Vitoria. Los ecos de los graves incidentes asociados al desalojo y posterior derribo de Kukutza no resonarán en Vitoria. Pese al cambio de signo político en el Ayuntamiento de la capital alavesa, no habrá movimientos municipales que afecten a la actual situación del Gaztetxe gasteiztarra. Los portavoces del gabinete Maroto anuncian calma total en este sentido y los gestores del inmueble, enclavado desde hace más de 20 años en la calle Fray Zacarías, también se muestran absolutamente sosegados. Nada hace presagiar un retorno a la época gobernada por el popular Alfonso Alonso, cuando el Consistorio hizo pública su intención de demoler el céntrico edificio, ni que se produzcan altercados de ningún tipo como en la capital vizcaína. "Todo se queda tal y como está", responden los representantes municipales cuando se les pregunta por la siempre incierta tesitura que rodea a la edificación.

Mientras Bilbao vivía una dura jornada de enfrentamientos entre la Ertzaintza y los defensores y usuarios del Gaztetxe, muchos de los vecinos de Vitoria se preguntaban si el efecto correría como la pólvora hasta prender en la vecina capital de la CAV. Las escenas de contenedores ardiendo y el enorme interrogante que siempre pende sobre la situación del inmueble gasteiztarra, sobre todo ante el advenimiento de una nueva etapa política en el Ayuntamiento, podría llevar a pensar en cambios de planteamiento y maniobras urbanísticas cuya sombra se extendería por los aledaños de El Campillo, pero por el momento el Consistorio no tiene previsto tocar este espinoso asunto.

Los jóvenes responsables de la gestión del Gaztetxe también están convencidos de que la situación vivida en Bilbao no guarda semejanza alguna con la que se respira en Vitoria. "Salvo por lo ocurrido a principios de septiembre, todo está en calma. Eso sí, queremos aprovechar para enviar todo nuestro apoyo a Kukutza", indicó ayer una de los portavoces del local. La referencia indicada por la representante aludía al registro que el pasado 3 de septiembre llevaron a cabo efectivos de la Ertzaintza en el Gaztetxe gasteiztarra y que derivó en una imputación al responsable del inmueble por un delito de enaltecimiento del terrorismo al hallarse en el mismo diversas fotografías de presos. La operación policial, desarrollada de madrugada y en la que según los jóvenes también tomó parte la Policía Local, se saldó con enfrentamientos violentos que tomaron como escenario diversas calles del Casco Viejo. Según los responsables del Gaztetxe, la Policía irrumpió por sorpresa en el recinto armada con porras extensibles y golpeando a todos cuanto se interponían en su camino, mientras que los agentes afirmaron haber entrado en el local como respuesta a los insultos que recibieron mientras patrullaban por la zona. Sea como fuere, aquél suceso aislado no alteró más que puntualmente la paz que vive el inmueble desde la salida de escena de Alfonso Alonso.

demolición Tal y como recuerdan los propios miembros de la asamblea juvenil, el regente del PP fue quien resucitó la idea de derribar el Gaztetxe. En 2001, reclamó su derribo después de que un grupo de jóvenes se enfrentara a una patrulla de la Ertzaintza, acción que fue interpretada por la Gazte Asanblada como un intento de criminalizar el edificio. Como respuesta al edil, los entonces portavoces municipales del PNV, Eusko Alkartasuna, Izquierda Unida y Batasuna cuestionaron su definición de "ocupación ilegal" después de 13 años de permanencia en un inmueble que con anterioridad había pertenecido al Obispado y explicaron que el centro era un espacio sociocultural autogestionado que desarrolla una labor alternativa sin cabida en los ámbitos oficiales, por lo que entendían que cumplía una labor positiva dentro de la sociedad vitoriana.

Alonso no tiró la toalla y volvió a la carga contra el Gaztetxe años después, enarbolando en aquella ocasión la bandera del Urbanismo. La idea presentada públicamente para arropar la demolición consistió en elevar una quinta torre para Vitoria que haría las veces de mirador. El ambicioso planteamiento, presupuestado en 104 millones de euros y rematado por un gran aparcamiento subterráneo y un gran túnel que surcaría la almendra de costado a costado, fue a parar, como otros muchos a lo largo de los últimos años, al cajón de los planes municipales fallidos. La franca minoría política que el PP mantenía por aquel entonces en el Consistorio y la tensión que existía entre el equipo de gobierno y la oposición hizo naufragar la idea desde un principio.

Con la perspectiva del derribo aún en mente, Alonso maniobró hasta ofrecer a la asamblea del Gaztetxe la posibilidad de ubicarse en otro barrio de la ciudad mientras se ejecutaba el parking de El Campillo, propuesta que tampoco cuajó.