EN la vida real las relaciones sexuales no son siempre como en las películas; existe la edad, los kilos de más, el cansancio, el estrés, la inapetencia... Y la eyaculación precoz. Un mal más extendido de lo que muchos varones desearían, aunque en lugar de quedarse simplemente en el umbral del propio placer, dejando a la pareja a las puertas, es mucho mejor acudir al especialista para pedir ayuda y tratar de buscar solución, que casi siempre la hay.
La eyaculación precoz es una de las disfunciones sexuales masculinas más común -con una prevalencia del 20% al 25% de los varones en cualquier tramo de edad- y quienes la padecen, en sus relaciones, se vuelven personas temerosas y reservadas. Los afectados se suelen avergonzar frente a su pareja, además de estar perplejo e inseguro sobre lo que debe hacer y a quién consultar. "Pocos pacientes buscan tratamiento", advierte Rafael Prieto, responsable de Urología de la Unidad del Hospital Reina Sofía de Córdoba.
Una buena relación entre el especialista y el paciente es el primer paso para resolver este problema médico, que sigue provocando prejuicios entre quienes lo sufren y perjudica gravemente las relaciones de pareja. Porque el sentimiento de culpa impide que este trastorno, para el cual existe tratamiento, permanezca oculto en un porcentaje elevado de casos. Dos investigaciones recientes (el Estudio Europeo PE Confidential en nueve países y el Estudio Demográfico Español sobre Eyaculación Precoz, DEEP, que ha completado su segunda fase con opiniones femeninas) así lo indican.
Este trastorno lo padecen entre un 20% y un 25% de los hombres en todos los tramos de edad de forma continuada, y un 43% lo han sufrido en algún momento de sus vidas. Según los datos del primer Estudio Demográfico hecho en el Estado sobre esta disfunción sexual masculina, casi la mitad de los hombres han tenido síntomas de eyaculación precoz "y uno de cada tres ha vivido con este problema sexual durante más de 25 años", reconoce el especialista Ignacio Moncada, del Hospital de la Zarzuela de Madrid.
un trastorno médico "Las mujeres viven el problema con más dramatismo y lo consideran un trastorno médico en mayor medida que los hombres. En muchas ocasiones, son ellas las que animan a sus parejas a acudir al especialista", asegura la doctora Ana Puigvert, presidenta de la Asociación Estatal de Andrología (Asesa). "Este problema no sólo afecta a los varones, la vida sexual de la mujer sufre también las consecuencias de este trastorno ya que para 8 de cada diez mujeres, las relaciones sexuales son importantes en sus vidas y, por eso, el impacto psicológico de insatisfacción sexual se puede ver agravado. La sexualidad siempre ha sido causa de broma, y no lo es. Es un tema de calidad de vida".
En este contexto, los datos extraídos del estudio europeo PE Confidential, tienen especial relevancia, ya que demuestran que la vergüenza y los prejuicios siguen impidiendo que el hombre busque ayuda o acuda al médico. Los datos revelan también que el varón tiene una inmensa angustia ocasionada por su disfunción sexual. Tal y como recalca Ignacio Moncada, coordinador de la Asociación de Andrología del Estado, "uno de cada tres hombres que sufren esta disfunción está deprimido y el 47% se siente culpable por tener este problema médico". Pero, a pesar del impacto psicológico que el trastorno les ocasiona, la mitad de ellos nunca ha hablado con nadie sobre este tema.
Pese a padecer este problema médico en el más absoluto de los silencios, los varones del Estado se sitúan entre los europeos a los que menos les cuesta hablar sobre este trastorno, frente a los ingleses que se muestran como los más vergonzosos, según los datos del Estudio PE Confidential. El 63% de los varones han comentado su problema con alguien frente al 71% de los ingleses que nunca lo han hablado.
Esta situación realza la relación médico-paciente, esencial para un correcto diagnóstico y posterior tratamiento. Porque el médico debe asumir una serie de rasgos que faciliten dicha relación. Entre ellos, la cercanía, la consideración, la paciencia y el sentido del humor. "El paciente no sólo valora la profesionalidad del facultativo", recalca el urólogo Juan Ignacio Martínez Salamanca, quien opina que gran parte de la culpa de lo poco que van los pacientes a la consulta es también del médico. "De hecho, ni siquiera la aprobación del primer medicamento aprobado para el tratamiento de la eyaculación precoz, Priligy, que demuestra gran eficacia está consiguiendo atraer a más pacientes con este problema a las consultas. Esto demuestra lo importante que es el comportamiento del médico y su capacidad para transmitir sensibilidad al paciente".
médico-paciente En esta línea, la comunicación médico-paciente resulta esencial para un correcto diagnóstico y posterior tratamiento. Pero, además hablar del tema con la pareja puede ser de gran ayuda ya que puede llegar a evitar el estrés y ansiedad en la pareja. Los especialistas insisten en la necesidad de animar a los pacientes a que rompan la barrera de la vergüenza y el pudor para que den el paso y se atrevan a consultar su disfunción con la mayor libertad posible, exponiendo el problema tal y como lo sienten. En este sentido reconocen que "esta barrera es un impedimento en la comunicación ya que sólo el 15% de los hombres que sufren el trastorno lo ha consultado e incluso la mitad se sienten tan incómodos al hablar del tema con sus parejas que prefieren evitarlo por completo".
Para que el paciente acuda a la consulta, apostilla el urólogo, hace falta un clima adecuado. "Hay que exponerle la situación, darle soluciones, anticiparle consecuencias e interactuar con él para comprender a qué nivel físico y personal le afecta el problema".