argandoña. A los 22 años abandonó su Zerain natal, anclada en pleno corazón del País Vasco, a las faldas del Goierri, para iniciar sus estudios de Teología en Roma, ocupación que le llevaría cuatro años, hasta 1957. Fue allí donde Agustín Apaolaza (Zerain, 1932), monje benedictino del santuario alavés de Estíbaliz escogió el camino del conocimiento, la sabiduría y la lectura hasta convertirse en un romántico de las lenguas clásicas bíblicas, como el griego y el latín.

Su andadura por estos lares, a la que sumó una Licenciatura en Biblia que realizó en las comisiones bíblicas del Vaticano, despertaron en Agustín una voraz pasión por la escritura, una actividad a la que ha dedicado los últimos 40 años de su vida desde su atalaya en Estíbaliz. "Cuando a los doce años ingresé en los benedictinos de Lazkao entendí que el griego clásico y el latín eran dos lenguas fundamentales para iniciarme y comprender correctamente la Biblia", asegura Apaolaza en un perfecto euskera, otro de sus idiomas predilectos.

De hecho, en sus ratos libres, como modestamente suele decir, se vuelca en cuerpo y alma a otra de sus grandes aficiones: la traducción de libros del griego al euskera, una tarea que comenzó a perfeccionar hace 29 años cuando completó el primer libro de salmos traducido del griego a la lengua de los euskaldunes. "Desde que decidí iniciarme en este mundo hace ya muchos años era uno de mis grandes sueños que, al final, he podido cumplir", reconoce el monje benedictino, que desde entonces ha sumado seis obras más a su particular bibliografía, la última de ellas, dice, una de las más personales que ha traducido hasta la fecha. "El ultimo libro se titula Apostoluen Eginak. Espirituaren eragina Berrionaren zabalkundean y pretende ser una herramienta útil para rezar al tiempo que se lee la Biblia, porque hay muchas maneras de acercarse al sagrado libro", asegura Apaolaza, consciente de que sus trabajos forman parte del elenco de obras utilizadas por numerosos clérigos que realizar sus homilías en euskera.

Aunque aislado gran parte del día en el silencio sepulcral que envuelve la Llanada alavesa, antaño cobijo y lugar de peregrinación de los romanos, Agustín no es ajeno a la actualidad que rodea a Euskadi en general y a la Iglesia en particular. La falta de devotos que recojan el testigo de Agustín y de los otros cinco religiosos con los que convive en el santuario o la polémica surgida a raíz de la llegada de Benedicto XVI a Madrid son dos temas que están muy presentes en la mente de este monje benedictino. Sobre este último punto, es claro. "Su llegada era totalmente necesaria porque la juventud de hoy en día necesita felicidad en sus corazones, y ésa era una de las máximas virtudes de Juan Pablo II, pero también lo es del actual Papa", asegura, mientras su semblante se contagia de esa felicidad a la que evoca al recordar a los 200 jóvenes que se acercaron a Estíbaliz antes de poner rumbo a las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) de Madrid. "Llegaron todos juntos andando desde Gasteiz a la misa de la una del domingo, la mayoría de ellos eran de México y sus ojos irradiaban alegría y entusiasmo", rememora. "Por eso ha sido tan importante la visita de Benedicto XVI más allá de las críticas que ha suscitado su llegada por la cantidad de dinero que se decía que iba a costar", apostilla.

falta de vocación

El futuro del santuario

La falta del relevo generacional en todos los ámbitos de la Iglesia vasca también es otra de las cuestiones que los benedictinos de Estíbaliz tienen muy presente. De hecho, solamente dos jóvenes procedentes de Kenia y de Ucrania han decidido dar el paso de llegar algún día a erigirse en los guardianes de Estíbaliz, cargo que ahora ocupa simbólicamente Agustín y que sus 40 años en el santuario dan fe de ello. "Van por el buen camino", reconoce, apenado, por la secularización que atraviesa la Iglesia vasca en lo que a fieles se refiere. En los últimos años, por ejemplo, el número de feligreses que asisten regularmente a misa se ha reducido un 20%, al igual que los jóvenes devotos que deciden coger los hábitos, algo que con la llegada de los religiosos keniatas y ucranianos esperan paliar en el Santuario. "Son jóvenes que caminan por el buen camino", repite una y otra vez Agustín.

El guardián de Estíbaliz

Agustín Apaolaza lleva 40 años en el Santuario alavés traduciendo libros del griego al euskera

Muchos clérigos utilizan las obras de Agustín en sus homilías.

la vida en estíbaliz

l 6.20 horas. Los monjes benedictinos de Estíbaliz se levantan a esta hora para comenzar con el primer rezo personal del día.

l 6.45 horas. Tras 25 minutos, llega el momento de continuar con los rezos de manera conjunta.

l 8.45 horas. Momento del desayuno. Acto seguido, cada religioso se dedica a diversos trabajos como las traducciones del griego al euskera que realiza Agustín.

l 13.15 horas. A esta hora los monjes se reúnen para rezar.

l 13.30 horas. Hora de la comida.

l 19.00 horas. De lunes a viernes, los religiosos celebran una misa a las siete de la tarde.

l 20.45 horas. Después de cenar, se reúnen todos juntos en la mesa para charlar sobre lo que han hecho durante el día.

l 22.00 horas. Hora de dormir.

Agustín Apaolaza cursó con 22 años los estudios de Teología en Roma y después se licenció en Biblia en el Vaticano