Vitoria. Al arte de capturar el instante se le llama fotografía, pero si a la puesta en escena se le añaden los símbolos de un período es más que un momento. Es retratar una época, su historia, que sólo unos pocos privilegiados consiguen plasmar en una imagen. El vitoriano Alberto Schommer es uno de ellos, con las 40 instantáneas testigo de un pasado cercano, el de la Transición, que desde ayer y hasta el 29 de agosto se hacen presente en el Archivo Histórico Provincial de Álava.
La cruz gamada, rota, a los pies de la escalinata de las Cortes esperando a que el camión se la lleve es un buen ejemplo de ello. Pero Schommer no se conformaba con estar en el sitio y momento adecuado.
Se le conoce como el retratador de personalidades, de líderes políticos, religiosos o militares, a los que consiguió sacar el lado más irreverente de ellos. Destapó su lado más hilarante y, con él, el estupor de la sociedad, cuando ésta vio publicada en prensa cómo hizo levitar al monseñor Tarancón agarrado a un crucifijo enorme. "Si les hubiese explicado a los cardenales la idea, no la hubieran aceptado. Nadie me preguntó por qué se subían a una tarima. No se la expliqué", recuerda Shommer en la descripción que acompaña a la misma.
Franco le temía. Advirtió a sus ministros que mientras ejercieran no posaran para "este fotógrafo extranjero". Un "honor su prohibición" para este gasteiztarra, como así lo demuestra la joya de la corona de esta exposición: Descomposición. Una máscara del caudillo en tres situaciones distintas: tal y como era, rota y calcinada.
El desmontaje del franquismo también se recoge en esta muestra, en la que se ve como en una antigua oficina descuelgan un cuadro del Generalísimo por uno del Rey o la moda de ver a Suárez en los televisores. Y los problemas que le trajo convencer a Fraga, González o Carrillo para poner en su frente una interrogación, símbolo de la incógnita del resultado de las elecciones de 1982. Azul en el caso del primero y roja en el de los otros porque todas las obras son a color, en un intento de huir del socorrido blanco y negro o del gris de la época que se dejaba atrás.