Haizea aguardó ayer cerca de diez minutos sentada en una silla mientras trenzaban un pequeño mechón de la parte trasera de su cabello con lana negra, color que hacía juego con su pelo. Sin embargo, no se encontraba en ningún puesto callejero de peluquería, típico de fiestas, sino en el patio de su colegio Sagrado Corazón Carmelitas de Vitoria. Vigilada por las miradas de sus compañeras de 2º de ESO, incorporaba este tocado tradicional de Burkina Faso. Este taller sólo es una muestra de las 18 actividades que representan desde ayer y hasta hoy el folklore de los foráneos que residen en la capital alavesa. Una fiesta cultural que pone fin al proyecto educativo ¿Y tú que te cuentas?, que a lo largo de tres años se ha dirigido a 1.000 alumnos de entre 1º y 4º de Secundaria. "Este curso se acercaron a diversas culturas a través de sus costumbres con el propósito de eliminar actitudes xenófobas y racistas. Por ejemplo, en las tutorías se reflexionó sobre la sociedad plural en la que vivimos", explica Nieves Maya, directora del centro, quien asegura que este proyecto se retomará el curso que viene.
Arene junto con siete compañeros más de su clase de 2º pintaba los ojos de su huevo de pascua. Una tradición de los países del Este y, en concreto, de Yugoslavia de donde era oriunda la monitora de la actividad. "Lo he elegido porque tenía el color rosa de fondo para dibujarle de manera que parezca un cerdo", comentaba esta estudiante. A continuación, llegó el momento de ponerle las orejitas de papel y colgarlo en el árbol de la mesa, junto con los huevos con forma de pez o de incluso Mickey Mouse. Pero sólo si así lo quería ella: "Me lo puedo llevar a casa", confiesa Arene. Al lado, estaba la mesa de los tentempiés: trufas vascas o tés de jengibre, de Bissap y arroz, que había preparado Kadi Diakone, una senegalesa de 20 años que llegó hace ocho meses a la capital alavesa. "Cada bebida me ha llevado unos diez minutos prepararla y luego las he traído en estas botellas de dos litros". Medea Kurashvili, una pianista georgiana que reside desde hace 10 años en la ciudad, estaba al frente del taller de escritura georgiana y cirílica. "Pueden hacer su nombre mirando las letras, pero les resulta difícil porque el alfabeto es completamente diferente", decía con una sonrisilla Medea, quien aprendió ruso al ser obligatorio cuando ella estudiaba. Como muestra cultural india, Ane Fernández, de 1º de ESO, realizó un colgante, con bolas de plastilina, a los que luego puso lentejuelas, "depende de la creatividad". Los alumnos de 3º y 4º de Secundaria cogerán hoy el relevo de estos talleres a los de 1º y 2º.