicidios.
Relacionar crisis con suicidios es complicado, pero sí que se ha visto que situaciones económicas problemáticas pueden ser también factores de riesgo importantes.
¿Qué grupos de población encabezan el riesgo?
Los ancianos, en muchos casos por el dolor que provocan las enfermedades físicas, y los adolescentes, por el incremento del consumo de tóxicos y sus cuadros depresivos. Salvo entre los adolescentes, las conductas suicidas son más frecuentes entre los hombres. Y también hay profesiones de riesgo, como los cirujanos, los psiquiatras, los abogados o los policías, por el fuerte estrés que sufren.
¿Qué nuevas herramientas ayudarían en la tarea de la prevención?
Una buena coordinación entre toda la salud mental, la formación de los médicos, la concienciación de la población a todos los niveles, la creación de una red social de apoyo a estas personas...
¿Cómo se puede ayudar a una persona de nuestro entorno de la que sospechemos que puede estar planteándose suicidarse?
Hay que hablar de esto. A veces pensamos que preguntando a una persona si ha pensado en ello estamos induciéndola, pero eso es un mito que hay que desterrar. Tanto en las consultas de los médicos generalistas, donde hay que preguntar abiertamente, como en el ámbito familiar. Después hay que introducir al afectado en el circuito de la salud mental para valorar cuál es su riesgo y, a partir de ahí, iniciar el abordaje.