DONOSTIA. El obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, ha lamentado hoy el "espectáculo o antitestimonio" de "falta de unidad interna" que "se haya podido dar" en el seno de su diócesis por la polémica generada en torno al franciscano Joxe Arregi, quien acusó al prelado de ordenar su destierro.

Munilla ha ofrecido hoy una rueda de prensa para presentar los actos que se celebrarán con motivo de la llegada a Gipuzkoa de la cruz de los jóvenes y se ha referido al caso del religioso Joxe Arregi, quien en junio acusó públicamente al obispo de ordenar su traslado a Suramérica y que este mes ha anunciado que abandona la orden franciscana para no comprometerla con sus opiniones críticas contra el obispo donostiarra.

Además, la semana pasada un grupo de 14 sacerdotes, entre ellos dos ex vicarios generales de la época de Juan María Uriarte, expresaron su apoyo a Arregi y reclamaron libertad en el ámbito de la investigación teológica.

Munilla ha afirmado que pretende ser un "instrumento de unidad" pero ha lamentado el "espectáculo" de falta de unidad interna o de "falta de capacidad de acometer los problemas donde se tienen que acometer".

Ha insistido en que su relación con los sacerdotes de la diócesis pertenece al ámbito de la privacidad, aunque ha vuelto a desmentir, como hizo en un comunicado el pasado 18 de junio, que él sugiriera a los franciscanos el destierro de Joxe Arregi, ni que existiera una listado de religiosos heterodoxos en su ordenador de Zumarraga.

"Nunca he tenido actitudes impositivas de pedir el destierro de nadie", ha asegurado el prelado, quien ha sostenido que como obispo debe conjugar "la caridad con la verdad".

Ha explicado que cometería un error si dejara de lado el diálogo y adoptara actitudes "impositivas" por "fidelidad a la verdad", del mismo modo que también sería erróneo permitir que se haga "una religiosidad a la carta" en nombre del pluralismo.

Tras comprometerse a "desgastar" toda su energía en el objetivo de lograr la unidad de la diócesis, Munilla se ha mostrado convencido de que, tras un comienzo "nada fácil" de su labor como prelado donostiarra, "las cosas van avanzando" y van por "buen camino", lo cual no significa, ha admitido, "que todos los problemas estén subsanados".