año 1976. Un frío enero en Londres. Un fotógrafo de prensa pasa por debajo de la puerta del hotel Savoy unos negativos. Ben Moss se niega al chantaje. Las fotos de su representada Rita Hayworth en su llegada al aeropuerto de Heathrow el día anterior con una imagen desaliñada y perdida salían publicadas al día siguiente. Entonces se atribuyó esta imagen a su vida disoluta. Años después se descubrió que la realidad que vivía llevaba el nombre de Alzheimer. Afortunadamente para la considerada diosa del amor nunca vio esas fotos y al día siguiente no recordaba el nerviosismo que vivió cuando una lluvia de flashes caía sobre ella.

Así lo recordaba ayer la actriz alavesa Teresa Ibáñez con motivo del Día Mundial del Alzheimer, en un discurso emotivo en el que quiso agradecer a la Asociación de familiares de enfermos de Alzheimer y otras demencias, Afades, el detalle de nombrarle socia de honor del colectivo. Con música de Bingen Mendizabal de fondo, la intérprete desgranó un discurso en el que reflejó el drama de varios de los afectados y su entorno. "Se necesita un sentimiento de corresponsabilidad y comprensión. Debemos esforzarnos en dar respaldo y respuesta a los afectados y tener compasión muy lejos del concepto de lástima, sino de empatizar y sentir porque, como dijo Wilde lo que le ocurre a otro, me ocurre a mí", afirmó.

Por ello, recordó la urgencia de no olvidar la necesidad de la ciencia y la humanidad para con los afectados por la pandemia del siglo XXI, que sufren en la actualidad 5.000 alaveses, 33.000 vascos y 3,5 millones de españoles sin incluir a sus familiares. "Quizás un día no recuerde que esa inmensidad azul se llama mar, que ese ruido de alegría es el de una golondrina. Quizás un día no recuerde el nombre al que respondí pero, entonces, seguiré percibiendo el amor de quien me llama. Y cuando sea espejo de mí, de ti, de nuestros afectos y anhelos, de nuestro pasado, en ti quedará inmersa mi mirada, tu recuerdo, mi recuerdo y mi alma", concluyó.

Un nuevo caso de Azlheimer se diagnostica cada diez minutos, una enfermedad que afecta al 60% de los dependientes y que supone un gasto anual por paciente de 30.000 euros. Por ello, es urgente no olvidar. Que aunque la crisis obliga a apretarse el cinturón las instituciones deben tener presente que estos números se duplicarán para 2030. Que Rita Hayworth continuó su descenso hasta el infierno frente a la incomprensión social una década antes de que el mundo abriera los ojos. Que, más tarde o más temprano, alguien de nuestro entorno se verá afectado por este virus de la memoria por lo que no hay que dar la espalda a esta realidad. Y que, al final, todos somos Rita Hayworth.