vICENTE Guillén y su hijo Borja, de 12 años, no podían imaginar que su tranquila jornada de pesca en familia del martes iba a terminar protagonizando titulares en prensa. Y es que ellos partieron de la villa ayalesa de Amurrio, en compañía de su cuñado y tío, respectivamente, sintiéndose muy afortunados por el hecho de llevar consigo permiso para pescar salmones -un máximo de uno por persona- en uno de los cotos más solicitados de Cantabria: el de Batuerto del río Asón.

Y la diosa fortuna no les premió sólo con esto, sino también con la opción de llevarse para casa una recompensa a la paciencia y presteza que requiere este deporte. "Es muy difícil conseguir coto en Batuerto, lo logramos y encima sacamos dos salmones del río. Ha sido increíble, mi hijo esta pletórico. Tenemos mucha experiencia en captura de truchas, pero salmones son los primeros de nuestra vida", explicó a DNA, Vicente Guillén.

De hecho, la familia Guillén no logró pescar un salmón, sino dos. Un caso realmente extraño si se tiene en cuenta que "en toda Cantabria sólo se sacaron 200 salmones de los ríos el pasado año y que en el coto de Batuerto sólo se llevan capturadas nueve piezas, contando las dos nuestras, desde que se abrió la veda en mayo y hasta que se cierre el miércoles. Ha sido una cuestión de suerte", subraya Guillén padre.

No en vano, a este trío de pescadores no se les pasó en ningún momento por la cabeza la posibilidad de que un salmón picara su anzuelo y ni se molestaron en madrugar. "Llegamos en torno a las 10.30 horas a Batuerto y cuál fue nuestra sorpresa cuando a eso de las 11.15 horas la caña de Borja empezó a tirar. Menos mal que era de diez metros, y que el salmón era de poco más de dos kilogramos. Si no, no lo saca, estos animales tienen una fuerza increíble. El mío, de tres kilos, llegó a las 18.00 horas", apunta Vicente, quien reconoce que "nos picamos tanto que, como no habíamos cubierto el cupo permitido de tres salmones -uno por pescador- nos quedamos hasta tarde a ver si mi cuñado lograba el suyo, pero no pudo ser".

La suerte de los salmones ya está decidida. "Tenemos una casita en Santander y nos los comeremos el sábado -por mañana- en cuadrilla", apostillan.