vitoria. Sucedió como se esperaba. Sin sobresaltos. Con la eficacia quirúrgica que puede tener un bulldozer. Con los gritos, lamentos y el discurso victimista de los miembros del clan gitano y con una abudante presencia policial para contener los ánimos, de por sí excitados. Por fin, el edificio estandarte de los bartolos ya es historia. Pesaba sobre él la condena municipal, que preveía su demolición tras llegar a un acuerdo de compraventa con la familia para acabar con veintiún años de miedo, robos en la zona y rumores salvajes. "¿Ha costado? Muchísimo tiempo, es cierto. Pero hemos logrado dar un paso muy importante en un problema que parecía irresoluble. La demolición marca el punto de inflexión para construir un futuro radicalmente distinto", subrayó ayer el alcalde de la ciudad, Patxi Lazcoz.
Desde que el regidor socialista llegó a la Alcaldía, el Departamento de Urbanismo y el de Intervención Social han trabajado de la mano para lograr que los bartolos se reintegraran en la sociedad y abandonaran el edificio de la avenida de Los Huetos que ellos mismos han destrozado mientras sembraban el pánico entre los vecinos, los trabajadores de la gasolinera, los vendedores del mercado de mayoristas y las empresas de la zona. El segundo objetivo se logró ayer. El primero, en parte. Aunque algunos integrantes del clan ya abandonaron la casa y escolarizaron a sus hijos, otros como Bartolomé, el patriarca, y su mujer, la guerrera María, siguen rebelándose. Mientras veían cómo se precipitaba el que ha sido su hogar, se quejaban del acuerdo alcanzado con el Ayuntamiento e insinuaban su intención de acampar en la zona. "Nos han dado dos putas pesetas por la casa. ¿A dónde vamos a ir ahora?", se quejaban, al tiempo que confesaban haber estado pagando el alquiler de otra vivienda con las ayudas sociales que reciben mensualmente del Consistorio gasteiztarra.
Sus palabras poco tienen que ver con la visión del edil de Intervención Social, Peio López de Munain. Aseguró que los bartolos llevaban varios días haciendo las maletas y que su intención era marcharse tras el derribo. No obstante, en el caso de que finalmente monten un campamento en las inmediaciones, éste desaparecerá en un visto y no visto. "Si se produce un asentamiento ilegal, ejecutaremos el protocolo en cuestión de minutos", explicó el alcalde. Es un mensaje tranquilizador, pero la inquietante pregunta que ahora asalta a los vitorianos es otra. ¿Cuál va a ser el nuevo destino de estas personas? Lazcoz fue claro. "No podemos saber a dónde se van, porque ellos son los que tienen que buscarse la vida. Y si no pueden, tienen un espacio perfectamente preparado en Agirrelanda", aclaró. O sea, junto a los rumanos que ya han manifestado su rechazo a que este clan gitando comparta suelo con ellos.
El objetivo del equipo de gobierno no es, en cualquier caso, trasladar el problema a Lakua-Arriaga. Lazcoz aclaró que las familias han firmado un convenio por el que se comprometen a cumplir "las mínimas normas de civismo", pero si violan el acuerdo, "actuaremos con firmeza". Un término que se traduce, por ejemplo, en la eliminación de las ayudas. Arranca una nueva era sin tratos de privilegio para los bartolos y con la resurrección del solar de los Huetos. El terreno, propiedad del Ayuntamiento, Caja Vital y varios particulares, acogerá un equipamiento terciario, aunque todavía es pronto para adelantar más detalles. "Aún no me lo puedo creer", reconocía un mayorista, con los ojos fijos en el espectáculo: el derribo de la casa y la tradicional subida de faldas de la María. Esta vez, llevaba debajo unos pantalones de pijama de Winnie the Pooh. Y en la cabeza, una gorra de Policía.