vitoria. La capital alavesa regresó durante este fin de semana al medievo y los vitorianos no quisieron perderse ese viaje en el tiempo. La respuesta del público al mercado medieval, que suma ya diez ediciones, fue masiva. Pero otra cuestión todavía por resolver es si, además de animarse a ver los espectáculos de saltimbanquis, dragones y caballeros, de pasearse por los puestos de ropa, artesanía, especias y dulces, los vecinos se animaron a dejar su dinero en los puestos que se asentaron en el Casco Medieval. Los comerciantes se mostraron satisfechos con la afluencia y con la meteorología, pero no tanto con las ventas, que aún creen que están marcadas por la crisis.
El mercado medieval es una cita ya asentada en la capital alavesa. Las declaraciones desde el gabinete Maroto de que la situación económica obligaba a plantearse si citas culturales como ésta no podrían organizarse cada dos años había generado cierta expectación en torno a cuándo tendría lugar esta cita con el pasado; incluso el buzón ciudadano del Ayuntamiento registró quejas al respecto, preguntándose si el evento se había suspendido. No fue así. Y bastó pasarse el fin de semana por el corazón de la ciudad para darse cuenta.
Tiro con arco, exhibición de cetrería, danzas orientales, malabares y acrobacias, teatro de calle, paseo de ocas, juegos de rol, concierto de música antigua, cuentacuentos... La variedad del programa de ayer fue tal que quien no encontró algo para entretenerse es porque no quiso. Las calles se quedaron pequeñas. Tanto, que los padres tuvieron que tatuar temporalmente a sus hijos el número de teléfono móvil en el brazo, porque no resultaba difícil perderse entre tanto público y tanto espectáculo para los sentidos. Un orco circulando en su carricoche y un fauno contemplando al público desde las alturas fueron algunos de esos especímenes que sólo se pueden ver por estas fechas.
Cada vez más ciudadanos aprovechan el mercado para vestirse de época -aunque este año se escucharon comentarios de que quizá algún comerciante había olvidado su atuendo-, opinan con entrega sobre las novedades del programa o buscan un producto en concreto al que habían echado el ojo en anteriores ediciones. Ya no hay día pequeño en esta cita de tres jornadas, y desde el viernes por la noche se llenaron las calles de familias, compradores y curiosos.
Los comerciantes consideran que las ventas fueron similares a las del año pasado. Incluso menores. "Han bajado bastante las ventas. Igual lo que dicen de la crisis hasta es verdad", bromeaba Araceli, que estaba al frente de un puesto de esencias en Los Arquillos, una ubicación con la que no estaba satisfecha. Otros puestos, como el de dulces que regentaba Jorge Francisco Pérez en la plaza del Machete, han notado menos las apreturas económicas: "El año pasado nos llovió y eso se notó más al hacer balance. Pero esta vez estoy contento. La gente, después de casi nueve años viniendo a Vitoria, ya hasta me viene a buscar". Desde un puesto similar, situado a unos pocos metros, los empleados tampoco se mostraban del todo satisfechos con los ingresos, pero matizaban que "Vitoria es un bombón" en cuanto a las ventas. Aunque su sabor, según lamentan, aún podía haber sido más dulce.