LOS mosquitos, que este verano están más presentes por las abundantes lluvias caídas hasta hace escasas fechas, eligen a sus víctimas en función de la cantidad de dióxido de carbono que emiten al respirar y no, como afirma la creencia popular, por la dulzura de la sangre. Cada día un ser humano produce aproximadamente un kilogramo de CO2 y en cada ocasión que exhala, unas trece veces por minuto, emite más de cien miligramos.

Además de otras sustancias corporales, el mosquito siente especial "querencia" por aquellas personas que emiten más CO2, explica Juan Rueda, de la Asociación Española de Entomología y experto en el control biológico de los mosquitos. "Estos insectos detectan una corriente con pulsaciones de CO2, de la que deducen que detrás hay sangre fresca para chupar", asegura, en el mismo sentido, un reciente estudio publicado en la revista especializada Nature. El dióxido de carbono emitido al respirar es mayor en los adultos que en los niños y su cantidad varía en función de la dieta y el ejercicio físico que se sigan.

Por lo tanto, nadie está a salvo de esas molestas mordeduras porque respirar sigue siendo una actividad tan fundamental para el ser humano como para ellos afilar su pico listo y clavarlo en mayores o pequeños, en mujeres o en hombres.

En principio, cualquier cuerpo les vale para poder saciar su sed con sangre oxigenada, rejuvenecida en cada inhalación.

Por otro lado, apunta Rueda, las temperaturas y las abundantes lluvias caídas durante la primavera y el arranque del verano han favorecido la aparición de focos de mosquitos. La vida media de una hembra de mosquito, que es la que pica, va de 50 a 60 días y con cada lluvia "el ciclo vital se reinicia", advierte este experto entomólogo. Según este profesor de la Universidad de Valencia, sin vigilancia ni control de focos, los mosquitos serán "compañía obligada durante el verano".

De ahí la importancia de hacer un trabajo efectivo en los focos de larvas, porque "todo lo que sea luchar contra adultos voladores supone muchos esfuerzos económicos y de personal".

En cuanto a la existencia o no de una creciente resistencia de estos animales a los repelentes, Rueda explica que estos se cambian periódicamente para evitar ese efecto. Por ello, "es primordial el control de los focos de mosquitos en su fase de larva, para no tener que enfrentarse a los efectos de resistencia de los productos químicos en los mosquitos adultos".

Entre las medidas más sencillas para luchar contra ellos, se encuentran, en primer lugar, evitar los encharcamientos de agua en las zonas urbanas (cubos, maceteros, fuentes ornamentales, piscinas, balsas...) para que no puedan criar, y usar mosquiteras.

En el medio natural, se pueden transformar ciertas zonas de inundación temporal en permanentes e introducir peces autóctonos, que son sus depredadores naturales.

Cuando esto no sea posible, se actúa con un control biológico sobre los focos. Los productos biológicos son totalmente inocuos para los demás seres vivos y se utilizan bacterias que producen una toxina que destruye el tubo digestivo de las larvas de mosquitos.

Por otro lado, el experto entomógologo recuerda que los humedales son un importante refugio de biodiversidad, por lo que su desecación no es en ningún caso una solución válida.

Los mosquitos más frecuentes en territorio peninsular se dividen en dos grandes categorías: los que viven en el medio urbano y el medio natural. En el entorno natural, los más abundantes son los del género Ochlerotatus y, en el urbano, el mosquito común o Culex pipiens; los primeros pican durante el día y a través de la ropa, y los segundos cuando cae el atardecer y al amanecer.