En el año 1199, aproximadamente cuando aún no habían sido recogidas las cosechas, un gran ejército castellano hizo que los vitorianos se encerrasen al refugio de sus murallas. Los atacantes esperaban una rápida victoria, pero los sitiados resistieron con eficacia los primeros embates. También los segundos y los terceros. Ante esta situación, el rey castellano Alfonso VIII optó por construir una empalizada en torno a la villa amurallada y esperar mientras empleaba a sus hombres en la conquista de la Navarra occidental. Los vitorianos esperaban la ayuda de su rey, Sancho VII Azkarra, pero ésta no llegaba. El rey de Navarra se encontraba en Al-Andalus, precisamente, gestionando ayuda, en tropas y dinero, para poder hacer frente a un ataque de su belicoso vecino castellano.

Se dice que estando en Sevilla el monarca cayó gravemente enfermo. Esto lo sabía Alfonso, quien aprovechó las circunstancias para lanzar su ataque contra Navarra. Los vitorianos, al borde de la extenuación tras meses de asedio, solicitaron que se permitiera la salida de una comisión para trasladarse a Sevilla a hablar con su rey. Así se hizo, de manera que Sancho VII, ante la imposibilidad de socorrer a su villa de Vitoria, no pudo más que dar permiso a los vitorianos para que se rindiesen. Y así se hizo, a comienzos de la primavera del año 1200, tras nueve meses de asedio.

Mucho ha llovido desde entonces. Pero aún se recuerda aquella gesta. En ese sentido, los miembros de la Asociación Navarrate reivindican el carácter navarro de los territorios y las gentes de Álava, con el objetivo de la recuperación de la soberanía y el territorio del antiguo Estado vasco de Navarra. "La historia reescrita también puede ser un arma liberadora -comenta un miembro de Navarrate-, no sólo para sacar a la luz lo que los estamentos dominadores encerraron en sus trasteros, sino también porque, al mismo tiempo, pone en evidencia que esa dominación ha estado siempre basada en la tergiversación, cuando no directamente en la mentira".

La realidad explica que Castilla conquistó Vitoria en el año 1200, junto con todos los territorios occidentales del Reino de Navarra en aquel tiempo. Vitoria resistió durante siete meses y sólo se rindió tras recibir permiso para ello de su rey, Sancho VII Azkarra. Dos años después la villa ardió de arriba a abajo.

Sin embargo, la historia no siempre es bien conocida. Y, como muestra, un botón. En una publicación del año 1986 acerca de la arquitectura en la Llanada alavesa se puede leer lo siguiente en relación a la fundación de Vitoria por el rey de Navarra Sancho VI el Sabio. "Se sospecha que, antes del siglo XII, en lo alto de una colina situada casi en el centro de la Llanada, con la cima aplanada y de forma elíptica, debió de existir una pequeña aldea de nombre Gasteiz. Sin embargo esto no pasa de ser una sospecha, pues si bien, en el siglo X (sic), entre los pueblos contribuyentes al Voto de la Reja de San Millán, se menciona uno que lleva el nombre de Gasteiz, no puede asegurarse de ningún modo que su emplazamiento sea el que ocupa la actual Vitoria".

Algo más adelante se cita el texto de la carta de fundación de Vitoria, cuyo original se conserva en los archivos municipales, literalmente. "... Cui novum nomen imposui scilicet Victoria, quae ante ea vocabatur Gaztheiz". es decir, "... a la que impuse nuevo nombre, es decir, Victoria, a la que antes se llamaba Gaztheiz".

Pese a todo, es una evidencia que Álava fue arrancada del tronco común de Navarra por la fuerza de las armas y de la traición en contra de la voluntad de sus naturales. Eco de esa situación es el siguiente comentario, en la misma obra. "A finales del siglo XII, la Llanada se encontraba bajo el dominio navarro".

A este respecto existe una leyenda que relata como el Fuero otorgado por el rey Sancho el Sabio, no preveía que la villa que llegaría a ser Nova Victoria, precisaría de unos campos de los que obtener las suficientes rentas para su subsistencia. Para empezar esto es inexacto, ya que a la muerte de Sancho VI, su hijo Sancho VII Azkarra, prosiguió la obra de consolidación y fortificación de la nueva villa, concediéndole nuevos Fueros, que atrajeron la población de Olarizu, Beitia, Doipa, Sarrikuri y Restingiz, aldeas cercanas que quedaron deshabitadas.

Sea como fuere, la leyenda sugiere que surgirían disputas con los vecinos de las aldeas limítrofes, especialmente con los de Abendaño, de modo que los vitorianos habrían acudido al rey de Navarra, Sancho VII Azkarra, quien les aconsejaría que actuasen por la fuerza, argumentando que era de cobardes ir al rey con tales quejas, cuando podían solucionar su problema por sí mismos. En consecuencia, los vitorianos atacarían e incendiarían Abendaño, quedándose con sus campos. Tomás Alfaro, en su obra Vida de la Ciudad de Vitoria, de 1951, se hace eco de esta leyenda, transformando la respuesta del rey por un gesto hecho con su espada, de cortar los tallos de unas plantas, al parecer unas berzas, lo que los vitorianos interpretaron como que debían descabezar a sus enemigos.

Se hace duro imaginar a un rey alentado las discordias entre sus súbditos y aconsejándoles el asesinato en masa, pero acaso sea más difícil imaginárlo comunicándose con aquellos que han ido a exponerle sus problemas, mediante gestos alegóricos, cortando berzas.

El año 1198 Alfonso VIII se propone la conquista de la Navarra occidental, tal como en 1174 había hecho con parte de la primitiva Bizkaia, después de hacerse con la Bureba y La Rioja, contraviniendo tanto el Pacto de Támara, de 1127, entre Alfonso VII de Castilla y Alfonso el Batallador de Pamplona y Aragoi, como el Laudo Arbitral, de 1177, del rey de Inglaterra, Enrique II Plantagenet, que habían aceptado sus sucesores, Alfonso VIII de Castilla y Sancho VI de Navarra. Tal como había ocurrido en el caso de Bizkaia con su tenente navarro, Eneko Lupiz, atraído a la órbita castellana con la concesión de feudos en la recién conquistada La Rioja, por lo que sus descendientes se titularán de Haro, Alfonso VIII contó con la complicidad de algunos señores alaveses, seducidos con la promesa de concesión de feudos en esas tierras riojanas arrebatadas a la corona de Navarra.

Los castellanos van tomando territorios y asedian Vitoria en 1200. Tras un cruel sitio de siete meses, el rey Sancho VII Azkarra se ve obligado a dispensar a los vitorianos de su juramento de fidelidad, por lo que estos capitulan. El trato más benigno dispensado, sería precisamente el acostumbrado en aquellos tiempos a los vencidos que se habían resistido con dureza, como era el caso. Los vitorianos verían respetadas sus vidas, pero no sus haciendas, siendo expulsados de su ciudad y realojados en los arrabales o en las aldeas próximas, mientras sus casas eran ocupadas por los sitiadores. Alfonso VIII reconoce sus Fueros a los vitorianos, tal como afirman los panegiristas del pacto entre vascongados y castellanos, pero no a los genuinos, sino a los nuevos.

El incendio que destruye la ciudad en 1202, cuyo origen nunca ha sido aclarado, pudo ser fruto de los intentos de los navarros vitorianos por recuperar su ciudad. En ese contexto los protagonistas de la leyenda acerca de la destrucción de Abendaño, no serían los vitorianos originales y el rey navarro, sino los advenedizos y el castellano. Tanto Abendaño como la primitiva Vitoria quedarían destruidas y Alfonso VIII preferiría extender la ciudad hacia occidente antes que reconstruirla. En la Villa Suso proyectaría construir una imponente fortaleza, tal como desvelan los últimos descubrimientos arqueológicos, y poco más, ¿Por qué si no reconstruyó la primitiva iglesia del siglo XI destruida en el incendio? Sus sucesores, sin embargo, cambiaron estos planes. La fortaleza se convirtió en un gran templo gótico, la iglesia románica fue derribada y la ciudad se ensanchó entonces hacia el este.

En el Chronicon de la Kalenda de Burgos puede leerse: "AERA MCCXL fuit Victoria combusta et multi homines et mulieres in die Paresceve nocte tamen precedente", que quiere decir: "La noche precedente al Paresceve (Viernes Santo) del año 1202 ardió Vitoria y muchos hombres y mujeres". Todas las fuentes afirman desconocer las causas de este incendio, aunque se aventuran a suponerlo provocado.