Las características de las estufas exteriores, a buen seguro, contarán con un epígrafe específico en la futura ordenanza de veladores que el Gobierno municipal de Gasteiz comenzará a cocinar próximamente. Con la llegada de la Ley Antitabaco en pleno invierno pasado, los hosteleros de la ciudad no perdieron el tiempo para acondicionar sus espacios exteriores y que sus clientes fumadores pudiesen disfrutar del vicio dentro de la nueva legalidad. En ese contexto, las estufas comenzaron a formar parte progresivamente de la arquitectura de Vitoria, la mayoría de gas y unas pocas eléctricas, lo que pronto abrió un debate debido a la dinámica que han seguido en los últimos meses grandes ciudades europeas como París. El Ayuntamiento de la capital francesa ha prohibido los calentadores de butano por contaminantes y la posibilidad de que esta exigencia legal se traslade a la Green Capital de 2012 es más que una mera posibilidad.
Aunque el equipo de gobierno ha cambiado de color, la advertencia lanzada en una entrevista radiofónica por la exconcejala socialista de Vía Pública, Marian Gutiérrez, todavía resuena en los oídos de muchos hosteleros. "Las estufas de gas no cuadran en una capital verde", declaró Gutiérrez. Muchos locales optaron el pasado enero por sustituir sus estufas de gas recientemente adquiridas por modelos eléctricos, como el bar Rabia y Miel, ante la posibilidad de que su compra fuese en vano. Otros las compraron de primeras ante las ventajas que reportan -más caras en un principio, pero rápidamente amortizables porque se evita el gasto en bombonas-, y muchos se lo plantearon seriamente pero prefirieron esperar hasta que el panorama normativo se despejase de forma definitiva.
Curiosamente, fueron dos empresarios vitorianos quienes introdujeron con decisión las estufas eléctricas en la ciudad. Emilio García y su cuñado David Río, socios de No te Enfríes, comenzaron a distribuir los nuevos equipos en unos pocos locales que, poco a poco, se fueron ampliando y que actualmente alcanzan los 13. La discoteca Círculo, el hotel Jardines de Euleta, la cafetería Cube o El Nuevo son sólo algunos de sus clientes.
Las estufas cuestan, en función del modelo, entre los 300 y los 390 euros sin IVA, prometen respeto por el medio ambiente porque no emiten CO2, ahorro de energía "con un diseño moderno" y "calor inmediato al no dispersarse con el viento". Cada bombona de butano, que proporciona sólo 15 horas de autonomía a un precio de 14 euros, sale muy cara al comparar su gasto con el de las estufas eléctricas, que vienen a consumir sólo cuatro euros durante el mismo número de horas.
Si la discusión se centró hace un año en de gas o eléctricas, parece que ahora la dicotomía puede virar hacia otra pregunta: ¿de pago para los clientes o no? Otro emprendedor gasteiztarra, Rubén Rojí, ha patentado recientemente un nuevo modelo de estufa eléctrica pero que, a diferencia de las que ya se ven en la ciudad, incluye un temporizador de encendido que el propio fumador hará funcionar. ¿Cómo? Introduciendo monedas de 10 ó 20 céntimos en un cajetín situado bajo su mesa circular. Con su nombre, Green fire, el joven quiere dar a entender que el lucro económico no está entre los objetivos del invento sino, más bien, el uso responsable de la energía, porque en función del modelo que se adquiera la estufa se encenderá durante diez o veinte minutos, ni más ni menos, a no ser que se eche más dinero. El joven ya ha comenzado a presentar su producto a los hosteleros.