Vitoria. Parecía que los efectos colaterales de la crisis ya habían tocado techo durante el pasado 2009, annus horribilis para la economía, pero el avance de los meses no ha ofrecido demasiadas noticias que inviten a la esperanza. Sobre todo, si se analiza la situación que todavía están atravesando cientos de familias alavesas con recursos limitados a las que la recesión les ha asestado una estocada casi definitiva.
Los servicios sociales de Gasteiz siguen haciendo virguerías para atender con suficiencia la enorme demanda de ciudadanos que han conocido la exclusión, tanto ahora como antes, la caja de las ayudas sociales ha terminado por reventar y el perfil de las personas necesitadas no deja de ensancharse. Unidades convivenciales sin posibilidades de ingreso y, por ende, gravísimas dificultades para comer, mantener una higiene correcta o un techo digno en el que vivir se han unido en los últimos meses a los que antes de la crisis ya pertenecían a este grupo: inmigrantes sin papeles, mayores con pensiones míseras o personas abandonadas en su soledad.
Según explica Sergio Hinojal, director de la asociación Bizitza Berria que gestiona el centro de integración social Hogar Betoño, a lo largo del último año han ingresado en esta infraestructura personas hasta entonces "totalmente normalizadas que se han quedado sin trabajo y han debido abandonar su vivienda". Ciudadanos que, tras superar una separación o un divorcio al borde de la cincuentena, "no tenían más apoyos sociales o familiares que ese trabajo que también han perdido".
Un perfil bien distinto al de las personas que ingresaban en este centro durante sus primeros meses de funcionamiento, también en situación de exclusión social y residencial pero acompañados por algún tipo de patología psiquiátrica y/o adicción a sustancias estupefacientes. De las 24 plazas con las que cuenta el Hogar Betoño, últimamente ahogado por la falta de ayudas institucionales, siempre están ocupadas en torno a 20.
De altísima ocupación permanente también hablan desde los distintos equipamientos municipales para personas sin hogar -CMAS, Aterpe y Casa Abierta-, que atienden de forma continuada a un centenar de ciudadanos en grave riesgo de exclusión social. 2009 se cerró con una tasa de pobreza triplicada en el territorio y los servicios sociales totalmente saturados, una situación acentuada por el frío invierno que la capital alavesa ha vivido en lo meteorológico.
cerca del 90% A día de hoy, la situación no ha variado en exceso. "Aunque suele haber movimientos, generalmente estamos a tope", argumenta Itziar Uribe, desde la Jefatura municipal de Recursos de Acogida y Alojamientos. La ocupación, por ejemplo, del centro de acogida social (CMAS) ronda a día de hoy el 90%, y en cuanto a la evolución de la demanda se está produciendo un cambio hacia estancias más prolongadas.
Al margen de los colectivos tradicionales de la pobreza ya mencionados, el perfil mayoritario de las personas acogidas es el de un hombre en situación de desempleo, sin cualificación profesional ni recursos económicos -si los tiene, son insuficientes para mantener una vida autónoma-, de edad comprendida entre los 35 y los 40 años, sin vivienda o que teniendo alojamiento lo ha perdido recientemente. "Gente que antes vivía de forma independiente pero que se ha visto afectada por la gravedad de la situación económica; personas que nunca pensaron que necesitarían acudir a un centro de acogida", explica Uribe.
La cruda realidad vuelve a toparse de bruces con esos brotes verdes que recientemente avanzaban el fin de la crisis y la progresiva normalización de estas realidades. Algunos datos objetivos aportados por distintos organismos e instituciones en los últimos meses dan fe del largo camino que todavía resta por delante.
Más de 700 familias víctimas de la crisis recurren a la ayuda de la organización humanitaria Cáritas cada mes, los perceptores de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) y las Ayudas de Emergencia Social (AES) aumentaron el año pasado un 36,5%, casi el doble en lo referido a las Prestaciones municipales de Tipo Económico (66%), y la feminización de la pobreza, principalmente entre el colectivo inmigrante, continúa al alza. Los primeros meses de 2010 también han sido los de la aparición de asentamientos chabolistas en El Batán y Judizmendi, emplazamientos cada vez más cercanos al centro de la ciudad.