No es Astigarraga, pero casi. Ayer, la sidería Kupeltegi inauguró la temporada de este tipo de locales hosteleros en Álava con un txotx -estreno de las kupelas y cata de la primera sidra del año- que nada tuvo que envidiar a los que hacen de esta tradición un arte en tierras guipuzcoanas. Como en aquellos lares, el recinto se llenó con los invitados a una cita que va camino de convertirse en ineludible cada vez que el calendario sobrepasa el ecuador del mes de enero. Para no desperdiciar la ocasión, los responsables de la sidrería, sita en la localidad de Lasarte (la alavesa, a escasos minutos de la capital), decidieron contar con una personalidad muy conocida en el ámbito empresarial del territorio histórico. Jesús Echave, presidente, entre otras muchas cosas, del consorcio empresarial Hiriko-DM, responsable del desarrollo del coche eléctrico del mismo nombre bajo diseño y trabajo de compañías alavesas fundamentalmente, aguantó el vaso y esperó a que el líquido de la kupela saliera espumoso de su continente para explotar sobre el vidrio del recipiente derramando la suavidad de sus aromas y sabores. Después, sólo hubo que degustar la sidra. Y, al parecer, nadie puso peros. Como no podía ser de otra manera, el disfrute de esta singular bebida vino acompañado de una degustación de productos típicos de sidrería.
placer y tradición La tradición de las sidrerías está especialmente arraigada en Gipuzkoa, aunque cada día goza de más adeptos en Álava. Los antiguos caseríos constituyen el escenario idóneo para paladear un excelente menú, regado con sidra y aderezado con el ritual de levantarse para rellenar el vaso desde las kupelas. Chorizo -a la sidra, por supuesto- tortilla de bacalao y bacalao con pimientos, seguido de txuleton de buey y rematado con queso con membrillo y nueces componen el banquete típico. La práctica de cenar en las sidrerías tiene su origen en la costumbre que tenían los clientes, restaurantes y sociedades de probar la sidra de temporada antes de que fuera embotellada. Cada cual llevaba su merienda de casa y la compartían con el resto de los comensales. Una tradición cargada de compañerismo y, cómo no, marcada por el buen ambiente.