han pasado ya más de diez años desde que las calles del Casco Viejo acogieran por primera vez el Mercado de la Almendra, una iniciativa impulsada con el objetivo de generar un nuevo espacio de encuentro para ciudadanos y visitantes, y contribuir así al desarrollo del comercio, la cultura y el ocio. Desde entonces, los productores vascos no faltan a la cita. El primer sábado de cada mes, aunque los jamones se hielen o el asfalto eche humo, las calles de la colina se inundan de puestos con los mejores productos artesanales de cada casa.

Todos ellos tienen ya un lugar fijo en alguna de las calles de la almendra y una cartera de clientes que demanda calidad, aunque tenga que rascarse un poco más el bolsillo. Buena parte de los comerciantes participan en el mercado prácticamente desde sus inicios, por lo que sus caras son ya conocidas por los gasteiztarras que cada mes se acercan hasta la parte vieja.

Bego Escuza, de Llodio, es una de ellas. Su ubicación privilegiada a la entrada de la calle Cuchillería le permite ser uno de los puestos más frecuentados por la gente. Eso, y que el género que expone sobre las tablas tampoco defrauda. Su especialidad es el pan artesano y las tortas de txintxorta, aunque cada vez trae menos por el tiempo que le lleva su elaboración "Requiere mucha dedicación. Necesito tres horas para hacer 30 panes, porque los hacemos como las amamas de antes", asegura. Esta baserritarra es una de las veteranas del Mercado de la Almendra, y admite que en todo este tiempo ha conocido tiempos mejores y peores en la feria. "Ahora por ejemplo la crisis se está notando mucho. La legumbre, que es más cara, nos está costando mucho vender", explica.

A su lado se suele colocar otro clásico de este mercado, Javier Martínez. Se enorgullece de vender el "mejor pastel vasco del mundo", y así lo proclama a los cuatro vientos. No en vano, la familia Gastaka, responsable de esta delicia, se ha llevado hasta en cuatro ocasiones el primer premio en el concurso de Euskadi. Martínez se deshace en halagos con las mujeres cada vez que alguna de ellas se acerca a su puesto. "Ellas son las que siempre están pensado en llevarse lo mejor a sus casas, los hombres en cambio tienen otra mentalidad". Reconoce que la cultura del pastel vasco está muy extendida en Vitoria, más incluso que en otras ciudades de la CAV, por lo que cada vez que llega el Mercado de la almendra arrasa.

El que también demuestra tener unos pulmones potentes es Pedro Aguirrezabal, que se encarga de que todo el mundo conozca la calidad de los jamones de Mendiola. "Es como se capta a la nueva clientela, con gritos", bromea. Reconoce que el auge del turismo durante los últimos años le ha ayudado a su negocio; de hecho, el 20% de sus ventas se corresponde con este colectivo. "Eso sí, depende de dónde sean, porque hay algunos que no compran ni el periódico", asegura. En cualquier caso insiste en que la crisis se lleva notando desde hace tiempo. Al menos así se refleja en su facturación, que ha disminuido en torno a un 30%. "La industria está parada, sólo queda que mejore la climatología", añade.

La de ayer, de hecho, fue una mañana soleada, por lo que las calles del Casco Viejo no tardaron en llenarse. La pastelera Iratxe del Barko, de Mallabia, vaticinaba una buena jornada, al igual que las que quedan a partir de ahora. "En primavera y verano solemos tener muchísimo ambiente", aseguraba. Sin embargo, la joven nunca podrá olvidar años más prósperos en el mercado como 2007, o como 2009, cuando las obras de la Kutxi les llevaron a instalarse en Siervas de Jesús. "Hay a gente que el cambio de ubicación no le vino bien, pero a mí sí, quizá por el perfil del cliente, que tiene más pasta", explica. Ahora, además de la crisis, la competencia es muy dura, y es que cada vez hay más puestos dedicados a la venta del dulce. "No te voy a negar que mis rosquillas son las más caras, pero son las más ricas de todo el mercado", puntualiza.

Precisamente por la venta de productos delicatessen se destaca uno de los últimos en llegar a la almendra medieval. El inglés Martin Beacham abrió en 2009 su vinoteca, Martin´s Bodega, dedicada exclusivamente a la venta de vinos de Lapuebla de Labarca. Sin embargo, cada primer sábado de mes también saca a la calle un pequeño puesto con otra serie de productos, como sal de Añana, aceite de Rioja Alavesa o cerveza alavesa Baias. "Es como un gancho para que la gente se interese por ver lo que tengo dentro de la tienda", explica.

Como a otros muchos comerciantes, el repunte del turismo le ha beneficiado. "Especialmente el turismo catalán, que le encanta el txakoli", asegura. Martin es afortunado ya que no nota la crisis; abrió su negocio en plena desaceleración. "Pregúntame en julio e igual te puedo responder", añade mientras se sirve una copa de vino.