J.V.- Según el diccionario de la RAE, la primera acepción de la palabra que nos ocupa hoy es "Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos". Mal empezamos, si nos estamos engañando a nosotros mismos...

I.Q.- Bueno, nos engañamos muchas veces a sabiendas. Generamos imágenes inexactas de nosotros mismos o de las cosas que queremos y/o deseamos que nos permiten refugiarnos de lo que no nos gusta o de la rutina más aburrida (no la rutina esa que si falta indica que algo no va bien). Hay que saber evadirse de las obligaciones con eso que también se llaman sueños.

J.V.- Nos quedamos, mejor, con el sentido positivo, aunque no sé si tanto como para proclamar, como los más optimistas, que de ilusión también se vive.

I.Q.- No te puedo asegurar si de ilusión también se vive, pero sí que con ella, en su justa dosis, también se vive y muchas veces de forma más llevadera. No nos podemos tomar todo en serio, que luego el corazón se te vuelve loco y te lo tienes que mirar.

J.V.- Lo que sí está claro es que sin ilusión es más difícil vivir. Todos necesitamos algo por lo que levantarnos todos los días.

I.Q.- Sí, es un poquito aquello de la obligación y la devoción. Sin las dos, las cosas no se llevan igual. Así como animo a la gente a que no sufra con las posibles desgracias de forma anticipada, siempre animo a la gente a hacer planes y a disfrutar con ellos, aunque luego no los puedas cumplir. Ese sentimiento que algunos llamamos ilusión deja muchas veces conocimientos nuevos y casi siempre un poso agradable.

J.V.- De niños, la tenemos por arrobas. Cuando vamos creciendo, nos cuesta más ilusionarnos. ¿Cómo hacer para no perder del todo esa capacidad?

I.Q.- Pues tú lo has dicho, no renunciar a nuestra niñez, que no niñería. Aunque pueda parecer mentira, hay muchas personas que se mantienen toda su vida con algunas de las imágenes de su infancia y con ellas se duermen muchas noches.

J.V.- No es necesario que la cifremos en grandes cosas, grandes objetivos. Muchas veces, nos hacen ilusión cosas aparentemente pequeñas, como un regalo inesperado, una carta, una llamada... que nos dan gasolina para un buen rato.

I.Q.- No sé a los demás, a mí me hace ilusión cualquier cosa agradable. Me hace ilusión, por ejemplo, abrir mi correo los martes (preferentemente los miércoles) para comprobar si he recibido tu cuestionario y así robarle unas horitas al sueño para estar aquí los sábados, y también me hace ilusión saber de personas queridas de las que hace mucho que no tengo noticias, aunque sea por terceros. Eso me da gasolina para tiempo.

J.V.- Hay gente que se ha puesto a dieta estricta de ilusión. No la toman para estar seguros de que no recibirán una decepción...

I.Q.- Es probable que sea por eso, pero posiblemente también por prejuicios. Estos últimos van de la mano del Prohibido imaginar y sin imaginación no hay sueños, ilusiones, afecto, descubrimientos, encuentros, qué sé yo, tantas cosas...

J.V.- Decíamos la semana pasada que los propósitos de año nuevo que hagamos tienen que ser realistas. Aunque resulte casi una contradicción, ¿también tiene que ser realista la ilusión? Quiero decir que si mi ilusión es tener una mansión en Beverly Hills, lo más fácil es que me lleve un chasco...

I.Q.- Como te decía al principio, en esto de las ilusiones lo sano es saber que nos podemos estar contando un cuento chino y que no pasa nada si el cuento no se convierte en realidad. Piensa en la cantidad de personas que se están imaginando que les va a tocar la lotería el día 22 y que ya se han gastado el dinero que todavía no les ha tocado, aunque sepan que las probabilidades son mínimas; seguro que sueltan alguna expresión procaz cuando vean que el ganador no es su número, pero enseguida estarán pensado en que "tal vez en el Niño...".

J.V.- En estas fechas -y debería ser siempre igual- comprobamos que hacer que otros se ilusionen es también una fuente de ilusión propia. Con los niños no falla...

I.Q.- Ya me conoces y sabes que creo que la ilusión debe ser permanente y que cualquier época del año es buena para ilusionar a cualquiera que esté dispuesto a recibir algo hermoso, pero sí es cierto que por Navidades los niños siempre descubren que esto de tener un deseo, de ansiarlo... y de verlo convertido en realidad es una experiencia muy grata e inolvidable.

l Crecer lo justo y mantener ilusiones de la infancia.

l No avergonzarnos de nada en general, pero en especial de disfrutar con lo que ansiamos y no conseguimos, sin renunciar, sanamente, a ello nunca, alimentando nuestros buenos deseos.

l Compartir nuestras ilusiones con los más próximos, porque ellos nos contarán las suyas y aprenderemos que somos menos raros de lo que pensamos.

l El exceso de rigidez y la falta de espontaneidad.

l Confundir madurez con aburrimiento.

l El estrés, eso que te quita el tiempo necesario para esconderte en estos espacios privilegiados que son las ilusiones.