Vitoria. La lacra de la violencia de género está estrechamente relacionada con el abuso de drogas en general y con el alcohol en particular. Los agresores echan mano de sus efectos deshinibidores para llevar a cabo actuaciones que suponen una ruptura con los códigos ético y moral. No en vano, el Estudio documental sobre drogas y violencia de género del Gobierno Vasco afirma que el alcohol y las drogas son dos factores que intervienen tanto en los casos de maltrato doméstico, como en los de violencia sexual.

Según se extrae de este informe elaborado por el Observatorio vasco de Drogodependencias, hay dos motivos diferenciados para recurrir a este tipo de sustancias. Los hay que sin ellas no se atreverían a cometer estos delitos y los que, precisamente, por ser conscientes de la ilegalidad de sus actos, saben que su condena se rebajará por estar bajo sus efectos. En este sentido, dicho documento asegura que a menudo el agresor consume drogas, legales o no, para motivarse o para justificar la violencia que ejercerá a posteriori.

"A veces es para darse ánimos para ejercer la violencia y, en otras, es para sentirse menos responsable por su actuación. No hay que olvidar que las intoxicaciones se consideran como atenuante", explica la psicóloga clínica Blanca Casado, del gabinete vitoriano Actio Psicología.

La Justicia reconoce la merma de la capacidad cognoscitiva o percepción de los que abusan de estas sustancias. Sus efectos dificultan la relación con otras personas, ya que aumentan la susceptibilidad, por lo que se generan las situaciones agresivas debido a las malas interpretaciones o percepciones confusas de la situación. "La búsqueda de estas sustancias es para quitarse responsabilidad y para perder el control", agrega la experta Casado.

En otras ocasiones, son los ambientes en los que se produce el consumo los que propician que violencia y drogas se refuercen mutuamente. Un factor, que, según matiza el documento del Gobierno Vasco, se nota, sobre todo, en zonas de prostitución, debido al carácter conflictivo de este contexto.

La violencia también se explica por el tipo de sustancias consumidas. No deja de ser significativo que las féminas opten más por sustancias legales, barbitúricos, de efecto tranquilizante o empático, mientras que el consumo de las relacionadas con efectos agresivos se achaquen a los hombres. El informe Euskadi y Drogas 2006 deja claro que las mujeres consumen siempre menos cantidades y menos habitualmente que los hombres. "La prevalencia del consumo problemático de drogas entre los hombres multiplica por cuatro la que se rige en las mujeres", lo que representa un porcentaje del 72,4% para los varones y del 27,6% para ellas.

Sin embargo, los casos de violencia de género por abuso de estupefacientes también se explica cuando las que se encuentran bajo sus efectos son las mujeres. Llama la atención que una de las "vinculaciones directas" que el Observatorio vasco de la Drogodependencia encuentra en el caso de mujeres ebrias. "Las connotaciones morales que tiene el consumo de drogas llevan a concebirlas como una presa fácil para el abusador, al encontrarse en una situación de mayor indefensión", detalla el estudio.

Del mismo modo, en los casos de maltrato doméstico, el estado de ebriedad de la mujer puede llevar a convertirse en una mera excusa para el mismo, tanto en agresores sobrios como en bebidos. El estudio añade que también hay víctimas de violencia de género que abusan de ellas para evadirse. "En estos casos lo hacen para tolerar la ansiedad. Es como beber para olvidar", matiza Casado, quien añade que "todavía hay muchos" hombres que consideran a la mujer como un ser inferior.