vitoria. Muchas de las historias familiares se escriben en los escudos de armas, cuyo origen se remonta a los primeros años del siglo XII. Eran tiempos de torneos, de justas, una época en la que se estilaban los espectáculos en los que dos caballeros se enfrentaban con una lanza y con un escudo como único elemento protector. Sin embargo, lo que en un principio nació para identificarlos en el campo de batalla -al igual que sucede ahora para distinguir a los jugadores en un partido de fútbol-, con el tiempo adquirió elementos significativos.

Con la llegada de la Reconquista, los caballeros cogieron sus hazañas como símbolos de las batallas en las que participaban. Uno de los ejemplos más conocidos al respecto es el de escudos, como el de los Mendoza, quienes contribuyeron a la rotura del cerco en la batalla de las Navas de Tolosa. "El rey moro Miramamolín huyó. Entonces, el rey Sancho VII se trajo las cadenas que custodiaban su tienda, como recuerdo de cuando rompió el cerco. Por eso figuran desde ese momento en el escudo de Navarra ya que quitó el águila negra que tenía", agrega Álvarez Lacalle.

Otro ejemplo de ello está en las panelas, principal aportación alavesa a la historia de la heráldica, que usan por ejemplo los Zárate. "Su origen se remonta a una batalla que se cree en la sierra de Arrato, al norte de la Llanada. Se dice que fue tan sangrienta que el río -se baraja el Zadorra o el Zalla- se tiñó de rojo y las hojas de los álamos caídas al agua, cogieron el nombre de panelas y se tomaron como figuras en los escudos". De la misma manera que hay apellidos que tienen varios escudos, un mismo blasón puede valer para varios. Este último caso se produjo en los casos en los que se heredaba un mayorazgo. "Si lo tenía una hija y ésta moría, el hijo cogía el apellido de la madre, pero no perdía el escudo de armas del padre porque lo seguía usando". De ahí que un Fernández que viva en La Rioja tenga un blasón diferente al de un Fernández que habite en Galicia.

Sin pagar impuestos De todo este mundo de nobles y escudos surge la necesidad de regularlo. Quien quisiera utilizar estos escudos para demostrar que estaba exento de pagar impuestos, necesitaba acreditar que pertenecía a ese linaje. Debía demostrar una conexión genealógica con aquellas personas que en su día se hicieron dignas del blasón para uso propio y para sus descendientes. Para ello, no le quedaba más remedio que presentar ante la Real Corte del Reino todo lo que le acreditase como tal: desde partidas bautismales a contratos matrimoniales. Si así lo hacía, le concedía la Ejecutoría de Hidalguía.

"En los pueblos existía el padrón de nobles y el de los pecheros -pueblo llano-, de modo que si un hombre se iba a vivir a otro pueblo, allí lo inscriben en el de pecheros, -de ahí el origen de pechar o asumir una carga- con las desventajas que tenía todo esto. Entonces, tenía que hacer un expediente en la Real Chancillería de Valladolid: con sus testigos y abogados de la época", matiza Álvarez. Sólo si las pruebas eran válidas, se le autorizaba colocar los escudos de armas donde quería el hidalgo. Incluso en las fachadas de las casas, para demostrar que no tenía que pagar ciertos impuestos. >a.s.