vitoria

LA gesta fue triple: por vez primera Los Verdes alemanes conquistaron la jefatura de Gobierno de un estado, Baden-Württemberg, de esencias conservadoras; han pasado de extraparlamentarios a futuros socios de coalición en Renania Palatinado, el Länd del patriarca cristianodemócrata y excanciller Helmut Kohl; y triunfaron en las municipales de un tercer estado, Hesse. El tsunami antinuclear tras lo acontecido en la central nipona de Fukushima se ha llevado por delante la bonanza económica propulsada por Angela Merkel, poniendo de relieve el valor ecologista y castigando las posturas ambiguas de esta doctora en Física cuyo partido, el CDU, se juega en 2011 unas opciones de reelección a priori complejas. Berlín y Bremen, entre otras, medirán la fortaleza del efecto verde, que podría traspasar fronteras en Europa pero que en el Estado español tiene una difícil penetración. Lo constata a DNA Laia Ortiz, portavoz de Iniciativa per Catalunya Verds, para quien "el lobby nuclear es tan fuerte aquí que no se puede abrir un debate democrático con unas mínimas condiciones de transparencia". A juicio de Javier González Lavado, coordinador general de Berdeak, "lo que ha pasado en Japón sí ha influido en Alemania pero el éxito de este pastel lleva años cocinándose".

Merkel protagonizó dos virajes sin sentido. Pasó de defender siempre a ultranza el uso de esta energía a anunciar el cierre provisional de siete de las 17 centrales que habitan en su país; y, para colmo, sorprendió en plena campaña electoral con la abstención germana en la votación de Naciones Unidas sobre el ataque a Gadafi, lo que dejó atónitos a los conservadores. Los Verdes aprovecharon sendos pasos en falso para enfatizar su mensaje de diálogo y responsabilidad ante una ciudadanía que reclama una participación más directa en sus asuntos. Sobre todo, cuando se trata de inversiones públicas en proyectos ingentes como el de Stuttgart 21, la vieja estación de tren de la ciudad que se transformará en metro con un coste de 8.000 millones de euros. Bajo el tecnocrático gobierno de Merkel, el CDU no ha sacado usufructo de su pacto con los socialdemócratas, anquilosándose en un partido más que tradicional, vetusto, clientelista y ajeno a la calle. Los Verdes se benefician del cambio demográfico: su base de respaldo en las urnas de mayor edad ronda los 70 años, a la vez que suma los nuevos jóvenes y los desencantados de sus oponentes, incluso del izquierdismo del Die Linke. Promueven además que la economía puede "ser verde y crecer", en pro de la metamorfosis del sector financiero, el mercado de trabajo y la sostenibilidad.

"Después de 58 años de mandato de derechas, lo ocurrido en Baden-Württenberg es una alternativa real y creíble. No estamos ante un voto de castigo, sino concienciado, reflexivo, en el que el candidato no suele ser determinante", afirma González Lavado. De hecho, el próximo gobernante en dicho Länd, Winfried Kretschmann, hace gala de un ideario conservador pese a su tamiz verde. Según Ortiz, "no solo trabajan en el tema antinuclear, sino que fomentan la igualdad de genero, la participación y una igualdad social que no se entiende sin recursos naturales. Es una visión más integral". Aparcada la euforia será la hora de comprobar si este fulgor tiene límites: votará Berlín en septiembre, donde el socialdemócrata Klaus Wowereit -quien desde 2001 gobierna junto al Die Linke- retará a la emergente candidata verde Renate Künast. En mayo votará Bremen, conformado por la capital y la localidad de Bremerhaven, el más pequeño de los 16 Länder, donde el SPD ya está en coalición con los ecologistas y, para más inri, podrán participar los menores de edad de 16 y 17 años. En los estertores del verano será el turno para Mecklemburgo-Pomerania Anterior, donde se perfila la reelección del SPD, con el presente respaldo del CDU. En el Parlamento de su capital, Schwerin, está representado el neonazi NPD, que previsiblemente rebasará el umbral del 5% con un planteamiento similar al Frente galo de Le Pen.

respuesta creciente "Ante la crisis y el paro provocado por las ideas del siglo pasado hay dos tipos de respuestas: desesperación y repliegue, o la de esperanza. La primera tiene salida en la ultraderecha, y la otra en una nueva vía como la de Los Verdes, donde la xenofobia no tiene cabida", recalcan desde Berdeak. "El voto ecologista ya es una realidad en buena parte del continente: en Francia, Les Verts oscilan entre el 10% y 15% del sufragio; en Finlandia es socio del gobierno nacional; y en Bélgica, Ecolo alcanzó el 20% en las regionales. En el Parlamento europeo hay más de 50 diputados, e incluso tiene fuerza en países como Australia, Brasil, Colombia o Canadá", recuerda González, que aspira a que en las inminentes elecciones municipales en Euskadi salgan reelegidos los concejales de Sopelana y Mutriku. Por su parte, Laia Ortiz denuncia "la carencia de información y el ocultismo intrínseco a la industria nuclear que ha llevado a que, según una encuesta reciente, la preocupación por este asunto en el Estado haya bajado del 80% al 40%. ¡Y eso que en Catalunya tenemos tres de las centrales!".

Como el boxeador contra las cuerdas, Merkel ha extremado sus medidas defensivas. La canciller ha exhibido una cautela absoluta y opuesta a cualquier mínima decisión que la pudiera dejar políticamente expuesta. Pero el creciente éxito del partido verde es resultado de un cambio más amplio en la mentalidad germana. Durante los últimos años, Alemania se ha ido despojando de su miedo a lo desconocido. Las protestas antiatómicas nacieron allí en los años 70 como respuesta al estacionamiento de misiles nucleares estadounidenses durante la Guerra Fría y recrudecieron después del accidente de la central de Chernóbil, en Ucrania. Los planes de Merkel se han ido al traste con la tragedia de Fukushima y la bandera con el sol sonriente bajo el lema de Energía nuclear, no gracias ha vuelto a ondear los cielos de Alemania. Ahora más que nunca, el verde es el color de su esperanza. La de abrir un nuevo tiempo político.