Aimar no se lo quiso perder. Estuvo en primera línea junto a sus progenitores. Llegó pronto, y con la ilusión como bandera. Se le veía en los ojos, que brillaban con intensidad creciente según se acercaba a la plaza de La Provincia. Allí se juntó con una muchedumbre que tampoco se quiso perder la retreta interpretada por las bandas foral y municipal de esos señores tan peculiares que atienden al nombre de atabaleros y trompeteros. Quería ver cómo comienza la fiesta en honor al patrón de los alaveses.

Y es que, recién cumplidos los cuatro años, Aimar ya encarna los valores de la fiesta alavesa por excelencia: le encantan los caracoles y su madre ya está aburrida de los sones que emite el tamboril de la criatura, que ha aprendido con rigor la retreta de San Prudencio. De hecho, desde el pasado viernes, el estruendo provocado por las vaquetas, y las letras del himno al santo, en sus versiones castellana y euskaldun, llegan a todos los rincones de la casa familiar. Allí se acuerdan mucho, y de aquella manera, de la fecha y de la idea que tuvieron en el colegio Urkide de enseñar a los txikis a arremeter con fuerza contra el instrumento de percusión. Ya no puede parar.

Y así se presentó ayer en el centro de Vitoria. Los preámbulos fueron una mezcla de nerviosismo e ilusión. Su ama le vistió como marca la tradición, con un pañuelo de cuadros al cuello. No se olvidó de su tambor, imprescindible para entender esta fiesta. Aimar ya estaba listo.

Al llegar a la plaza foral se situó en primera línea y allí disfrutó como nunca. No se cansó de aporrear el tambor ni con los sonidos de la retreta ni con las múltiples actuaciones que amenizaron el acto a los miles de alaveses que no se quisieron perder la fiesta. Además de los políticos de todos los partidos y de los representantes de instituciones y de la sociedad alavesa, todos ellos, invitados del anfitrión Xabier Agirre, los aledaños del Palacio de la Provincia se convirtieron en un hervidero.

Allí se pudo ver las evoluciones de Algara Dantza Taldea, de Vocalia Takdea y de Urkabustaizko Musika Eskola, que se lucieron con un repertorio de piezas conocidas, como Arinzki, Dirdai o Jai Egunez.

A partir de ahí, la fiesta se desvocó. Las sociedades gastronómicas se llenaron de comensales y los integrantes de las diferentes tamborradas afilaron sus instrumentos para salir a la calle. El resto de la provincia se puso sus mejores galas y aprovechó la ocasión para respetar una fiesta que aparece en rojo en los calendarios.

Aimar, por su parte, se retiró pronto, y un poco a regañadientes. Pero con las miras puestas en las campas de Armentia, donde hoy volverá a ser protagonista.